domingo, 20 de mayo de 2012

"Caliginoso lecho..."

Cito de Dámaso Alonso, "Monstruosidad y belleza en el Polifemo de Góngora", en Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos (4ª ed., Gredos 1962), págs. 326-7:

     Caliginoso lecho, el seno oscuro
     ser de la negra noche nos lo enseña
     infame turba de nocturnas aves,
     gimiendo tristes y volando graves.

La imagen inmediata que estos versos nos dejan es la de una densa lobreguez. Analicemos esta sensación y sus causas.

Evidentemente, el poeta ha acumulado aquí adjetivos que expresan oscuridad:

     Caliginoso lecho, el seno oscuro
     ser de la negra noche nos lo enseña
     infame turba de nocturnas aves...

Tres adjetivos, "oscuro", "negra", "nocturnas", uno por verso, nos indican que el poeta ha sentido una necesidad de reiterar, de acumular oscuridades: son tres objetos, cada uno contenido dentro del anterior; todos, de negror absoluto: el "oscuro" hueco de la gruta; la "negra" noche que lo llena; las "nocturnas" aves que vuelan dentro de esa noche. No le ha bastado aún al poeta. Agotados casi los recursos de la lengua en adjetivos de lo oscuro, ha echado mano de otro más alejado (casi puro latín): "caliginoso". "Caliginoso" tiene exacto sentido para el lingüista; pero, para el lector, sin una idea exacta de su significado, representa un misterioso valor alusivo, ahí, en el umbral de la tenebrosa descripción. Nos es evidente, pues, desde ahora mismo, que el problema de los cultismos (tan característicos de la poesía gongorina) ha sido mal planteado. El cultismo latinizante puede, en ocasiones, ser intensamente expresivo. La elección de "caliginoso", situado en el umbral mismo del pasaje, ha sido extraordinario acierto: de él irradia como un denso misterio que se propaga a los versos siguientes. La extensión de la palabra (sus cuatro sílabas) realza aún esta impresión. Compárense los dos adjetivos inicial y final del verso

     caliginoso lecho, el seno oscuro.

Un rico matiz expresivo carga del lado inicial: "caliginoso" para el hombre moderno tiene un sentido vacilante: hay a lo largo del endecasílabo como una afluencia de dudosa oscuridad que el adjetivo final asegura. El cultismo da trasfondo, le da una nueva dimensión al verso.

Ahora bien, pregunto yo, ¿será verdad? En otras palabras, Dámaso Alonso sostiene que la oscuridad que el uso del cultismo "caliginoso" arroja sobre el sentido del verso, independientemente de su significado (o mejor, a causa de la opacidad de este significado), se conjugaría de un modo misterioso con la oscuridad de la imagen que presenta el poema en este punto [1]. La oscuridad de la gruta transmite temor e incertidumbre, porque no se sabe qué engendros pueden brotar de ella, preludiados por la "turba de nocturnas aves"; algo de esa incertidumbre está desde el inicio en la elección del adjetivo. ¿Llega a tanto el arte del autor, como para realizar este violento enlace entre (des)conocimiento del léxico y sentido, recurriendo a la ignorancia del lector para provocar el efecto deseado? "¿Qué poeta era este Góngora?" (pág. 331).

Se sabe que Góngora y en general la escuela poética que representa dio un lugar importante en su arte a la especial preparación y esfuerzo de sus lectores para percibir y comprender sentidos no accesibles al ignorante, al apurado o al perezoso y superficial; una característica que fue riqueza para sus partidarios y afectación para sus detractores. Es un voto de confianza (a veces excesiva) puesto en la "competencia" del lector para desentrañar el sentido, abriéndose camino por complejidades sintácticas y por un vocabulario sembrado de cultismos y neologismos. Ambas cosas son evidentes en los cuatro versos mencionados. Este es el marco general en que hay que comenzar a entender el uso del cultismo.

Por otra parte, Dámaso Alonso dedicó el estudio de donde proviene la cita a mostrar el efecto sutil y generalmente inconsciente de multitud de artificios (sonoros y rítmicos además de léxicos y sintácticos) en la lectura del Polifemo. El libro en que está incluido el estudio es en realidad una colección de trabajos en que aplica su idea guía, a saber: que en un texto poético la relación entre significante y significado se establece de manera distinta de la postulada por F. de Saussure, porque (bien que en algunos poetas más que en otros) el significante realiza potencialidades expresivas que dejan muy atrás la arbitrariedad. [2]

Sus argumentos, especialmente los relacionados con aspectos fonéticos y rítmicos, son extremadamente convincentes, no sólo por el rigor con que demuestra cada caso sino sobre todo por la consistencia de los análisis particulares en visión de conjunto, que aleja la posibilidad de la coincidencia afortunada. Ante tales testimonios, una y otra vez se pregunta si lo que tiene lugar en la creación gongorina es "traducción virginal -delicadísimo registrador inconsciente- de impulsos exteriores", o "deliberado y sabio propósito, 'virtuosismo' de genial intérprete" (p. 331).

