miércoles, 26 de mayo de 2010

Gostir (nombre de dragón)

Uno podría pasarse la vida estudiando las Etimologías de Isidoro de Sevilla, pero podría sucederle lo que a W.M. Lindsay, su editor, quien al parecer dijo que "el entusiasmo de un editor pronto se enfría, al comprobar que el libro de Isidoro es en realidad un mosaico de trozos tomados de otros escritores, sacros y profanos, y a menudo son sus ipsa verba sin modificación alguna" (cito de Wikipedia - el entusiasmo no me alcanzó como para ir a Lindsay siquiera). Pero uno también podría dedicarse a leer las Etimologías de Tolkien (en El Camino Perdido, Minotauro 1999), sin temor al desengaño. Hay una parva de escritos lingüísticos de Tolkien que va editándose de a poco, año tras año, y ya casi sobrepasa lo que un solo individuo puede abarcar en un tiempo razonable; pero aun si tuviéramos sólo las Etimologías (o, como suelen decir afectuosamente los estudiosos, Etym) no se quedaría el mundo sin material para llenar muchas horas de estudio y reflexión, ni nos faltaría oportunidad para llenar momentos de puro goce gramatical.

Etym es una larga lista de raíces élficas con algunos de sus derivados en las lenguas de Arda expuestos más o menos sistemáticamente, compuesta durante los años 30 y con varios añadidos posteriores (estos últimos generalmente relacionados con la composición de El Señor de los Anillos). Fue uno de los varios intentos que hizo Tolkien a lo largo de su vida de organizar el extenso vocabulario de sus lenguas inventadas. Históricamente, tiene interés además porque fue el primer escrito de este tipo que se publicó más o menos completo, y revolucionó el campo de estudio, dando a quienes se interesan por el tema el primer vistazo más o menos abarcativo de la creación lingüística en un período determinado.

Pero Tolkien rara vez pudo limitarse a un simple "intento de organizar" ningún aspecto de su creación. Por el contrario, el solo hecho de sentarse con papel y lápiz en la mano era un aliciente para la creación, y lo que en un momento parece transcripción o copia en limpio de ideas preexistentes se transforma ante nuestros ojos en el instante misterioso en que surgen conceptos nuevos, se abandonan ideas viejas (a veces muy antiguas y bien establecidas) y se exploran nuevas posibilidades: lo que su hijo Christopher llamó con tanto acierto "pensar con la pluma".

De lo que quería hablar hoy es de una palabra, una sola palabra con su glosa, que no he hallado en otro sitio de los escritos de Tolkien ni puede relacionarse directamente con ningún elemento de la mitología que acompaña a estas lenguas. Se trata del nombre noldorin Gostir, glosado como "'mirada de terror' (nombre de dragón)", que aparece bajo THÊ- "mirar / parecer" y GOS-, GOTH- "miedo".

¿Hubo en la Tierra Media un dragón llamado Gostir? Uno más o menos conoce los cinco dragones con nombre en las historias de Tolkien: Glaurung, Ancalagon, Smaug, Scatha y el pobre Crisófilax. Se mencionan otros (los que atacan Gondolin y los de la Guerra de la Ira, los del Brezal Marchito, el del poema "El Tesoro", etc.), pero no tienen nombre. Este Gostir podría ser cualquiera de ellos, o algún otro: como decía, no he hallado otra mención de este u otro nombre parecido, habiendo buscado en todos los rincones a mi alcance.

No es raro, al leer los documentos puramente lingüísticos de Tolkien, topar con elementos de índole mitológica o narrativa de los que hay poco o ningún rastro en los textos propiamente dichos. Los dragones de Etym son un caso típico: se mencionan allí, bajo la raíz LOK-, los nombres de varias especies como angulóke (nombre general), rámalóke "dragón alado", urulóke "dragón de fuego", fealóke "dragón de chispa" y lingwilóke "dragón pez, serpiente marina", sin que sepamos qué papel juegan las serpientes marinas en Arda, o qué diferencia a un dragón de fuego de un dragón de chispa.

En cambio, si de nombres se trata, Gostir sólo tiene un paralelo en Lhamthanc "lengua bifurcada (nombre de serpiente)" s.v. STAK-. Gostir podría ser un individuo de cualquiera de aquellas especies o de otra desconocida, puede haber vivido en cualquier momento de la Primera Edad, pudo ser sólo legendario (¿?), grande o chico, malo o muy malo. En principio sólo adivinamos que se lo conoció por su mirada particularmente terrorífica. ¿Y es simplemente que a Tolkien se le ocurrió que debería haber algún dragón llamado así, lo anotó al componer Etym, y luego lo olvidó o perdió interés por él? ¿O es (como se ha sugerido) un nombre alternativo de Glaurung? ¿O existió alguna historia relacionada con Gostir, que no ha sobrevivido o no se ha publicado?

