martes, 28 de agosto de 2007

Genias, ídolas y capas

-Don Hláford, ya que lo tengo acá cómodamente instalado, y aprovechando que nadie nos escucha, déjeme compartir con usted algo que me escuece desde hace tiempo. Anticipo que no tiene nada que ver con Tolkien. ¿Qué opina usted de la fuerte feminización que vivimos en nuestro país?

-Si se refiere al paso a primer plano en distintos aspectos de nuestra sociedad de mujeres específicas, y aun de LA mujer, el chiste que hago desde hace años es "A dónde vamos a parar. En cualquier momento van a querer votar, también". Era bueno, pero ya con mi círculo de conocidos se ha agotado, y tengo que buscarle reemplazante.

-Cuídese, porque al que le van a buscar reemplazante es a usted, si sigue cometiendo esos que llama chistes buenos. Pero no importa, porque a lo que yo hacía referencia, en realidad, era a la feminización en el sentido gramatical del término: Acción de dar forma femenina a un nombre que no la tiene.

La cosa empezó, si la memoria no me falla, hace unos quince años. Comencé a escuchar fulana es una genia. Al principio en son de broma, o al menos así lo interpreté yo. Por lo menos sonaba muy ocurrente, y más aún el mengana es una ídola. Pero luego empecé a sospechar -con un oculto terror- que la cosa no iba en broma. Nunca tuve valor para compartir esto con nadie, pero ahora me decido. Sáqueme usted esta duda cruel: la gente ¿lo dice en broma o en serio?

-Ya. El que usted dice es un tema viejo y trillado; uno ya no puede dar esas opiniones eruditas que lo posicionan sobre un pedestal, porque ese pedestal seguramente ya está ocupado. Pero puede dar opiniones personales, que nunca se agotan. Yo creo que lo dicen en serio. Lamento confirmar sus temores. Pero no se alarme: también creo que no hay mala voluntad detrás del proceso, y que la salud de usted no corre mayor peligro que de costumbre. La gente sólo está forzando un poco ciertos procesos analógicos perfectamente naturales del lenguaje, llevada a ello por condicionantes sociales.

Pero el que sí creo que lo está diciendo en broma es el lenguaje mismo, en complicidad con esos condicionantes sociales que mencionaba. Se está riendo de nosotros a mandíbula batiente.
Empieza con sutilezas como reunión de padres y madres (cuando yo era chico me preguntaba sinceramente si mi madre podía asistir a la reunión de padres del colegio), y poco a poco va agregando elementos cómicos. Por ejemplo, ¿qué se hace con acompañado del padre o tutor? Si yo tuviera que redactar algún reglamento que incluyese esa frase, me vería ante el dilema de decidir, por ejemplo, si corresponde acompañado/a del padre, la madre o el/la tutor/a. Ya es mucho. ¿Qué tal queda el/la p/madre?

ídola
Tenemos que agradecer a la lengua el habernos dado material de charla y risa para muchas horas. Y como el objeto de la risa somos nosotros mismos este ejercicio puede llegar a ser saludable. Por ejemplo: hay un cierto movimiento que responde a esta feminización usando el masculino a ultranza. No es tan sencillo detectarlo, porque el purista puede creer y argumentar que la ministro está bien. Pero otros dirán que tiene tanto sentido como el maestra. Resulta que maestros y maestras hubo siempre, pero en nuestro idioma los gabinetes de gobierno en general no han incluido miembras de modo significativo hasta fecha reciente. ¿Es neologismo la ministra? ¡No! El latín no tenía gabinetes, pero sí tenía minister y ministra lo mismo que tenía magister y magistra. En todo caso, ministra es un remozadologismo.

Los dos ejemplos que pone usted son unas joyitas: genia e ídola. Provienen de palabras que designan a una divinidad y a una representación material respectivamente, de género masculino el primero y neutro el segundo. Su cambio semántico a "persona muy inteligente o inspirada" y a "persona objeto de adoración" permitió la distinción de género y el surgimiento de los neologismos.









