jueves, 24 de enero de 2008

Más términos y acabamientos

Debería existir una palabra para denominar esa indescriptible y a la vez inconfundible sensación que nos invade cuando, al poco tiempo de publicar algo, encontramos alguna cita, referencia o explicación que habría venido de perlas en ese artículo. En este caso se trata del divague en torno a "Terminado, completo y acabado", que quise cerrar de modo terminante y que ahora me veo obligado a reabrir.

En efecto, si en ese tiempo se me hubiese ocurrido leer el prólogo al New English Dictionary on Historical Principles, que no es otra cosa que la primera versión del Oxford English Dictionary en el que trabajó J.R.R. Tolkien luego de la Guerra, habría observado un interesante comentario de su editor Sir J.A.H. Murray (1837-1915) citando al Dr. Johnson.

Este Dr. Samuel Johnson (1709-1784) es una figura de las letras inglesas demasiado amplia para cualquier descripción. Hoy me interesa sólo su tarea como lexicógrafo: compuso por encargo, entre 1745 y 1755, el Dictionary of the English Language, muy superior a todo lo conocido en su tiempo en cuestión de diccionarios de inglés. Dice en su prólogo:

Samuel Johnson

Apuntar alto es siempre laudable, aun cuando la empresa exceda las fuerzas de quien la acomete: quedarse corto en el alcance de la meta elegida es propio de los espíritus activos, de mirada abarcativa; y un hombre se siente satisfecho de sí mismo no cuando ha logrado mucho sino cuando ha aspirado a poco. Al embarcarme por primera vez en esta tarea decidí no dejar palabra ni cosa alguna sin examinar, y me complacía en la perspectiva de las largas horas que pasaría entregado a festines literarios, con los rincones recónditos de la ciencia septentrional que yo entraría a saquear; los tesoros con los que, según esperaba, recompensarían mi esfuerzo todas las pesquisas en esas minas olvidadas, y el triunfo con que exhibiría mis logros ante la humanidad. En cuanto hubiese indagado así los orígenes de las palabras optaría por dirigir del mismo modo mi atención hacia las cosas; llegaría hasta el corazón de todas las ciencias, revelaría la naturaleza de cada una de las sustancias para las que había incluido un nombre, limitaría cada idea con una definición estrictamente lógica, y daría cuenta de cada producto del arte o de la naturaleza con una descripción adecuada, para que mi libro pudiese reemplazar a todos los demás diccionarios, fuesen apelativos o técnicos. Pero éstos eran los sueños de un poeta condenado a despertar por fin como lexicógrafo. Pronto descubrí que cuando hay que poner manos a la obra ya es demasiado tarde para salir a buscar los instrumentos, y que, cualesquiera fueran las habilidades con que contaba al emprender mi tarea, con esas mismas habría de concluirla. Detenerme a pensar cada vez que dudaba, averiguar cada vez que ignoraba, habría extendido la empresa indefinidamente y, tal vez, sin mayor provecho; porque mis primeros experimentos no me enseñaron a obtener con facilidad aquello que no tenía ya en mí mismo: vi que cada indagación sólo llevaba a otra, que cada libro citaba otro, que buscar no siempre es hallar, y que hallar no siempre es lo mismo que aprender; y que buscar así la perfección era lo que sucedía a los primeros habitantes de Arcadia: perseguir al sol, el cual, cuando aquéllos llegaban a la colina donde parecía estar posado, todavía se veía a la misma distancia que antes.

Entonces reduje mi plan, decidí confiar en mí mismo y ya no solicitar ayudantes, que más estorban que auxilian; con eso obtuve al menos una ventaja, a saber, que puse límites a mi tarea, la cual con el tiempo quedaría terminada si bien no completa (ended, though not completed).

Dejo que la larga cita hable por sí misma, que tiene mucho para decir sin necesidad de ayuda. Una de las muchas razones por las que es famoso Johnson, entonces, es haber concluido su gran diccionario sin más ayuda que la de un empleado que copiaba en limpio las citas que él iba marcando en los libros. Lo curioso es que Murray, al prologar el NED, termina de agradecer la colaboración de infinidad de personas diciendo:

Sir James Murray en el Scriptorium del OED

Luego de toda la ayuda recibida, y que tanto ha contribuido a hacer que este Diccionario sea lo más completo posible, el elemento "tiempo" sigue siendo inexorable: hoy, lo mismo que en los días del Dr. Johnson, es imprescindible poner límites a la investigación, a fin de que la tarea, "con el tiempo, quede terminada si bien no completa". En consecuencia, luego del cierre del Volumen I, el objetivo del editor y su equipo ha sido el de mantener un ritmo tal que asegure la producción de un volumen por año. Dado que Mr. Henry Bradley (de cuya cooperación en este volumen queda constancia más arriba) está trabajando de modo independiente, con su propio equipo de colaboradores, en el tercer volumen, es razonable esperar que la velocidad de producción se duplique en el futuro.

