Es sabido que el nombre del tío architatarabuelo de Bilbo Bolsón, el gran Bandobras "Toro Bramador" Tuk, quedó en la historia de la Comarca relacionado con el nombre de un juego:
En la batalla de los Campos Verdes había cargado contra las filas de trasgos del Monte Gram, y blandiendo una porra de madera le arrancó de cuajo la cabeza al rey Golfimbul. La cabeza salió disparada unas cien yardas por el aire y fue a dar a la madriguera de un conejo, y de esta forma, y a la vez, se ganó la batalla y se inventó el juego de golf. (H:I:82)
No hace falta aclarar que hay, entre otros, un juego de palabras entre Golfimbul y golf (o incluso golfing ball). También es sabido, pero no tanto, que el apodo mismo Bull-roarer o "Toro Bramador" es en realidad el nombre inglés de un juguete.
O, más bien, de algo que puede ser un juguete. Tolkien, en su Guía de nombres, comentó:
Cuando escribí esto, creía que bullroarer era una palabra empleada por los antropólogos para referirse a instrumentos que producían un sonido de rugido, usados por pueblos no civilizados; pero no la encuentro en los diccionarios (ni siquiera en el O.E.D. Suppl.).
Hagamos un par de observaciones. En primer lugar, el nombre sí aparece en el Oxford English Dictionary ("O.E.D." en la cita), aunque medio oculto, pues no tiene una entrada propia sino que figura bajo bull ("toro") como un compuesto. Así que no es raro que Tolkien no lo haya encontrado en el O.E.D.; su fuente en todo caso no fue el diccionario sino, según se trasluce en la entrada de la Guía, la lectura de antropólogos. Como veremos en este post, la afirmación de Tolkien es exacta: desde 1880 el nombre de bull-roarer se aplicó a cierto tipo de objetos estudiados por los expertos en culturas "no civilizadas". El primer uso del nombre, sin embargo, no fue ése.
No es fácil decir en quién estaba pensando Tolkien al hablar de los "antropólogos", pero podemos al menos aventurar dos o tres nombres al menos que le eran muy familiares: ante todo el de Andrew Lang, en torno a quien gira el ensayo "Sobre los cuentos de hadas". Tolkien menciona allí su libro Myth, Ritual and religion (1887), que hace un par de referencias al bull-roarer, aunque (según veremos) Lang hizo en otro sitio un estudio detallado. También hay que pensar en Max Müller, a quien no pierde ocasión de criticar en aquel ensayo, y que también analizó con cierto detalle la cuestión en lugares diversos; y podemos sumar a J.G. Frazer, que lo menciona varias veces en su clásico The Golden Bough. La fuente de Tolkien pudo ser cualquiera de ellos, o todos ellos y otros más, aunque Lang ciertamente tiene casi todas las fichas.
El nombre genérico de este misterioso objeto, por supuesto, no es el específico de cada cultura. Se formó por analogía con un juguete común en Inglaterra durante el siglo XIX, conocido bajo muchas denominaciones. Probablemente en ese mismo país es mucho más antiguo, pero no hay registros, con ese nombre u otro, hasta fecha relativamente reciente: lo más temprano que conoce el O.E.D es quizás bummer en 1821, caso que mencionamos más adelante. El hecho es que algún antropólogo observó que los muchachos ingleses, especialmente en la campiña, jugaban habitualmente con un objeto de este tipo; y a la hora de referirse a ciertos artilugios que hallaron en culturas lejanas recurrieron a uno de sus nombres (aparentemente no el más común). Dicho esto, es llamativo que Tolkien se refiriese a él no como un juguete autóctono sino como un objeto exótico; sólo podemos concluir que o este divertimento no era conocido en el Sarehole de su niñez, o que (haya sido ése u otro su nombre) Tolkien no lo relacionó con las descripciones de los antropólogos; o que simplemente había olvidado su existencia.
Y ya me parece oír a los lectores: "Todo esto está muy bien, pero, ¿cómo es? ¿Cómo se juega? ¿Es divertido? ¿Dónde se consigue? ¿Puedo descargar una demo?"