Una genia acompañada de colegas
¿Qué pasará cuando se quiera seguir el proceso inverso de masculinización? Si busca en Google, puede encontrar al hado padrino, por tétrico que suene. Recuerdo a un compañero de colegio al que le decían la Parca; ¿deberíamos haber dicho el Parco? Y si el sujeto de una representación artística es un varón, ¿hablamos de el pinturo, el estatuo?

-Precisamente por ese lado quería yo argumentar. Por ejemplo, otra de las aberraci... digo de los sanos neologismos, como usted los llama, de nuestros queridos compatriotas, es denominar capa a esa misma señora a la que se tildó ya de genia e ídola. Sí, la tal mujer es una capa. Y no se refieren a lo que Tolkien hubiese denominado cloak. Se refieren (agarrate Catalina), a que son... el femenino de "capo", ese término italiano tan difundido, que como usted bien sabe significa 'cabeza' y por extensión, 'jefe'.
Capo con rouge
Ahora bien, con el mismo criterio, deberíamos entonces decir que el presidente es el cabezo del Estado. Y que usted, Hláford, no es una garantía de calidad en este blog sino un garantío. Ya ve qué razón me asiste para traer este tema (perdón, este temo), a la pale.. digo al
palestro.

- Déjelos, Doctor, que están haciendo progresar la lengua. Algún día los que le causaron desazón ocuparán un lugar junto a Góngora y Quevedo.


domingo, 26 de agosto de 2007

El hechizo más poderoso (y 3)

Ille ego qui, magna cum minor, extrico nihil.

(Virgedro, poeta ladino)

1) Hipótesis en las tinieblas

Voy a intentar una respuesta, no digo cierta, pero al menos no descabellada, a aquella cuestión del sentido de los pares "adjetivo latino" vs. "sustantivo anglosajón" del Mythopoeia. Esta tercera (y espero que última) entrega de la serie llega con un par de semanas de retraso, no por haber tenido que atender a obligaciones ajenas a este estudio sino lisa y llanamente por no tener qué decir al respecto.

Aclaro que cualquiera que siga leyendo esto haría bien en ir antes al poema y repasarlo un par de veces por lo menos. No porque aquí vaya a intentar una exégesis (1): el Mythopoeia es demasiado complejo como para que la cuestión que abordé dé cuenta de él. ¿Hace falta la pesquisa etimológica para apreciar la riquísima reelaboración de las Bienaventuranzas, Blessed are the timid hearts that evil hate? Y sin embargo, la etimología parece jugar un papel. Y cuál pueda ser ese papel sólo debería afirmarlo la búsqueda del sentido global.

Decía uno el otro día: "no caigamos en la metafísica", en el peor sentido posible de la palabra "caer". Cuando tomo el volumen de Cartas de Tolkien, busco las reflexiones sobre el lenguaje, y leo (por ejemplo) la importantísima #209 a Murray, con afirmaciones del estilo de "Nos enfrentamos con infinitos paralelos minúsculos del misterio de la encarnación", tratando de la relación entre las formas de las palabras y sus significados (por no hablar de cosas como "El lógos es, en última instancia, independiente del verbum"), admito que me siento desamparado y corro a refugiarme entre las páginas del diccionario etimológico: su volumen, sus letras diminutas, sus referencias abreviadas a obras eruditas que probablemente no he de ver en mi vida, dan cierta impresión de solidez. Muy en el fondo sé que esa solidez es ilusoria, pero de todas las riquezas terrenas me parece la más preciada. Soy amigo de Platón, pero soy aun más amigo de las palabras de Platón.

Ejem, perdón. Partiré de la respuesta de J.R. Holmes, en la entrada "Mythopoeia" de la Tolkien Encyclopedia de M. Drout: no he hallado ningún otro crítico que reflexione específicamente sobre estos versos (a diferencia de los varios que tratan la cuestión del adjetivo en general, o de los que analizan el poema). Según Holmes,

En estas cinco parejas de adjetivo-y-sustantivo, Tolkien ilustra el proceso de abstracción que en su ensayo posterior "Sobre los cuentos de hadas" llamó "la invención del adjetivo". Los sustantivos, dado que son sólo nombres, están más cerca de las cosas que nombran: todos son palabras anglosajonas (rocks, trees, earth, stars, men). Pero los adjetivos (todos latinos y griegos: petreous, arboreal, tellurian, stellar, homuncular) están más alejados [removed] de las cosas que describen.

