Hláford y yo estábamos en el escritorio de la oficina comiendo en silencio sendos emparedados cuando se escuchó un taconeo que se acercaba por el pasillo, y una silueta femenina se recortó contra el vidro esmerilado de la puerta, ocultando por un instante la inscripción Bungo y Hláford: Hurgapalabras.
Un momento después una mujercita de ondulada cabellera irrumpió en la estancia, visiblemente agitada. Saqué los pies del escritorio, me limpié unas migas, y le indiqué que se sentara.
-Tienen que ayudarme –musitó, buscando un pañuelo en su cartera y enjugándose delicadamente unas lágrimas-. Tengo un problema con una palabra.
-Ha llegado usted al lugar adecuado, querida –dijo Hláford. Sacó del último cajón una botella de whisky y le sirvió un vaso-. Pruebe esto, le hará bien. Tómese su tiempo y cuéntenos todo desde el principio, señorita...
-Cristania. Cristania Andoandorello.
La muchacha tomó un sorbo del brebaje y dio un suspiro. La persiana americana a nuestras espaldas dibujaba listones horizontales de sombra en su bonito rostro.
-¿Y bien, señorita Andoandorello? –dijo mi compañero.
-Se trata de ese hombre en el curso –comenzó ella-. Nos habló sobre plagio.
Con un golpe seco extraje dos cigarrillos del paquete. Tomé uno y le ofrecí el otro a la muchacha.
-Fume esto, le hará bien. Conque plagio. Me imagino que lo mencionaría al pasar, como un modo de introducir el tema. Conozco ese tipo de sujetos, vaya si los conozco.
-Él dijo... Él dijo que la palabra originalmente tenía que ver con que el plagiario vendía un esclavo tuyo haciéndolo pasar por propio, y yo quería saber si era... -se sonó la nariz-. Si era realmente así.
Hláford se levantó y posó una mano sobre su hombro.
-Quédese tranquila. Si es verdad, nosotros lo averiguaremos.
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Mientras Hláford se dirigía al barrio latino, donde tenía su guarida la pandilla del Latin Oxford Dictionary, yo decidí pasar a saludar al viejo Corominas, a ver qué sabía del asunto. Antes de eso le hice una breve llamada a Etymonline, recordando que plagio también existía en inglés como plagiarism. Ese Etymonline es un tipo eficiente y rápido que ha recopilado mucha información etimológica inglesa.
-Aquí en inglés plagiarism está documentado desde 1621 -me dijo, del otro lado de la línea-. Yo que usted investigo a un tal Marcial. Fue él quien usó por primera vez la palabra con el sentido de "ladrón literario". El significado original del latín plagiarius era "secuestrador", "saqueador", "seductor".
Conque Marcial. Bien conocía yo a ese hispano, que solía ganarse la vida escribiendo epigramas mordaces y vagando por las calles de la gran ciudad. El uso metafórico de "saqueador" estaba entonces claro, pero ahora quería ir más atrás y ver de qué raíz provenía plagium, a ver si encontraba alguna pista de aquello que le habían contado a la señorita Cristania. Por ahora, de apropiarse de esclavos ajenos no había ni rastros.
Toqué timbre en lo de Corominas y me atendió su secretario, Pascual.
-El profesor está ocupado en su fichero, y de un humor de perros. ¿Lo puedo ayudar yo? -me preguntó.
-Ando tras la etimología de plagio.
Del otro cuarto llegó la voz cascada del viejo Corominas. -¡Que busque en llaga!
-Creo que el profesor no me escuchó bien -le aclaré en voz baja a Pascual-. Lo que yo busco es plagio.
-Corominas lo ha entendido bien. Llaga viene del latín plaga, "golpe, herida". Y en el artículo Llaga comentamos que el cultismo plagio (registrado en diccionarios españoles desde 1869), está tomado del latín plagium "apropiación de esclavos ajenos", "plagio literario", sustantivación del griego πλάγιος "oblicuo", "trapacero, engañoso", de la raíz de πλάζειν "golpear", "hacer vacilar", "descarriar", que es la misma del latín plaga.
-Así que de allí han sacado lo de "apropiación de esclavos ajenos" -dije, rascándome la barbilla-. Gracias, profe, me ha sido de mucha utilidad.
Al mediodía estaba acodado en el mostrador del bar de la esquina, deglutiendo un triste remedo de hamburguesa, cuando Sam me alcanzó el teléfono. -Llamado para usté -dijo, sin sacarse el cigarro de la boca.
-Bungo, soy yo -exclamó Hláford del otro lado de la línea-. ¿Alguna novedad?
Le conté lo de πλάζειν y la relación entre plagio y plaga.
-Pero es que hay dos plaga en latín –me interrumpió mi colega-, uno con a breve y otro con a larga. Corominas está confundiendo a los dos.
Ajá. El viejo truco de los hermanos gemelos que se hacen pasar el uno por el otro. Comprendí que había que andar con pies de plomo en este caso, si no queríamos acabar en el fondo del río con zapatos de cemento.