Paciencia, que a eso vamos. La definición del OED es vaga: "used by Australian Aborigines in certain (religious) ceremonies", y deja que un ejemplo de 1881 dé los detalles: "a flat slip of wood a few inches long, narrowing to one or both ends, and fastened by one end to a thong for whirling it round, when it gives an intermittent whirring or roaring noise, heard a long way off"; pero no nos vamos a molestar en traducirlo, si contamos con una descripción más completa e interesante de la pluma del propio Andrew Lang (en Custom and Myth, cap. II "The Bull-roarer" - éste es el estudio detallado que mencionamos arriba):
[...] es un juguete que los muchachos campesinos ingleses conocen bien. Lo llaman el bull-roarer. El bull-roarer común es un juguete barato que cualquiera puede hacer. Sin embargo, yo no lo recomiendo a las familias, y esto por dos razones. En primer lugar, produce un estrépito espantoso y no comparable con nada, que lo hace estimable para los jóvenes pero detestable para personas de edad más madura. En segundo lugar, su naturaleza es tal que con toda probabilidad destruirá cuanto haya de frágil en la casa, a la vez que arrancará un ojo a más de uno de sus habitantes. Tras haber dicho, según creo, lo suficiente como para disuadir a todos los niños buenos de hostigar a sus padres, pastores y maestros con bull-roarers, procedo, en beneficio de la ciencia, a explicar cómo está hecho el juguete. Nada puede ser menos complicado. Se toma un trozo de plancha de madera de lo más común (por ejemplo, la tapa de una caja), de un sexto de pulgada de espesor, unas ocho de largo y tres de ancho, y se afilan los bordes. Tras esto, el juguete puede quedar con la forma de una hoja de laurel grande, o de un pescado (así es como lo hacen en Nueva Zelandia), o se puede dejar planos los costados en el centro y afilados sólo en los extremos, como en un ejemplar australiano que me prestó Mr. Tylor. Entonces se ata un trozo de cordel fuerte, de unas treinta pulgadas, a uno de los extremos, y ya está listo el bull-roarer (los nativos de Australia lo llaman turndun, y los griegos lo llamaban rhómbos). Ahora se enrosca bien firme el extremo del cordel en torno a un dedo, y se hace girar el bull-roarer en torno, con fuerza. Durante los primeros momentos no pasará nada. En una conferencia muy interesante ante la Royal Institution el Sr. Tylor exhibió una vez un bull-roarer. Al principio, al ser revoleado, no hizo nada en particular, y la audiencia comenzó a temer que aquél fuese uno de esos experimentos que, como mucho, contribuyen con un olor desagradable a la educación popular. Pero cuando el bull-roarer comenzó a entrar en calor justificó su nombre, produciendo lo que bien puede describirse como el ruido de un torrente poderoso, o como si algún ser sobrenatural "hubiese batido las alas zumbando, con rugido terrible" (1). La gente adulta, por supuesto, se conforma con una muestra muy breve de este estrépito, pero los muchachos ingleses han sabido desde siempre que el bull-roarer es uno de los modos más eficaces de producir esos ruidos espantosos y ultraterrenos con que la juventud tiene el privilegio de poder disfrutar.
Lang, con su estilo notable, rastrea a continuación el objeto por el mundo conocido. Pero no lo acompañaremos a él, sino a otro antropólogo, Alfred C. Haddon, que unos años más tarde siguió el mismo camino con una colección de datos ampliada. Lo describe en su interesantísimo libro The Study of Man (1898), cap. X "The Bull-Roarer".
Nos informa el autor, ante todo, que el nombre de bull-roarer fue aplicado por primera vez a objetos similares al juguete inglés por el Rev. Lorimer Fison en 1880 (Fison y Howitt Kamilaroi and Kurnai; la mención de 1881 en el O.E.D. es aparentemente una reseña de este libro). él hablaba del turndun australiano, pero desde entonces el nombre pegó para muchos otros, algunos de los cuales veremos aquí.
Luego Haddon da cuenta de los resultados de su investigación en torno a los bull-roarers ingleses, que es lo que reseñaremos en lo que queda de este post. Dice al respecto:
Durante los últimos años he estado coleccionando todos los especímenes y toda la información que me fue posible sobre este interesante objeto. Tengo uno hecho por un muchacho de Balham, en Surrey (Londres, S.O.); mide 7 3/8 pulgadas de largo y 1 1/4 de ancho (187 mm por 30 mm). Los extremos son cuadrados, y está aserrado en los lados. He oído decir que también existe en Essex, pero no he visto ninguno de éstos.