Esto lo escribía Murray en 1888, al publicarse el primer tomo; el doceavo y último (desde la V hasta el final, en un segmento del cual trabajó Tolkien) salió a la luz en 1928, de modo que no se logró el "un volumen por año". Pero si se piensa que el trabajo había comenzado en realidad en 1860 la apreciación de Murray sólo pecó de pesimista: si cada nuevo tomo hubiese de llevar la mitad de tiempo que el primero, estaríamos hablando de 11 tomos x 14 años = 154 años en vez de 30, y la obra todavía estaría por concluir (en vez de dirigirse a buen paso hacia su tercera edición).

Lo importante es notar qué cambió y qué se mantuvo: ahora, con el NED, fueron las muchas manos las que permitieron acelerar el proceso. No sabría decir si Tolkien estaba pensando en estos pasajes al escribir su cuento (parece que Goethe y Schlegel dijeron cosas similares, al fin y al cabo), pero no cabe duda de que aquellos lexicógrafos eran conscientes de enfrentar el mismo problema que Niggle.

miércoles, 16 de enero de 2008

Arrobistas puritanos

Estimado Hláford. ¿Qué me diría usted si yo le manifestara que lo considero una persona simpática, ingeniosa, e intelectualmente inquieta?



¿Quizás que me está por pedir algún favor?




¿Es decir, no se me ofende por la forma en que lo trato?




¿Lo dice usted por lo de "persona"? Cosas peores me han dicho.




Mi querido amigo, veo que usted no está consustanciado con las reivindicaciones de la hora, no vibra al pulso de la lucha social. Yo creí que iba a considerar sexista y discriminatorio el que yo usara términos femeninos (simpática, ingeniosa, e intelectualmente inquieta) para hablar de usted, que es un persono masculino. Cuando se usa esa palabra femenina persona, para referirse a todos los seres humanos, sean del sexo que fueren, ¿no nota usted una solapada intención de considerarnos a los hombres como inferiores a las mujeres? ¿No percibe una maquinación de la élite femenina dominante para prolongar la intolerable desigualdad de sexos?

Bueeeno, tampoco hay que exagerar. Si usted me dice que soy una persona, tal vez sólo quiera decir que llevo puesta una persona o "máscara teatral"; palabra que podría provenir de un etrusco phersu (a su vez del griego prosôpon), y tal vez no de per-sonare "sonar a través", como decía Aulo Gelio, refiriéndose al orificio por el que salía la voz del actor. Así que no hay nada de malo en que yo lleve ante el rostro un objeto femenino; ¿o pretende que me ponga un máscaro, o (peor) un mascarón?

Es que justamente mi argumento, que es a todas luces absurdo, resulta muy parecido al que escucho todo el tiempo en los más diversos ámbitos, incluído el parlamentario, con las acusaciones invertidas, y pocos parecen considerarlo absurdo cuando son las mujeres las supuestas víctimas del "machismo gramatical". Me refiero a esa ola de aclaraciones "el/la" y al espantoso uso del garabato @ en "l@s" en quienes sienten más fuerte la presión del nuevo puritanismo. Estos arrobistas parecen menospreciar la rica flexibilidad del lenguaje, ese Proteo capaz de referirse de mil modos distintos a la misma realidad.
Usted y yo somos parte afectada en este asunto, una parte afectada que puede sentirse agredida o menospreciada.
Analice lo que acabo de decir. Usted y yo, que somos masculinos y plurales, nos convertimos en "la parte afectada", que es femenino y singular.
¿No es magnífico que podamos hacer eso con el lenguaje? ¿No están los arrobistas intentando aplanar el lenguaje a garrotazos?

Para mí es un prodigio que existan siquiera los géneros gramaticales. Si yo digo que un plato se casó anteayer con una cafetera nadie nota nada raro. Y sin embargo no se puede dar una razón para que estos dos sean masculino el uno y femenina la otra. Si en castellano tuviésemos un verdadero neutro, usted podría haber elaborado su ejemplo proponiendo dar a las cosas nombres del estilo "lo plato".

Hace un tiempo mencionaba usted el caso de "capo", que ha dado origen a la "capa". Estamos de acuerdo en que originalmente se usó para designar a la parte dirigente o "cabeza" (latín
caput) de cierto tipo de organización. Pero el sustantivo de que estamos hablando fue alguna vez neutro; ¿se sentía ofendido en su masculinidad el mafioso al que sus hombres llamaban "capo (por razones históricas ni masculino ni femenino)"? ¿Se ofende aquel que es llamado "cabeza" de una entidad? Porque la herramienta del lenguaje que estamos usando aquí es la metáfora (una especie de mentira): no es exacto llamar "cabeza" a nadie, ni siquiera a Albert Einstein o a Oscar Ruggeri, pero gracias a ciertas convenciones podemos faltar a la verdad sin poner en riesgo nuestra alma. Y ya que se miente en lo esencial, no me parece muy grave que se falsee también el género.

Pero visto desde otro ángulo, si aparecieran "persono" o "person@" (o si adoptáramos el inglés person, tan cómodo), tal vez no sería más que otro ejemplo de la nivelación analógica de
la lengua. ¿A los garrotazos? No sea tan pesimista; puesto en perspectiva, yo no veo en el asunto más que una anécdota graciosa, porque se trata de garrotazos aplicados en la propia
caput. Imagínese usted en su ancianidad, diciendo a sus nietos: "Niños, ¿quieren que les cuente por qué decimos persono o ídola?" ...y tendrá que ser muy buen narrador para
que le crean.