miércoles, 23 de septiembre de 2009

Gamgee Cotton

Uno de los proyectos más ambiciosos en los que he participado es el estudio de la traducción de nombres propios en la obra de Tolkien. Como todos los proyectos del DTI, es una tarea de años, cuyo impulso "se enciende según medida y se extingue según medida".

Se trata de investigar cómo se han vertido al castellano los nombres en inglés de El Hobbit, El Señor de los Anillos, El Silmarillion, etc., e indagar el origen y sentido de cada nombre, para poder juzgar la traducción sobre una base firme.

La cantidad de nombres es inmensa. Se cuentan por miles. Los hay más sencillos, casos en los que dos renglones bastan para despachar cuanto haya para decir; y los hay complejísimos, que dan lugar a largos estudios, muchos de ellos no acabados todavía. Este post es un avance de parte de los resultados de uno de esos estudios.

En El Señor de los Anillos, los nombres de las familias de Sam Gamyi y Rosita Coto tienen detrás una historia compleja e interesante, compuesta de varios elementos entrecruzados. Tratemos de reunirlos.

Ante todo, en Cartas #257 se cuenta que durante las vacaciones de 1932 Tolkien entretenía a sus hijos dando el mote de Gaffer Gamgee (en castellano, "el Tío Gamyi") a un personaje local: "un vejete que solía andar de aquí para allá, intercambiando habladurías, noticias del tiempo y otras cosas por el estilo". Aparentemente no era ése su verdadero nombre: en inglés, gaffer es una palabra familiar para "sujeto, individuo, tío"; y Tolkien tomó el apellido Gamgee del gamgee tissue, nombre dado al algodón absorbente de uso quirúrgico. Procede del apellido de su inventor, el doctor S. Gamgee, en el siglo XIX (aunque aparentemente durante la infancia de Tolkien se usaba para designar cualquier algodón, cfr. Cartas #76). Por otra parte, la unión de los dos elementos "fue fundamentalmente dictaminada por la aliteración", es decir, por la aparición del sonido g al principio de cada uno. Como Gaffer Gamgee, entonces, entró el anciano a formar parte del folklore familiar, del que también fueron parte Tom Bombadil o el mismo Bilbo Bolsón.

Al escribir El Señor de los Anillos introdujo al personaje de casi inmediatamente (RS:44), a modo de broma privada; no sabiendo que su hijo Sam, quien sólo apareció mucho después (RS:280, 306, 314 y sigs.), finalmente iba a tener un papel fundamental en la historia.

Más tarde, sin embargo, cuando la estructura lingüística de la Comarca se fue ajustando y se hizo evidente su correlación con la nomenclatura inglesa, Tolkien se arrepintió de haber dado el apellido Gamgee a personajes tan importantes de su historia, porque sospechaba (probablemente con razón) que ese apellido no era de origen anglosajón. Escribió entonces a su hijo Christopher (Cartas #72): "Los hobbits de esa clase tienen por lo general nombres muy sajones; y no estoy verdaderamente satisfecho con el apellido Gamyi [Gamgee] y lo habría reemplazado por Buenchico [Goodchild] si pensara que tú me lo permitirías". Su hijo le contestó (GA:144) que "jamás desearía ver a Gamyi sustituido por Buenchico", porque Gamgee era para él "la expresión esencial de la 'rusticidad hobbit' en su aspecto 'ligeramente cómico', muy importante para el conjunto de la obra". Al recordar esto, Christopher reconoció que lo había dicho "sin comprender en absoluto su punto de vista": suponemos que al hablar de "la expresión esencial de la 'rusticidad hobbit'" tenía en mente al vejete de 1932, y no a los componentes lingüísticos del nombre. Su padre lo aceptó (Cartas #76), pero seguía dudando que Gamgee fuera inglés, y "si lo hubiera pensado al principio, habría dado a todos los hobbits nombres muy ingleses que estuvieran a la altura de la Comarca".

Pero Tolkien, abundante en recursos, halló no uno sino dos caminos para solventar esta dificultad. En primer lugar, casó al Tío con Bell Goodchild ("Campanilla Buenchico"; no aparece en todas las ediciones castellanas de los Apéndices), con lo cual Sam pasó a ser un Buenchico por parte de madre. Esto, incidentamente, recuerda el caso de Tolkien, cuyo apellido paterno era ciertamente de origen alemán, pero que (podríamos decir) se sentía mucho más heredero de su ascendencia materna, los Suffield, apellido inglés de antigua estirpe.