-Pero hay más –continuó Hláford-: el tal plaga no está solo. Hay toda una red de palabras relacionadas, con una extensión insospechada. Está literalmente plagado de ellas. No puedo decirte nada más por teléfono, pero nos vemos en la oficina en unos minutos.
-Entendido. Ándate con cuidado.
-Tú también.
Con cierto trabajo di cuenta del resto de mi hamburguesa, dejé un cuarto de dólar en el mostrador y crucé la calle con aire despreocupado. Estaba por abrir la puerta de la oficina cuando noté que alguien se había metido en ella: a través del vidrio se dibujaba una silueta que rebuscaba en nuestro escritorio. La cosa, entonces, iba en serio.
En casos así lo esencial es la sorpresa. Entré de improviso y apagué la luz con un manotazo. Acto seguido me arrojé sobre el intruso con mis ciento veinte kilos. Caímos juntos, pero el sujeto logró zafarse, se rehizo y me aplicó un golpe en la boca del estómago que me dejó momentáneamente sin aire. Mi mano, sin embargo, atenazó su cuello, y sin perder tiempo le propiné un derechazo a la mandíbula como para dejarlo K.O. El tipo cayó sobre el estante de los biblioratos, que se desmoronaron sobre su cabeza, pero se puso de nuevo de pie y se escurrió detrás del escritorio. Di un paso adelante para arrojarle una silla cuando un rayo de luz se coló por la persiana y me iluminó el rostro.
-¡Bungo!- exclamó el atracador, con una voz que yo conocía bien.
-¿Hláford? ¿Eres tú?
-¿Y quién si no? ¿Te proponías matarme?
Por un instante el silencio se adueñó de la oficina. Luego nos dejamos caer exhaustos en nuestras sillas y procedimos a las explicaciones de rigor.
-Plāga con a larga –comenzó Hláford- significa en latín “golpe dado con violencia”, y por extensión “la herida o incisión provocada por ese golpe o cuchillada”. Los muchachos del Oxford Latin Dictionary lo ponen en relación con el verbo plango, cuya primera acepción es “golpear”, la segunda “golpearse el pecho en señal de dolor”, y la tercera, directamente “llorar, lamentarse”.
-De allí ha de venir nuestro plañidero.
-Exactamente. Pero también llanto, que (como el italiano pianto) viene de planctus. Y por supuesto, de esa plaga viene el español plaga. Las siete plagas de Egipto fueron literalmente “azotes o heridas”. En cambio, plăga con a breve significa “espacio abierto de tierra, cielo, o mar”, “extensión, territorio o región”, “cubrecama”, “red usada para cazar”, “telaraña”. De este plaga con a breve viene plagium, que significa “red de caza”, y “raptar”.
-Se me hace difícil saltar de la “extensión” al “raptar”, aun pasando por la “red de caza”. Y de todos modos, no hemos llegado a la apropiación de esclavos ajenos.
-Un detalle a tener en cuenta es que el OLD cubre más o menos hasta el siglo II de nuestra era. El latín cristiano no está incluido. Tal vez el uso es posterior.
-Ya. Cuando decimos "latín" en realidad deberíamos ser más precisos. Fueron muchos siglos de latín. Pero si la solución está en el latín medieval, el que nos puede ayudar entonces es el profesor Niermeyer. ¡Andando!
Nos subimos al Buick y unos minutos después estábamos frente al despacho de Niermeyer, donde una placa rezaba Mediae Latinitatis Lexicon Minus, composuit J.F. Niermeyer.
Mientras subíamos las escaleras, Hláford seguía comentándome sus investigaciones.
-¿Adivina con qué palabra griega está relacionada plăga con a breve? Con πέλαγος, de la que nos llegó archipiélago. Y con πλάξ, latín planus, “plano”. O sea que pertenecen a su familia planicie, llano, plan, y también plato, plata, y plaza. En cambio a plaga con a larga la relacionan con los verbos griegos πλάζω, πλήγνυμι, “desplazar”, “apartar”, “vagar”, de donde planeta.
-Esos tipos están relacionados con todo el mundo. No me extraña que puedan dedicarse impunemente al tráfico de esclavos.
En ese momento nos abrió la puerta el asistente de Niermeyer que nos dijo con aspecto consternado:
-Han secuestrado al profesor.
Sobre la mesa de trabajo Niermeyer había dejado una nota garabateada a toda prisa.
Plagiare (de plagium) Esclavizar a un hombre libre. Si quis hominem ingenuo plagiaverit. Lex Sal., tit 39 § 2 (cf. Ib. § 1: Si quis mancipia aliena solicitare voluerit). Qui ingenuum plagiando, id est sollicitando, in alia loca translatum vendiderit. Edict. Theoderici, c. 78, LL., V p. 161.
-Ajá. Como lo suponíamos, el uso de plagiare aplicado a los esclavos es medieval temprano. La Ley de los Visigodos, la Ley Sálica, el Edicto de Teodorico, estamos en el 500 DC. Recordarás que te hablé de las leyes visigóticas en España hace un tiempo.