Todo puede ser, pero hay otra razón probable para que le viniera a la mente en ese momento un dragón de nombre Gostir. Es una razón lingüística (o no estaría en este blog), aunque también mitológica. Y es que para un dragón hay pocos nombres más adecuados que "mirada de terror".

Porque parece muy probable que la misma palabra dragón signifique algo así como "mirada terrible". Sus formas modernas proceden del latín draco, préstamo a su vez del griego drákwn, que se refiere en general a cualquier serpiente, y que tradicionalmente se relaciona con el verbo dérkomai (inf. aor. drakeîn). Este verbo, básicamente, significa "mirar", pero muchas veces "mirar fijamente" y a veces debe entenderse como "tener mirada aguda", y también "destellar" (aplicado a la luz, o a un brillo en los ojos); a menudo es "mirar de cierto modo" (especialmente maligno).

Se supone que es una designación tabú, es decir, creada para evitar nombrar al animal directamente. La lengua está plagada de nombres de ese tipo, muchos de ellos para animales dañinos o peligrosos que pasan a llamarse por algún epíteto. A. Meillet, en Quelques Hypothèses sur des Interdictions de Vocabulaire dans les Langues Indo-européennes (Chartres 1906) estudió algunos términos de animales que caen dentro de esta categoría, como el oso, el ratón o la serpiente. El de esta última, nos explica el lingüista francés, es uno de los casos más comunes de nombres tabú, y se constata por la amplia abundancia de nombres locales dentro del grupo indoeuropeo - se entiende que cada comunidad necesitó reemplazar el nombre de la alimaña una y otra vez por otro menos nocivo. Los epítetos que encuentra más comúnmente aplicados a ella son "rampant", "terrestre", "qui va sur le ventre", "vert", "répugnant", "nu".

Todos alguna vez (o al menos yo) hemos oído o usado denominaciones como "la bicha" o "la que se arrastra" (que, dicho sea de paso, es lo que significa "serpiente"), con las que se evadía el daño que pudiese ocasionar el nombre correcto; y ahora leo en la web que esta superstición está viva en ámbitos teatrales (1).

¿Y a qué viene lo de la mirada terrible en este caso? Evidentemente, a la creencia muy extendida y muy antigua de que una serpiente hipnotiza a su víctima para comérsela. No hace falta buscar muy hondo para ilustrarla:

Nos dicen los que saben que esta creencia es falsa: que la impresión de que la serpiente paraliza con la fijeza de su mirada se debe simplemente a que, careciendo de párpados, los ojos del ofidio aparentan estar clavados, ejerciendo un poder extraño; y que la inmobilidad de la víctima (un ratón, por ejemplo) normalmente es sólo el recurso extremo de tratar de pasar desapercibido. Será así, nomás.

El registro más antiguo que conozco de la relación etimológica entre drákwn y dérkomai es Porfirio, De abstinentia III.8.10-5, donde se refiere a la agudeza de mirada:

Con respecto a los sentidos, los animales nos sobrepasan en gran medida; pues ¿qué hombre (no siendo el mítico Linceo) puede ver como un dragón? De donde los poetas llaman drakeîn al ver; y al águila, "aun estando a gran altura, no se le oculta la liebre". [Esto último es cita de Ilíada XVII.676.]

Pero uno puede rastraerla en la propia Ilíada, donde se describe así a Héctor esperando a Aquiles (XXII.92, en versión de Gómez Hermosilla):

Como el fiero dragón que de venenos
se alimentó mortales firme espera
al hombre que le sigue, y no se oculta
en su guarida; que en ardiente saña
enfurecido está, y a todas partes
vuelve y revuelve los terribles ojos,
y enroscado, en la boca de la cueva
la acometida aguarda.

Pero no llamaríamos tanto la atención sobre esta cuestión de la "mirada terrible" si Tolkien mismo no hubiera insistido en ese punto al elaborar sus gusanos. Su Glaurung podrá ser enorme, poderoso, devastador, casi impenetrable a las armas, pero cuando más daño hizo a Elfos y Hombres no se valió de ninguno de estos atributos sino sólo del poder maligno de su mirada. Túrin y Nienor caen bajo su hechizo, con consecuencias desastrosas. Véase el encuentro con la segunda en la Narn i Chîn Húrin (CI:155-6):

Allí, delante de ella, se alzaba la gran cabeza de Glaurung, que había trepado al mismo tiempo por el otro lado; y antes de darse cuenta sus ojos miraron los del Gusano, y eran ojos terribles en los que moraba el fiero espíritu de Morgoth, su amo. Entonces Nienor luchó contra Glaurung, pues era de voluntad firme, pero él dirigió sus poderes contra ella. –¿Qué buscas aquí? –preguntó.