El segundo camino fue aun más ingenioso: imaginó un origen inglés de Gamgee en un supuesto topónimo Gamwich, compuesto de game "juego" y wich "aldea". En el Apéndice C, en el árbol genealógico de Sam, se encuentra a su tatara-tatarabuelo, Hamfast of Gamwich, nombre en el que el of revela el sentido toponímico del apellido. En la generación siguiente Wiseman Gamwich ya lo porta como simple apellido. Luego Hob Gammidge, bisabuelo de Sam, muestra variaciones fonéticas: asimilación de mw a mm, y sonorización de ch a dge. Este mismo Hob recibe el apodo de Old Gammidgy, donde Gammidgy aparentemente mantiene el acento en la primera sílaba. Su hijo Hobson es llamado a su vez Roper Gamgee. La forma Gamgee surge por síncopa de la vocal media (no acentuada) de Gammidgy, simplificación de mm y grafía alternativa de dgy como gee (sin cambio de sonido); y ya quedó formado el apellido del Tío y de Sam, desde un origen inglés imaginario.

Todo esto, por supuesto, es fantasía. Cuando en 1956 contestó a un Sam Gamgee verdadero (que le había escrito interesado por la aparición de un personaje de su mismo nombre, Cartas #184) y cuando escribió la Guía de los nombres Tolkien todavía no había averiguado nada sobre el verdadero origen de Gamgee; recién en una carta de 1971 (Cartas #324) encontramos más precisiones:

Gamgee es una cuestión muy diferente. [...] Recientemente, en el volumen dedicado a Gloucestershire (vol. III) de la English Place Names Society, me topé con formas que plausiblemente podrían explicar el curioso Gamgee como variante del no infrecuente apellido Gamage (Gammage, Gammidge). Este nombre deriva en última instancia del apellido de Gamaches .... pero los primeros registros de las formas de este nombre en Inglaterra, Gamages, de Gamagis, de Gemegis, bien podrían tener la variante Gamagi > Gamgee.

Su referencia a Samson Gamgee es, pues, muy interesante. Como que se lo menciona en un libro sobre la judería de Birmingham, me pregunto si esta familia no sería también judía. En ese caso, el origen del nombre podría ser muy diferente. No es que un nombre de forma francesa o afrancesada sea imposible para un apellido judío, en especial si está establecido en Inglaterra desde antigua data. Asociamos ahora los nombres judíos en amplia medida con el alemán y con el yidish coloquial, que es de origen predominantemente alemán. Pero la lingua franca de la judería medieval era (me lo ha dicho Cecil Roth, un amigo mío) de carácter francés o francés-provenzal.

Es necesario recordar que estas averiguaciones sobre el nombre, de todos modos, fueron muy posteriores a la redacción de El Señor de los Anillos. Mis propias investigaciones genealógicas (ejem) apuntan más bien a una forma previa Gamgay; la más antigua atestación que he hallado es recién del siglo XVIII.

Pero la historia no termina allí; es necesario entrelazarla con el apellido de la esposa de Sam, Rosita.

El antepasado más antiguo del que se tiene memoria es un tal Cottar. También es un apellido inglés existente; como sustantivo común, cottar es una variante de cotter, que proviene del inglés antiguo cot (= 'cottage, house, bed-chamber, den', según Bosworth-Toller; todavía existe en inglés moderno, aunque normalmente lo reemplaza su derivado cottage), y significa “habitante de una cabaña”. El nombre de su hijo Cotman significa "hombre de cabaña", y a partir de él todos sus descendientes (incluyendo al Granjero Coto y a su hija) llevan el apellido Cotton, que significa "pueblo de cabañas" (siendo ton la forma breve de town "población" usada en compuestos).

Como Tolkien señala en la Guía, también Cotman y Cotton son apellidos ingleses comunes, ambos con el origen y significado expuesto. Pero la casualidad ha querido que el último coincida con el sustantivo cotton "algodón" (que etimológicamente no tiene conexión con los apellidos); y he aquí que uno de los nombres del gamgee tissue, el algodón que dio origen a todo esto, ¡también es gamgee cotton!

Tolkien comentó repetidas veces este juego de palabras, como en Cartas #144, donde dice: "Como Sam era íntimo amigo de la familia de Coto (el nombre de otra aldea), tuve la tentación de incurrir en la broma hobbit de escribir Gamwich [como] Gamgee, aunque no creo que en el verdadero dialecto hobbit la broma tuviera efecto". Muy similar es el comentario en el Apéndice F: "no hubo intención de aludir a la conexión de Samsagaz con la familia de Coto, aunque una broma de esa especie habría sido bastante del gusto hobbit, si en su lenguaje hubiera alguna justificación". La referencia es bastante oscura para el lector castellano, que probablemente no disponga en principio de los datos ya expuestos aquí.