-Alguna de esas pandillas de visigodos raptó al profesor –dije, acariciándome la llaga que Hláford me había producido en la mejilla durante la trifulca en la oficina-. ¡Vamos, no hay tiempo que perder!
Salimos a toda prisa y condujimos el automóvil por los barrios bajos, en la esperanza de dar con algún granuja que nos revelara el paradero de los godos, cuando de pronto vi detrás de la ventana del bar de Sam al profesor Niermeyer. Clavé los frenos y nos apeamos.
Para nuestra sorpresa, el profesor estaba saboreando un café y departiendo amigablemente nada menos que con la señorita Cristania Andoandorello.
-Muchachos, no se alarmen –dijo el académico con una sonrisa afable-. No ha habido secuestro alguno. Esta adorable señorita vino a preguntarme sobre plagio, y una cosa ha llevado a la otra. A veces me siento un poco esclavo de mi trabajo, y es bueno que alguien venga a inducirnos a escapar.
-Bueno –dije, echándome el sombrero hacia atrás-. Veo, señorita, que está en buenas manos. Pero déjeme decirle que el caso está resuelto. Lo de los esclavos es un uso tardío de plagiar. El plagio de una obra literaria no está tomado de allí, ya que lo ha empleado Marcial mucho antes, en el año 100.
-Ok –dijo Cristania, sin dejar de mirar y sonreír al profesor.
Como no nos invitaron a sentarnos, Hláford y yo salimos lentamente del bar, enfrascados en la maraña de palabras con la que nos habíamos enfrentado.
En la acera nos esperaba un semicírculo de policías apuntándonos con sus pistolas. Varios patrulleros cerraban la calle.
-Las manos contra la pared, señores –gritó un oficial.
-¿De qué se nos acusa? –pregunté con estudiada displicencia, mientras hacía lo que me pedía-. No hemos matado a nadie ni robado nada.
-Se los acusa de algo peor: de plagio. Los señores Dashiell Hammett y Raymond Chandler han interpuesto una demanda contra este post. Apesta a novela de detectives.
-Eso nos pasa por andar hurgando palabras –sentenció lúgubremente Hláford.
jajajajajaja jajajajajaja ustedes se pasan, francamente no pense que les fuera a ser tan complejo averiguar lo del plagio, pero de eso a ponerme llorando por no saber la respuesta jajajajaja son la muerte, eso si chicos muchisisisisimas gracias me encanta que ustedes sigan hurgando palabras a pedido del publico :)
ResponderEliminarmuy bueno
ResponderEliminar¡¡¡Maravilloso!!! ¡¡¡Admirable!!!
ResponderEliminarEsta frase mató: "-Esos tipos están relacionados con todo el mundo. No me extraña que puedan dedicarse impunemente al tráfico de esclavos.
" jajajaja, un ingenio increible, el de uds.
Gracias por su dedicación. Sepan que tengo listo entre los apuntes de Psicología del Alumno de Nivel (del adolescente y el joven, digamos) aquel post sobre el perfíl psicológico del hurgapalabras, donde se desmiente esa barrabazada de que "adolescente" viene de "adolecer". ¡Espero sacarlo a relucir al primer traspié de la no muy destacada profesora!
Un abrazo grande, estoy atento a su blog.
Joaquín "Efenleot"
Cristania: tuvimos que hacerte llorar simplemente porque llanto viene de plagiare y en esta historia las palabras se vuelven realidades.
ResponderEliminarEfenleot: ya me está preocupando la tendencia de nuestros lectores a usar material de este blog para enfrentarse a los profesores. Gracias por los elogios. Nosotros también nos divertimos mucho buscando etimologías y escribiendo.
Bungo si me di cuenta q me hiciste "llorar" porque esta relacionado con la palabra plagio, lo que si me terminó sorprendiendo -no te lo voy a negar- fue enterarme que al final el trafico de esclavos no tiene mucho que ver con el plagio de obra.
ResponderEliminarPero si ha sido uno de los hurgapalabras mas interesantes :)
A mi la frase que me mato fue : "Ah estos gemelos que quieren hacerse pasar el uno por el otro"
Bueno, en realidad la deducción a la que llega el personaje de Bungo es apresurada. Hláford ha estado hurgando más en las fuentes clásicas y se inclina a creer que en realidad "plagiare" siempre tuvo relación con el rapto de esclavos, o de hombres libres con el fin de esclavizarlos. Porque ¿qué otro tipo de secuestro podía tener auge en el mundo clásico? Anda por allí incluso una cita de Cicerón, que podría interpretarse en ese sentido.
ResponderEliminar¡Magistral! Un efusivo aplauso a ambos.
ResponderEliminarEl uso dentro del relato de algunas palabras descubiertas durante la investigación, son chispas de despiertan nuestra atención y disparan una sonrisa en nuestra faz.
Muchas gracias por el buen rato de lectura, y por lo que se puede aprender en estos textos.
Abrazos