viernes, 30 de marzo de 2007

Los pantalones de Tom Bombadil

Hace un tiempo, mientras hacíamos un repaso muy apresurado de los poemas de Tom Bombadil horas antes de su publicación, surgió un breve y divertido disenso entre Ale Gonzalez y yo sobre un preciso sustantivo de la primera estrofa del primer poema.
El verso decía:

"las calzas de buen cuero"
y yo sugerí cambiarlo a
"los calzones de cuero".
Mis motivos eran: el "buen" de cuero se había incluido tan sólo por razones métricas, y me parecía que este hecho se notaba un poco. Además, el original dice breeches (pantalones), y calzones me sonaba más cercano que calzas.
Mi co-traductor respondió alarmado que calzones le parecía un término espantoso, que le hacía recordar a rancheros y arrieros, y te los comienzo de lana y te los termino de cuero, así que -en vista de las asociaciones indeseadas que arrastraba el término- dejamos las cosas como estaban.
En realidad, es difícil evaluar qué significa calzones en el español actual, por la diversidad de matices que en el ancho mundo hispanohablante tienen las palabras que designan las prendas internas y externas de las extremidades inferiores. Históricamente, calzones han sido los "pantalones" masculinos que se usaban antes de que la moda impusiera los actuales pantalones. Es decir, los calzones eran pantalones hasta las rodillas (el resto de la pierna aparecía enfundada en una media calza). Pero hoy el término tiene una connotación de "ropa interior" difícil de eludir, cercana a calzoncillo.

¿A qué se debe que cosas tan distintas como el calzado, el calcetín, las calzas, los calzones, los calzoncillos, provengan de la misma raiz calc?

La historia es divertida, y nos recuerda que -linguísticamente hablando- todos hemos sido antiguos romanos algún día. Los romanos, como sabemos, no usaban ni medias, ni pantalones, ni calzones, ni calzoncillos. Esas ridículas prendas propias de los bárbaros del norte eran vistas como afeminadas. Un auténtico "macho latino" andaba descalzo, o en sandalias, y no llevaba nada más que una túnica que era una especie de vestido de falda corta. Por lo tanto no tenían palabras para denominar esas prendas que, sin embargo, terminaron imponiéndose.
El único término cercano del que disponían era calceus (calzado), porque así denominaban cualquier calzado que cubriera más que una sandalia. La palabra provenía de calx (talón), porque éste quedaba cubierto. El significado original de calx era "piedrita". ¿Por qué llamaron "piedrita" al talón? ¿Porque al apoyarlo se siente un hueso que hace recordar a una piedra? ¿Porque usando sandalias suele colarse una piedrita que nos molesta en el talón? (esta última y astuta teoría es toda mía). No es fácil decirlo. Pero de piedrita vino talón, y de talón, zapato. A la prenda que usaban los germanos y los galos la llamaron calcea, que dio en calza. Ahora bien, andando la edad media, la calza en cuestión terminó dividiéndose en varias prendas.
Como la falda original de la túnica se fue acortando y transformándose en una casaca, la parte superior de las calzas quedó a la vista, y -o bien porque las nalgas se enfriaban o porque llegó un momento que mcontemplar tantos traseros masculinos terminó por hartar a la sociedad- apareció una prenda que cubría el trasero y las partes pudendas, y que se ponía sobre la calza. Ahora teníamos "la calza" y el flamante calzón. A medida que el calzón se hacía más largo, las
calzas no necesitaban ir más allá de las rodillas, asi que hasta allí se hicieron. Esas nuevas prendas se llamaron medias calzas porque eran la mitad de una calza, pero terminaron siendo simplemente medias. Y cuando siguieron achicándose, dieron origen a las calcetas, y éstas a los calcetines. La parte de la vieja calza que se quedó cubriendo el trasero se llamó calzoncillo. Así que el primitivo calzado romano fue ascendiendo por la pierna para luego fragmententarse en calzón, calzoncillo, calza, media calza, calcetín y calzado.

Mientras tanto, en los países del norte, la palabra usada para los pantalones era la correspondiente a braccae (latín), bracca (celta y galo), broc (anglosajón), brokiz (proto germánico), que parece provenir de la raíz indoeuropea bhreg, romper, que dio break en
los idiomas germánicos y frangere en latín (fracturar, romper). Tal vez porque se trata de una tela tubular que se fracciona en dos en la ingle. En español, esta palabra subsiste como bragas, aunque en Argentina sólo conocemos su derivado bragueta. Un excelente artículo sobre las bragas puede leerse en http://es.wikipedia.org/wiki/Bragas.

Y de estas bragas (broc- plural brec, doble plural breeches), provienen los breeches que usa Tom Bombadil, ese gracioso personajito que parece sacado de la Commedia del'Arte. Aparentemente, el significado de "breeches" es más cercano a nuestro "calzones", o pantalones bombachos hasta la rodilla, que a otra cosa (si buscan "breeches" en imágenes de Google verán sobre todo pantalones de montar, enfundados por guapas señoritas, y algunas figuras masculina
de la época del calzón+media). Muy pocas veces se hace referencia a los pantalones en el Señor de los Anillos y el Hobbit, y casi siempe empleando el término breeches (trousers es la otra variante, y nunca pants). Las cinco o seis veces que aparece el término, es con referencia a vestimenta de hobbits. Los ilustradores y cineastas parecen tener esto en cuenta, ya que los pantalones hobbits suelen aparecer como pantalones que apenas cubren las rodillas.