Ahora bien, hay una vuelta más en esta tuerca. Si volvemos ahora la mirada a las formas de los nombres y apellidos de los hobbits en la verdadera lengua común (de la que Tolkien habría traducido al inglés), a las que tenemos acceso en el Apéndice F pero también (y sobre todo) en el último volumen de la Historia de la Tierra Media, encontramos los siguientes equivalentes:

lengua comúninglés
galap, galab-game
bas-wick, -wich
GalabasGamwich
GalbasiGammidgee
GalpsiGamgee
hloth(o)*cot, cottage
ran(u)town, -ton
ram(a)*man
HlothramCotman
HlothranCotton

* Las formas completas hloth(o) y ram(a) provienen de los manuscritos de Marquette, y fueron publicadas en Tyálië Tyelelliéva #17.

En las series de elementos y nombres en la lengua común es evidente una derivación más o menos parecida a la que muestran las formas en inglés, pero aquí todavía hay una sorpresa adicional: aunque Tolkien dijo varias veces (como ya vimos) que en la lengua de los hobbits no era posible el juego de palabras en torno a Gamgee cotton, según vemos en Los pueblos de la Tierra Media alguna vez pensó en incluir al menos una referencia velada. En primer lugar, la pronunciacion de la lengua común en la Comarca difería en algunos aspectos de la del resto de la Tierra Media, y uno de esos aspectos parece haber sido la sonorización de hl inicial, de modo que Hlothran se pronunciaba como Lothran; dice Tolkien: "Es notable que, a pesar de que el parecido no es tan grande como el de nuestro Coto [en inglés, Cotton] y el nombre cotton, «algodón»; en L.C. las palabras luthur, luthran significaban «pelusa, lanilla»" (PTM:70). De todos modos, no había un cirujano hobbit inventor del galpsi luthran. Y si surge la pregunta de por qué no lo hizo directamente similar a la palabra en L.C. para "algodón", y prefirió "pelusa, lanilla", la respuesta está en la Guía: "Se representa a los Hobbits como fumadores de tabaco, y esto se hace más o menos creíble por la sugerencia de que la planta fue traída de más allá del Mar por los Hombres de Oesternesse (I 18); pero no hay intención de que se suponga que el algodón fuera conocido o usado en aquel tiempo". No ha de deducirse de esto que Tolkien crea que el algodón proviniese de América. La planta era cultivada en Oriente desde antiguo, pero era prácticamente desconocida en Inglaterra antes del siglo XV, y sólo ocasionalmente ingresaba el producto terminado.

Pasando por último a las adaptaciones al castellano de este complejo de nombres, hay que tener en cuenta, ante todo, que es muy difícil que cualquier juego de palabras en un idioma se preste para mantenerse en la lengua de traducción, por hábil que sea el traductor. Tolkien mismo lo reconoció en la Guía, refiriéndose a la similitud entre el apellido Cotton y el sustantivo cotton: "Dado que es muy improbable que en cualquier otra lengua un nombre popular normal y frecuente recuerde de algún modo al equivalente de cotton (el material), esta similitud en el texto original puede pasarse por alto. No tiene importancia para la narración".

Sin embargo, el traductor en este caso, en vez de elegir para Cotton entre uno de los dos significados (preferentemente el de "conjunto de cabañas", según la indicación de Tolkien en la Guía; podría haber sido Cabañal), prefirió una adaptación fonética como "Coto", aunque en castellano "coto" significa ante todo "terreno cercado". Al mismo tiempo, redujo el sistema de tres elementos Cottar, Cotman y Cotton a dos solamente, "Cottar" y "Coto"; es decir, mantuvo el primero (no interpretable en castellano) y unificó los dos siguientes.

Con respecto al apellido de Sam, la indicación de Tolkien fue que se mantuviera con las adaptaciones fonéticas necesarias, ya que no resultaba analizable (recordemos que hasta el final de su vida estuvo tratando de averiguar su origen); el traductor en este caso siguió la indicación, pues Gamgee y "Gamyi" se pronuncian de modo muy similar. Podemos suponer entonces que Tolkien se resignaba a perder la etimología que había inventado, porque al igual que en el caso anterior debía ser consciente de que era muy difícil que el nuevo idioma se prestara. Queda por decidir qué se hace con las formas anteriores del apellido.

