miércoles, 13 de junio de 2007

Las palabras y las hojas

¿Qué tiene que ver traer con entrenar? ¿Y una etiqueta con el astigmatismo? ¿Tensar una cuerda puede tener relación con un tónico reconstituyente? ¿Y todo esto con Tolkien?

A medida que fui estudiando la vida de Tolkien –un proceso que me llevó a sentirlo espiritualmente muy cercano-, su cuento Hoja de Niggle creció en mi estima, transformándose en uno de los textos literarios que más me conmueven. No es que deba leerse exclusivamente en clave autobiográfica –por el contrario, una vez más, Tolkien nos regala un texto abrumadoramente universal- pero el hecho de adivinar en Niggle al propio Tolkien tiene mucho que ver con esa emoción que sabe suscitar el relato.

Como sucede con casi todo lo que escribió nuestro dilecto profesor, a la hora de encuadrarlo en un género y un estilo Hoja de Niggle se revela inclasificable. Uno estaría tentado a denunciar en él la doble, inverosímil tutela de George MacDonald y Franz Kafka. Con este último comparte el sentido de extrañamiento del protagonista ante la burocracia representada por el inspector de inmuebles, la imposición del viaje y el enjuiciamiento al protagonista (aunque ciertamente las diferencias con Kafka son fuertes, en especial porque los personajes de este último no superan jamás ese extrañamiento inicial).

De pronto Tolkien abre las puertas a elementos del mundo moderno tales como trenes, tickets, enfermerías, ambulancias, juntas médicas, tratamientos, tónicos reconstituyentes. Y esta apertura se refleja, como siempre, en las palabras. Mientras los textos de la Tierra Media están sometidos a un severo control filológico según el cual Tolkien evita usar palabras que se incorporaron tardíamente al inglés, en Hoja de Niggle echa mano con toda intención de un léxico moderno.

Moderno, pero no contemporáneo. Como veremos, en este cuento intemporal Tolkien incluye un matiz de época, utilizando para sus elementos modernos expresiones más propias del siglo XIX que del XX.

Comenzaré por el motivo que más me atrae en Hoja de Niggle: el tren. ¡Qué tema para explorar, el del tren como símbolo religioso! Pienso sobre todo en los negro-spirituals, en esas canciones intensamente cristianas donde el motivo del tren es recurrente, pero también en mucha literatura y cine contemporáneos [1]. El tren gravita con la misma fuerza mítica de los antiguos símbolos de tránsito como el puente o el río. Tal vez sea el único caso de un artilugio moderno que se ha ganado ese status simbólico. Yo, al menos, siento el contacto con el mito apenas piso su estribo, y la vista de un tren iluminado surcando la noche me sume en un profundo arrobamiento.


Los primeros trenes comenzaron a circular en el siglo XIX, en Inglaterra, pe
ro –como sucede a menudo con las palabras elegidas para designar objectos nuevos- ya para ese entonces se usaba la palabra train, tomada del francés, para referirse a un séquito, o una caravana de vehículos marchando unos tras otros. Train venía del (no documentado) latín vulgar traginare, (por lo cual es hermano de nuestro trajinar, y trajín), que viene a su vez de tractus (de donde tratar, tratado) participio de trahere (empujar, traer). Entre las derivaciones curiosas de tren vale la pena destacar la palabra entrenar, que demuestra cómo se influyen unos a los otros los idiomas de culturas vecinas. Los ingleses habían tomado train de los franceses, y a su vez, tras usar el sustantivo como verbo (cosa que en inglés no cuesta nada), to train (poner en fila, dar forma, disciplinar) pasó al francés como entraîner. Conclusión: entrenarse en el trajín diario de viajar en tren es una tarea que se las trae y sobre la cual podría escribirse un tratado.

Al bajar del tren, Niggle se desmaya en la plataforma, por lo cual lo llevan en una ambulancia a la enfermería (infirmary en el original). Dejo ambulancia para otro día, porque merece un artículo sólo para ella, y me contento con señalar que la palabra se tomó (una vez más) del francés hôpital ambulant, en el siglo XIX, y que sólo durante la guerra de Crimea (1854) comenzó a usarse como vehículo para transportar heridos.

Infirmary es otro término anticuado (del siglo XIX) para referirse a un hospital público, y proviene del latín in-firmus (enfermo, el que no puede estar firme, es decir, de pie, y debe guardar cama).


Para abordar un segundo tren, que lo llevará del Purgat… digo del asilo, a su destinación definitiva, Niggle recibe un ticket de manos del doctor que lo da de alta. Ticket: he aquí otra palabra moderna, que no hubiese podido aparecer en El Señor de los Anillos. Es curioso hurgar en ella, y encontrar otra vez la influencia del francés en la cultura británica, ya que ticket viene del francés medio etiquet (del cual proviene nuestra etiqueta), que viene del antiguo francés estiquer (pegar, encolar, del cual los ingleses también tomaron su verbo stick) y que podemos retrotraer hasta la raíz latina stig (punzar) que dio instigar, estigma, y astigmatismo. Las etiquetas con instrucciones acerca de cómo debían comportarse los soldados durante el alojamiento en casas privadas dieron origen a una de las acepciones actuales de etiqueta, “comportamiento prescripto en un ámbito dado”.