A propósito de la Commedia del'Arte, junto a los típicos personajes como Arlequino, Pierino y Colombina, había un personaje infaltable, un mercader veneciano, arquetipo del avaro ricachón miserable, que llevaba unos payasescos calzones largos hasta los pies. Fue bautizado
con el nombre del santo más venerado en Venecia, San Pantaleón. Pantalone el avaro recorrió con su atuendo toda Europa, y hacia 1800, la prenda que parecía ridícula se puso de moda. Todos la vieron como una cosa muy distinta de los calzones, y cuando buscaron un nombre, le
pusieron, por supuesto, pantalón.

jueves, 29 de marzo de 2007

De ponis y burros


¿Qué tienen en común los ponis del Señor de los Anillos, Don Quijote, un pollo, el fuego y las sierras de Córdoba?

¿Pony, poni, poney, póney? ¿Ponies, ponis, poneys, póneys? ¿Se han preguntado alguna vez cómo es que se escribe poni? Si tal duda los ha asaltado, será tal vez, como me pasó a mí, porque la versión de Minotauro de El Señor de los Anillos emplea una forma bastante rara del sustantivo.
Don Francisco Porrúa decidió (vaya a saber uno la razón) traducir la palabra que en Tolkien aparece como pony (plural: ponies), como poney-poneys. En rigor, esta palabra poney no aparece en el diccionario castellano. El diccionario de la Academia registra poni-ponis como forma principal, y póney (con acento) como secundaria.
En inglés, la forma pony es preferida a la menos frecuente poney. Todo lo cual nos lleva a concluir que tal vez hubiese sido mejor usar poni, o -si se quería conservar el sabor inglés de la palabra, dejarlo pony como había puesto Tolkien.

Lo interesante es que esta forma pony viene del escocés powny, que viene del francés poulenet, diminutivo de poulain (potrillo), que viene del latín pullanus (animal joven), que viene de pullus, (usado sobre todo para aves de corral jóvenes). Y de pullus, como estarán adivinando, viene nuestro conocido y sabroso pollo. Así que los ponis y los pollos tienen algo en común.

Y también de allí viene pollino, asno joven y cerril (los lectores del Quijote recordarán a los tres pollinos de Sancho).
Los pollinos y los ponis tienen además otras cosas en comun. De ambos podemos decir que su hábitat es cerril, que son de caracter más difícil que los caballos, y muy resistentes bestias de carga.
Y a propósito del Quijote, no podemos dejar de recordar aquí un paralelo notable entre dos personajes encariñados con su bestias: Sam Gamyi con Bill el pony, y Sancho Panza con su legendario burro. El paralelo entre Sam y Sancho no termina allí, por supuesto, pero dejo ese tema para otra pluma, y me concentro en el pony-burro, del cual tanto Sam como Sancho deben separarse en determinado punto de la historia, para reencontrarlo luego con gran contento mutuo.
Es curioso que -siendo aquel burro tan importante en su obra- Cervantes no use en ningún momento la palabra burro para referirse a él. Sancho lo llama el rucio, que significa gris o blanquecino, y que es una hermosa palabra derivada de ros, rocío en latín (es
decir, imagino yo, el tinte que asumen los campos cuando el rocío y la
escarcha los baña por las mañanas).

Cervantes dice borrico y nunca burro, porque esta última palabra, al contrario de lo que uno supondría, deriva incorrectamente de la primera, y no borrico de burro. Los lexicógrafos, con sus términos altisonantes, llaman a esto un "derivado regresivo". Existía la palabra borrico, y la masa de los hablantes creyó ver en ella un diminutivo, aunque no lo había, de lo cual supuso la existencia de un original burro. Pero borrico venía del latín "buricus", que era un caballo pequeño, palabra que parece usaban también los romanos para referirse a... ¡los ponis!
(Borrico es probablemente la contaminación de buricus con burrus, que significaba rojizo, y que está emparentado con el griego pyros (llama, fuego), de donde proviene la pirotecnia, ese arte en que se especializaba... Gandalf).

En nuestras latitudes, ni asno, ni borrico, ni pollino son palabras usuales, de modo que burro campea omnipresente. Un burrito famoso ha sido el de Juan Valdez, cargado de sacos de café, y esa típica imagen del burrito cargado de fardos ha sido inspiradora del nombre con el que los mexicanos bautizaron a una de sus copiosas tortillas arrolladas, precisamente el burrito, que conquistó los EEUU, provocando la entrada triunfal de la palabra burro en los diccionarios
de inglés y en el habla de la Aldea Global.

Otro burrito célebre (y rucio como el de Sancho) fue Platero, el de Juan Ramón Jimenez. Pero el que quiero recordar hoy es el muy querible burrito cordobés, del hermoso bailecito de los Fronterizos, que pueden escuchar (y ver!) aquí.

Su letra sencilla pero poética siempre me ha cautivado. El burrito de la canción es todo "sombra y arrebol". ¡Qué hermosa, la palabra arrebol!. El diccionario la define como el color rojo de las nubes iluminadas por los rayos del sol.
El tornasolado de la piel del burrito, el atardecer en las sierras, y el rojizo del burrus latino parecen conjugarse en esa tierna imagen.
Y lo recuerdo en homenaje al Smial de Córdoba de la Asociación Tolkien Argentina, que -siguiendo seguramente la misma asociación de ideas que hemos desarrollado hasta aquí- decidió elegir como mascota del smial, a... ¡Bill, el burrito cordobés!