En este caso el traductor parece haber intentado un juego similar, pero poco afortunado. Mantuvo la forma más arcaica (como "Gamwich"), pero transformó Gammidge y Gammidgy en "Gammini". Poco afortunado, decimos, porque es imposible explicar "Gammini" (con el aire italiano de su terminación), como derivado del muy inglés "Gamwich" y también como antecedente del oscuro "Gamyi". Mucho más adecuado que esta mezcla hubiera sido mantener las formas originales, aunque no fueran analizables, para no perder al menos la coherencia lingüística.

martes, 22 de septiembre de 2009

Mi palabra favorita

Éramos una docena los que estábamos reunidos en la espaciosa y acogedora sala que daba al jardín. El anfitrión, uno de los miembros de la compañía para la que trabajo. El lugar, Houston, Texas. Todos los presentes pertenecián a la clase de los modernos trotamundos, que por motivos laborales han conocido gran parte del orbe y chapurrean o adivinan varios idiomas. Las condiciones ideales para la pregunta que quería hacerles:

-What is your favorite spanish word?


Enseguida todos se pusieron a rebuscar en su memoria. Déjemoslos por un momento concentrados en esa actividad, para intercalar una reflexión. Ahora que llevo décadas de familaridad con el inglés, me siento muy poco capaz de elegir palabras que me gusten o disgusten de ese idioma. Pero recuerdo bien que en mi infancia algunas palabras de esa lengua incomprensible pero omniopresente me deslumbraban. Tal vez la más mágica de todas era butterfly. A veces lo que nos atrae o repele en una palabra son las asociaciones que evoca (como jitanjáfora, por ejemplo, o como compota, que sospecho era la principal razón por la cual mis hermanos y yo no queríamos probar la compota). Pero en butterfly la magia estaba exclusivamente en el sonido.

Tolkien era especialmente sensible al sonido de las palabras. Parece que una de sus expresiones favoritas en inglés era cellar door.
Most English-speaking people...will admit that cellar door is 'beautiful', especially if dissociated from its sense (and from its spelling). More beautiful than, say, sky, and far more beautiful than beautiful.
(English and Welsh, essay, 1955)
Pero volvamos a nuestros amigos de Houston, que ya se han decidido.
Jerry, que no es demasiado ducho en español, opta por la palabra mañana, y menciona también la frase nada de nada, que le parece muy curiosa. Ambas expresiones tienen la misma musicalidad aliterada.
Víctor, que en cambio es políglota y domina la lengua de Cervantes, se inclina curiosamente por la palabra facultad; dice que siempre le gustó, pero no puede explicar mucho por qué.
Nuestro anfitrión, Don, confiesa que su palabra castellana favorita es entonces. "Me hace sentir importante", agrega, y todos rien. Yo no logré entender dónde estaba la gracia, aunque debía haber allí un juego de palabras. Tuvo que explicármelo él. Para un oído inglés, entonces suena a "And Don says". Cada vez que escucha una conversación en castellano, le queda la agradable sensación de que lo citan frecuentemente para refrendar alguna aseveración.
Kathy, que ha tomado clases de español y ama el sonido de nuestra lengua, dice que hay una en especial que le parece la más bonita que existe, y se descubre repitiéndola una y otra vez. ¿De qué palabra se trata? Pues de la palabra palabra. "Palabra, palabra", exclama con ojos soñadores. También le fascina la palabra sueño. "Sueños y palabras" declamo yo teatralmente, y ella suspira más teatralmente aun.
Por último responde Jeff. Es un enamorado del castellano, y tiene algo de pintor y de poeta. Entre las palabras que le gustan tienen un lugar especial albóndigas y madrugada. ¡Qué linda la palabra madrugada, qué sabrosa ha de ser la albóndiga! Pero hay una palabra, agrega con aire misterioso, que conoció en España, y que es la más hermosa que pueda existir en cualquier idioma. Se puso de pie y la pronunció con morosidad y delectación, como quien recita un poema:

Guadalquivir.

Luego sonrió, y me preguntó si no tenía razón. "Sí", le dije, porque sentía que acababa de descubrir yo también mi palabra favorita.


El río Guadalquivir y la ciudad de Córdoba

viernes, 11 de septiembre de 2009

Vichando palabras a la luz de la vela

Terminé de leer ayer Don Segundo Sombra. Mi profesor de primer año de la secundaria nos había encomendado esa tarea, pero en su momento sólo tuve tiempo para hojear apresuradamente algunos capítulos, los justos para aprobar el examen, y como lo que leyera me gustara, me dije que apenas pudiese retomaría la novela para leerla con la atención que se merecía.