Junto al ticket, el doctor le da a Niggle una botellita de tónico, palabra usada recién a partir de 1800 para referirse a una medicina que restaura la salud muscular. El tono muscular (latín tonus, griego tonos, cuerda tensada) alude a la tensión, la capacidad de extender y sostener del tejido en cuestión. Y tensión viene, como puede deducirse a simple vista, de tender.


En cuanto al medical standard que se menciona en el relato, constituye otra voz moderna derivada del mismo tender del que estamos hablando, ya que standard es una deformación de estandarte, que viene de extender, que viene de tender [2]. Las palabras, como las personas, comparten más antepasados a medida que retrocedemos en el tiempo.


Y cerramos este paseo filológico (llegamos a la terminal, podríamos decir) por Hoja, de Niggle, recordando que los nombres, en Tolkien, lejos de ser casuales, definen a sus poseedores. Parish es el prójimo (parish= parroquia, feligresía, del griego -por medio del latín- para-oikos, que quiere decir para=junto a, oikos=casa. De oikos vienen palabras como economía, ecología, ecuménico, y diócesis).

¿Y Niggle? A Niggle también su nombre lo define de cuerpo entero, pero para no develar todas las incógnitas, y en la esperanza de seguir contagiando así la pasión por las palabras, dejo al lector la investigación de su etimología, que pueden comenzar en este magnífico sitio .


[1] Desde aquí arrojo el guante a quien quiera ayudarme a confeccionar una lista con todas las obras artísticas que conozcamos donde el tren aparezca en forma protagónica.

[2] Otra teoría, tal vez más sólida, sostiene que estandarte viene de stand hard.

martes, 5 de junio de 2007

Chancros

Mi amiga Gaeren, leyendo hace poco el capítulo El estanque vedado de El señor de los anillos, encontró un término que le resultó chocante. Allí, Faramir dice que

la malicia está devorando a Gollum como un chancro.

¿Qué significa exactamente -se preguntó- la palabra chancro?
Como ella sospechaba, la palabra designa en la lengua española a una úlcera contagiosa provocada por la sífilis. Aún recuerdo que de muchacho, en el colegio, mis simpáticos compañeros solían -con esa delicadeza propia de la adolescencia- denominar chancros a los granitos faciales conocidos como acné juvenil. ¿Se ha perdido la
palabra del uso común? Confieso que no es una pérdida que yo vaya a lamentar demasiado.

Ahora bien, chancro en el contexto del texto de Tolkien, es una traducción algo imperfecta del original, porque lo que Faramir dice es en inglés canker.

Interesante: canker (tumor) es una palabra del inglés antiguo, caída en desuso alrededor de 1700, cuando fue reemplazada por cancer (con el mismo significado actual de tumor). ¿Por qué Tolkien emplea una palabra que ya no forma parte del inglés? Probablemente, porque cancer le sonaría demasiado vinculada a la medicina moderna, y él ejerció un severo control filológico del vocabulario que aparece en Lord of the Rings. Recordemos además que el habla de los rohirrim y los gondorianos está impregnada de términos y giros antiguos.

Chancro, por su parte, está tomado del francés chancre, que viene también del latín cancer, del griego karkinos (cangrejo). Ya los griegos llamaron cangrejos a los tumores, tal vez por la cornificación que muchos de ellos sufrían. Karkinos presenta la raiz indoeuropea *qarq (duro), porque el exoesqueleto del cangrejo es duro. (Curioso: de la misma raiz *qarq parece que viene el inglés hard).

En una época chancro se usó en español como cáncer, pero pronto el término se restringió a su sentido venéreo. Tal vez los traductores de Tolkien decidieron que chancro era un paralelo de canker en cuanto a término antiguo para referirse al cáncer, pero descudiaron las connotaciones actuales, totalmente inadecuadas.

Gracioso: no sólo hemos tomado chancro del francés. La sífilis, para los españoles, era el mal francés. Para los franceses, en cambio, era el mal napolitano, para los holandeses, el mal español, para los polacos, el mal alemán. Todos se echaban la culpa mutuamente, cosa que podían haber evitado si se hubiesen quedado en casa juiciosamente en vez de recorrer el mundo en busca de aventuras.

Pero en el contexto de la frase de Faramir, la sífilis no tiene nada que hacer (y muy pocas oportunidades pudo tener Gollum de contraerla). El traductor debió elegir cáncer, o tumor.