Pero de todas las (a veces sorprendentes) intuiciones que tiene D. Alonso ante el texto gongorino ninguna me parece más arriesgada que la del valor de "caliginoso" en su contexto. Si está en lo cierto, hay que reconocer que la osadía del artificio excede la de toda otra creación literaria conocida; palidecerán los vanguardistas con sus fórmulas mecánicas; y nada de ese calibre se ha visto desde la invención de la metáfora y la mentira. Sin embargo, también es posible que Dámaso Alonso se haya dejado llevar simplemente en esta ocasión por su imaginación y su pasión gongorina.

En el estudio citado Alonso propone vagamente que el adjetivo le fue sugerido a Góngora por su lectura de poetas latinos [3], pero en Góngora y el Polifemo (7ª ed., Gredos 1985) p. 583 encuentra más probable que el recuerdo inmediato sea Ariosto, Orlando Furioso XXXIII.128:

     All'infernal caliginosa buca
     ch'apre la strada a chi abandona il lume,
     finì l'orribil suon l'inclito duca,
     e fe' raccorre al suo destrier le piume.

De más está decir que encontrar la fuente exacta del texto de Góngora, si existe, nos ayudaría poco y nada para interpretar y apreciar el recurso. Este pertenece en todo caso a la poética culta original del poeta cordobés, o no alcanzan a explicarlo veinte Orlandos por más furiosos que vengan.

Todavía podemos dar una vuelta de tuerca al argumento. La propuesta de Dámaso Alonso exige por parte del lector ignorancia o al menos incertidumbre sobre el sentido de "caliginoso". ¿Qué sucede, entonces, con el lector culto que ha frecuentado a los poetas latinos y a Ariosto, y para quien este adjetivo no guarda secretos? Al fin y al cabo, la palabra ya había sido usada en castellano por Enrique de Villena, Juan de Mena, Fr. Bartolomé de las Casas, Juan Rufo, el Conde de Villamediana, Juan de la Cueva, Lope de Vega, Cervantes o Juan Ruiz de Alarcón, por citar a algunos famosos. ¿Le está negado al lector culto el raro placer estético de esa forma de oscuridad en el verso? Acaso le está reservado otro de tipo más intelectual: tal vez, consciente de su propia cultura, advierte que el vulgo se enfrentará con una oscuridad léxica que en última instancia enriquecerá su experiencia del poema, y es por lo tanto capaz (el lector culto) de obtener ese placer indirectamente. Es enrevesado y suena improbable... pero es exactamente lo que ha hecho Alonso, de quien no podemos dudar que ha gozado inmensamente con cada verso y artificio del Polifemo, incluido este.

Cerremos con una última lectura de la estrofa completa. Luego de esta confusa disquisición, ¿es posible todavía evaluar si existe el artificio poético que hemos tratado de explicar?

     Guarnición tosca de este escollo duro
     troncos robustos son, a cuya greña
     menos luz debe, menos aire puro
     la caverna profunda, que a la peña:
     Caliginoso lecho, el seno oscuro
     ser de la negra noche nos lo enseña
     infame turba de nocturnas aves,
     gimiendo tristes y volando graves.

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[1] Se trata de parte de la descripción de la cueva de Polifemo. Aquí se puede leer la Fábula de Polifemo Y Galatea completa en la edición de la Biblioteca Virtual Cervantes.


[2] Se apoya en É. Benveniste, "Naturaleza del signo lingüístico" (1939, disponible en castellano en Problemas de lingüística general I, Siglo XXI, págs. 49-55), aunque la argumentación es muy distinta. Si yo fuera Saussure, a D. Alonso le hubiese respondido: "Pero yo al postular la arbitrariedad estaba hablando del signo en el sistema de la lengua, mientras que usted me viene con ejemplos tomados del habla (los textos poéticos)". Pero, como el lector atento podrá observar, yo no soy F. de Saussure.


[3] Como la caligine caeca del humo que vomita Caco para ocultarse a los ojos de Hércules en Eneida VIII.253. La cueva de Caco tiene varias similitudes con la de este Polifemo, pero eso no quiere decir nada: todas las cuevas donde habitan monstruos literarios se parecen. El decorado interior en esos casos es parte de la job specification ("puesto que la maldad del ogro así lo requiere", J.R.R. Tolkien, MC 184).