Uno se imagina el momento de la adquisición del objeto, y los posteriores comentarios del muchacho a sus amigos: "Sí, y me dio una guinea por él. ¡Una guinea! Mañana voy a llevarle dos trompos y (si nadie me ve) el aro de mi hermana. ¿Alguien tiene unas canicas?" El erudito, mientras tanto, sigue hacia el oeste:
En West Suffolk se lo llama hummer y tiene muescas pequeñas; he oído decir que en East Suffolk los bordes eran a veces planos. Tengo varios especímenes de distintas partes de Norfolk, donde se lo llama humming buzzer, o simplemente buzzer (10 1/8 por 1 1/2, 11 1/8 por 1 7/8, 11 1/2 por 1 3/8; o en milímetros 257 x 38, 282 x 47, 292 x 35). Los extremos son normalmente cuadrados, pero en el último el extremo de la cuerda es redondeado; los lados pueden estar aserrados, o tener simplemente muescas en ambas superficies, y las muescas son más o menos profundas según el caso. Hay un espécimen de buzz de Mid-Norfolk que es redondeado en el extremo de la cuerda y puntiagudo en el otro, y que sólo tiene cinco muescas de cada lado (7 1/4 x 2 1/8; ó 184 x 54). Se me ha informado que en Cambridge se llama bull y tiene bordes planos. En Bedfordshire su nombre es buzzer. La variedad de Lincolnshire, swish, es cuadrangular, como el modelo común de Norfolk, y con muescas. He oído que se halla también en el East Riding de Yorkshire, pero no tengo más detalles.
La lista de formas netamente inglesas sigue; en East Derbyshire, por ejemplo, se usa el bummer o buzzer, y el ejemplar que tiene el autor se caracteriza (a) por ser plano-convexo, (b) porque el cordel no está atado a un agujero (como en todos los demás casos) sino a dos muescas, una cerca de cada esquina de un extremo, y (c) porque está aserrado en toda la mitad opuesta, incluyendo el extremo. Toda una rareza. Hay otro modelo de Warwickshire con los bordes laterales levemente cóncavos. Luego está el bummer de Warwickshire como el anterior pero también usado en Staffordshire y Shropshire, donde los bordes son cóncavos pero por fortuna sólo cerca del extremo de la cuerda. El antropólogo dice: "Debo confesar que no estoy del todo satisfecho con respecto a estos dos últimos", pero no aclara si por razones científicas o porque no le gustó el sonido que emitían.
Siguiendo con las Islas Británicas, Haddon nos cuenta que "el Rev. Elias Owen, de Oswentry, amablemente hizo fabricar para mí un roarer tal como los que se usaban hace sesenta años en Gales". Como peculiaridad de este artilugio címrico acota que "aunque hay un gran agujero en uno de los extremos, curiosamente, el hilo está atado en un agujero pequeño en el extremo opuesto". Sobre Escocia cuenta lo siguiente:
He oído decir que el bull-roarer era llamado thunder-spell en algunas partes de Escocia, y en Aberdeen se conocía como thunder-bolt. El profesor Tylor también lo tiene registrado en Escocia. Mi amiga la Sra. Gomme ha tenido la gentileza de permitirme copiar lo siguiente del segundo volumen de su libro Traditional Games of England, Scotland, and Ireland (1898, p. 291): "Thun'er-Spell.- se toma una tablilla delgada de madera, de unas seis pulgadas de largo por tres o cuatro de ancho, y se redondea uno de los extremos. Se practica un orificio en ese extremo, y en él se ata un trozo de cordel de dos o tres yardas de largo. Luego se lo hace girar velozmente en torno, de modo que produzca un zumbido. A mayor velocidad, mayor será el ruido. Se creía que usando este instrumento durante una tormenta uno se salvaba de ser alcanzado por el thun'er-bolt. Yo [Dr. Gregor] lo he usado con esta intención [Keith]. En otros sitios se usa simplemente para hacer ruido. Por lo general tiene muescas profundas en todos los bordes, para aumentar el ruido.
Hace algunos años, se observó que un muchacho pastor hacía uno de éstos en la cocina de una granja. Luego se descubrió que, cuando se lo enviaba a traer a las vacas del campo para el ordeñe, solía usarlo para asustarlas, y ellas volvían corriendo frenéticamente al pesebre. El ruido espantaba a las vacas porque semejaba el del moscardón o cleg. Este tormento hacía que irguiesen la cola y se precipitasen enfurecidas a través de los campos o dirigiéndose a los establos, para protegerse de sus ataques. Más de una vez he oído usar la siguiente fórmula para el mismo propósito: Cock tail! cock tail! Bizz-zz-zz! Bizz-zz-zz! - Keith (Rev. W. Gregor).