Ese “apenas pudiese” se demoró 32 años, pero finalmente llegó, y ha sido un enorme placer. Este libro de Ricardo Güiraldes es el homenaje más conmovedor y concienzudo que he visto a la gente de campo del Río de la Plata, a los gauchos del siglo XX, los domadores y reseros que surcan la pampa en intimidad con su vasto silencio.

A la hora de recomendar la lectura de Don Segundo, me asaltan las dudas. Ciertamente se hará cuesta arriba a los que estén muy ajenos al vocabulario de la región. Y los que buscan sobre todo una trama interesante encontrarán que ésta es lineal y desprovista completamente de intriga. Pero la prosa de Güiraldes es un prodigio de poesía, simple y viril como sus troperos, una amalgama feliz de vocabulario gauchesco y estilo refinado.

Don Segundo Ramírez,
inspiración de Don Segundo Sombra

Entre las cosas que más me conmueven en libros como éste se encuentra el rescate de palabras populares que marcan un lugar y una época, y que siempre corren el albur de perderse. Qué mejor que quedar cristalizadas en un párrafo de Don Segundo Sombra, ¿no?

Por ejemplo, el verbo vichar.

Detrás de unos junquillales voló de golpe una bandada de patos, apretada como tiro de munición. El bayo Comadreja plantó los cuatro vasos en una sentada brusca y bufó a lo mula. Quedamos todos quietos, en un aumento de recelo.

Atrás de los junquillales vimos azulear una chapa de agua como de tres cuadras. Volaron bandurrias, teros reales y chajás. Parecían tener miedo, y quedaron vichándonos desde el otro lado del charco. Sabían algo más que nosotros. ¿Qué? (Capítulo XV).

Yo estoy sospechando que el verbo vichar, que mi madre usa tanto, ha de estar perdiéndose. Ya casi no lo escucho, ¡y es tan expresivo! Qué curioso es el cariño que solemos desarrollar por algunas palabras, en especial ésas que no forman parte de la lengua estándar y se circunscriben al ámbito familiar.

Vichar es un término que hasta donde yo sé se usa sólo en el Río de la Plata (es decir, Argentina y Uruguay). Significa "observar con disimulo", "espiar", o simplemente "dedicarse a observar muchas cosas", como cuando mi mamá dice que estuvo "vichando vidrieras".

¿De dónde viene este verbo? No se trata de una alteración expresiva de ver, como podría llegar a conjeturarse, sino que es un brasilerismo, como suele pasar con muchos términos del Río de la Plata (los gauchos de la época colonial no sabían de fronteras políticas). El término portugués es vigiar (gallego vixiar), que se pronuncia muy parecido a nuestro vichar, y significa "vigilar, observar atentamente, observar con disimulo".

Por supuesto, vigiar proviene del latín vigilare. Vigilare era estar despierto haciendo guardia, especialmente por la noche, mientras otros dormían. La acción de transcurrir despierto las horas destinadas al sueño es, como sabemos, la vigilia. La raíz indoeuropea de esta palabra es *wog-/*weg, "estar vivaz, sentirse fuerte", que a través del latín nos dio también vigor, veloz, vegetal, etc., y en inglés, a través del protogermánico wakan, la palabra que designa la guardia noctura (watch), y el hecho de estar despierto (awake).

Pasar la noche despierto es pasar la noche en vela, porque vela es el descendiente patrimonial directo de vigilia (que dio veglia en italiano). Si alguna vez se preguntaron qué relación hay entre una vela (="candela") y la vela de un barco, la respuesta es: etimológicamente, ninguna. La vela del barco es el plural latino de velum ("velo", "cortina"), del cual nos llega develar, revelar, veladura. La vela que encendemos en el candelabro, en cambio, comenzó a llamarse así por ser la compañera más usual de una noche de vigilia, es decir, una noche de vela.

En estos lares la palabra por excelencia para hablar del tubo de cera con un pábilo dentro es vela. No se usan ni candela ni bujía, y cirio está confinado a la vida religiosa. Pero si vela goza de buena salud, su pariente vichar no puede decir lo mismo. Así que tributémosle aquí nuestro pequeño homenaje de vigías en la noche, que puede servir para que su llama no se apague del todo. Y cantemos, con Celedonio Flores:

Se vino la noche
copándose al sol
y sobre los campos
su manto tendió.

El ojo 'e la luna
se puso a vichar,
farol de los gauchos
en la "escuridá".

Por el sendero
gimiendo va
una carreta que va pa'l poblao
hamacándose de aquí para allá,
mientras sentado en el pértigo va
el viejo Pancho Aguará.

(Farol de los gauchos, zamba, música de Eduardo Pereyra y letra de Celedonio Flores )