Y obligada a responder, ella contestó: –Busco a un tal Túrin que vivió aquí un tiempo. Pero está muerto, quizá.

–No lo sé –dijo Glaurung–. Quedó aquí para defender a las mujeres y a los débiles; pero cuando yo llegué, él desertó y huyó. Jactancioso, aunque cobarde, según parece. ¿Por qué buscas a alguien de esa especie?

–Mientes –dijo Nienor–. Los hijos de Húrin no son cobardes. No te tememos.

Entonces Glaurung rió, porque así se reveló la hija de Húrin a su malicia. –Entonces sois tontos tú y tu hermano –dijo–. Y tu jactancia será vana. Porque ¡yo soy Glaurung!

Entonces atrajo la mirada de ella a la suya, y la voluntad de Nienor desmayó. Y le pareció que el sol enfermaba, y que todo se hacía opaco en torno; y lentamente una gran oscuridad fue rodeándola, y en esa oscuridad se abría el vacío; no supo nada, y no oyó nada, y no recordaba nada.

Otro dragón a quien vemos de cerca es Smaug, en El Hobbit. También él tiene, por supuesto, "ojos terroríficos" (XII:22). Bilbo nunca es atrapado por la mirada terrible, pero Tolkien insiste en el destello fatídico de esos ojos: cuando Bilbo baja por segunda vez a su guarida,

estaba a punto de dar un paso hacia el salón cuando alcanzó a ver un repentino rayo rojo, débil y penetrante, que venía de la caída ceja izquierda de Smaug. ¡Sólo se hacía el dormido![XII:44]
Cada vez que el ojo errante de Smaug, que lo buscaba en las sombras, relampagueaba atravesándolo, se estremecía de pies a cabeza, y sentía el inexplicable deseo de echar a correr y mostrarse tal cual era, y decir toda la verdad a Smaug. En realidad corría el grave peligro de caer bajo el hechizo del dragón. [XII:64]
–¡Venganza! –bufó [Smaug], y la luz de sus ojos iluminó el salón desde el suelo hasta el techo como un relámpago escarlata–. ¡Venganza! [XII:72]

Y entre los dragones que vemos de cerca tenemos por fin a Crisófilax en Egidio, el granjero de Ham. En su encuentro con el granjero entra de modo similar a Glaurung en su primer enfrentamiento con Nienor, que también ha sido arrojada de su caballo encabritado por el terror del Gusano:

Allí estaba el dragón, tumbado, atravesado sobre un seto destrozado, y con la horrible cabeza en medio del sendero. "¡Socorro!", gritó Garm, y dio un bote. La yegua se sentó súbitamente sobre las ancas y Egidio el granjero salió lanzado de espaldas a la cuneta. Cuando levantó la cabeza, allí estaba el dragón, completamente despierto, mirándolo.

Tolkien una vez pronunció una conferencia sobre dragones en el Museo de Historia Natural de Oxford, y allí advirtió que en un encuentro con uno de estos reptiles "el dragón tratará ante todo de captar tu mirada y luego de averiguar tu nombre", cosa que vimos en el caso de Nienor. Se podría esperar que Egidio tomara recaudos contra esto, pero no: primero le revela su nombre y patria, y luego, al intentar recuperar su posición sobre la mula, leemos que "el pobre tonto no lo era tanto como parecía, y no apartó los ojos del dragón ni siquiera mientras intentaba montar".

Allí mismo hubiese terminado la historia, si Crisófilax fuese un dragón como los de antaño. Pero para enfrentar al antihéroe Egidio Tolkien pensó en un antidragón: "Era astuto, inquisitivo, ambicioso y bien armado, aunque no temerario en exceso"; se acobarda a la vista de la espada Tajarrabos, trata de evitar el combate negociando, y por fin es derrotado y humillado por el granjero, el conjunto de los aldeanos y el perro Garm. Del hechizo de la mirada, ni pizca. No nos imaginamos a Glaurung obrando de este modo.

Podríamos seguir buscando rastros de esta capacidad hipnótica en otros dragones de la tradición. Pero lo dejaremos aquí, porque para el nombre Gostir que nos convocaba ya hemos dicho suficiente. Los interesados pueden partir de una nota en The History of the Hobbit (De donde tomamos, dicho sea de paso, el pasaje de la conferencia), página 612, donde J. Rateliff hace un rápido repaso del asunto en Tolkien y en los dragones medievales más conocidos.

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(1) Leo en Menéndez Pidal, "El diccionario ideal" (Estudios de Lingüística, Austral 1961) que un famoso actor solía decir "Nace el arroyo, cual hebra / que entre flores se desata" (en vez de "culebra"), en el primer monólogo de Segismundo en La vida es sueño.