El Dr. Gregor consiguió uno de los que se usaban en Pitsligo y lo envió al Pit-Rivers Museum de Oxford, donde está ahora [el thun'er spell, no el doctor].
Todavía se halla a veces [idem] en distritos rurales, pero se usa sólo para hacer ruido.
Otro corresponsal, el Sr. W.S. Laverock del Liverpool Museum, informa a Haddon que los thunner spells son comunes en Aberdeenshire y Kincardineshire, y comenta que no sabe a ciencia cierta si la palabra spell significa en ellos un hechizo, o si es la forma escocesa de spill ("astilla" o "viruta").
En el prometedor libro de la Sra. Gomme también se lee sobre el juego de bummers, mencionado en 1821 en la Blackwood's Magazine (2), y allí se cita la autoridad de un etimólogo de la talla de J. Jamieson para afirmar que el nombre procede, inesperadamente, del sonido que produce.
En Irlanda halla dos menciones, una en el condado de Cork y otra en Ballycastle, desde donde el Rev. J.P. Barnes le envió un espécimen largo, estrecho y de bordes lisos. Como escribe el reverendo:
A partir de las investigaciones que he realizado llego a la conclusión de que el bull-roarer (nombre que se le da localmente) no es autóctono sino importado. El muchacho que me lo dio dice que recibió la idea de su padre, que es guardacostas; su padre una vez ató un cordel a un trozo de madera que estaba junto al fuego y comenzó a hacerlo girar para entretener al pequeño, diciendo: "Esto vi que hacen los negros en las Indias Occidentales".
Haddon comenta que la última acotación es sugerente, porque el aparato no se parece a los que recogió en Inglaterra sino más bien al palo de Oro en África Occidental; Oro no es un metal sino una deidad, y agrega el autor: "Sería una extraña circunstancia (pero no más que otras que ya hemos estudiado) si el temible dios de la venganza de África Occidental se hubiese transformado en el juguete de un muchacho en el norte de Irlanda." Pero estas cuestiones oscuras quedan para otra entrega; hoy quiero terminar con los casos británicos.
Un informante anónimo advierte al autor que en County Down (costa N.O. de Irlanda) son comunes entre los muchachos los boomers, con muescas y formas diversas. Dice el informante que una vez, de niño, estaba jugando con un boomer, y una anciana del campo dijo que era una cosa 'sagrada'. Haddon no parece tener más datos sobre el caso, pero observa que "sería interesante seguir esa pista".
Eso es lo que hay, entonces, sobre el bull-roarer en las Islas Británicas. Hay por lo menos una docena de nombres: hummer, humming buzzer, buzzer, buzz, bull, swish, bummer, roarer, thunder-spell, thunder-bolt, boomer. Algunos nombres derivan de verbos onomatopéyicos (hum y bum "canturrear", buzz "zumbar", boom "retumbar", swish "silbar", y también humbuzz, whizzer y whizzing-stick, que no habíamos mencionado), otros describen el sonido de manera más imaginativa, como el bull-roarer (o el thunderer, tampoco mencionado antes), y añadiendo tal vez un elemento mágico: el thunder-spell imita el trueno, pero evita el rayo.
Con tanto toro bramador dando vueltas, la campiña británica durante el siglo XIX tiene que haber sido un lugar especialmente peligroso: debió resultar difícil andar al aire libre sin que un muchacho le corte a uno la cabeza mientras juega, o un pastor le arranque un ojo mientras arrea vacas, o (en caso de tormenta eléctrica) un simple transeúnte le arranque el cuero cabelludo, al grito de "Allá darás rayo, en cas de Tamayo" o su equivalente; o (por qué no) se puede ser víctima de un antropólogo entusiasta. Curioso que haya quedado nadie sano en las Islas.
En nuestra próxima entrega, provistos de cascos, seguiremos acompañando al simpático Haddon en sus paseos por el resto de Europa y del mundo, atentos al ya familiar zumbido, y trataremos de llegar a algún moderno autor de fantasía que se ha valido del instrumento en su obra.