También Bungo me adelantó una opinión similar sobre el tema, que agradezco:

Tal vez sea interesante preguntarse por qué en esas parejas sustantivo-adjetivo, los términos "anglosajones" resultan ser los sustantivos, y los "cultismos latinos" los adjetivos. Si los sustantivos son "el nombre de la cosa", la palabra que más cerca está del referente, y los adjetivos un adorno, una visión parcial de la cosa, Tolkien nos manifiesta con esa elección su visión de las distintas herencias linguisticas del inglés, tradición-modernidad, etc.

No dejo de estar de acuerdo con uno y otro, pero quisiera matizar y especificar. La palabra que destaco en la cita de Holmes, removed, corresponde a "alejado" en su significado más literal y morfemático: no algo que "está lejos", como la Argentina lo está físicamente de México (y siempre lo estuvo, que yo sepa), sino algo que "ha sido alejado", como un mexicano de paseo por la Argentina está (ha sido) "alejado" de México (digamos, por obra de un avión). Queda claro que si hay una cualidad que está cerca de la cosa "tierra", esa cualidad es la "teluricidad": la tierra es la única entidad telúrica per se. Pero a Tolkien le interesó sobre todo la capacidad de quien usa el lenguaje para desligar esa cualidad del sustantivo al que pertenece: "si de la hierba podemos abstraer lo verde, del cielo, lo azul y de la sangre, lo rojo, es que disponemos ya del poder del encantador" (MC:150). Reformulando lo de Holmes, yo diría que los adjetivos del fragmento no están en realidad alejados [removed] de las cosas, puesto que precisamente se hallan junto a sus sustantivos, y eso es lo que nos choca de una expresión redundante como "astro estelar"; pero, en tanto que adjetivos, son alejables [removable] de esas cosas. La tierra no puede alejarse de sí misma; pero sí puede apartarse de ella una cualidad suya, aun la más intrínseca, porque tiene una naturaleza distinta.

Si me preguntan qué indica en esos versos el cambio abrupto de regiones lingüísticas, el paso violento de lo anglosajón a lo latino, yo, con muchas dudas, respondo: esta íntima diferencia de naturaleza entre la cosa y la cualidad. Por más que "estrella" y "estelar" parezcan significar lo mismo, o evoquen en nosotros las mismas imágenes, se trata de dos fenómenos completamente distintos entre sí, al punto que se justifica designarlos con medios tan dispares como son las palabras latinas y las anglosajonas. Lo importante es que, en tanto que usuarios de la lengua, tenemos a nuestra disposición sustantivos y adjetivos, y podemos hacer de ellos el uso que queramos: pero por sí mismos se prestan para funciones muy distintas. En el hecho de que podamos tomar la cualidad, desgajarla de su sustantivo propio e injertarla (con arte) en otro, Tolkien vio el aporte más valioso de la gramática mítica: "no hay en Fantasía hechizo ni encantamiento más poderoso".

Se puede ilustrar la inmensidad de ese valor del adjetivo del siguiente modo. En su ensayo "Un vicio secreto" Tolkien confiesa su convicción de que en la composición poética en idiomas inventados (como el quenya) sucede lo mismo que al lector moderno en su apreciación de la poesía antigua:

las sutilezas de la connotación no pueden estar presentes: aunque usted dé a sus palabras significados, ellas no han tenido una auténtica experiencia del mundo en la que adquirir la riqueza normal de las palabras humanas. Incluso en casos como los que he citado (es decir, el inglés antiguo o el noruego antiguo), esta riqueza también está ausente, igualmente ausente o casi. Y creo que también en latín y griego, más de lo que muchos están dispuestos a reconocer.

Para el que suscribe, amante de las lenguas y literaturas clásicas, la última perspectiva es inquietante; pero debió resultar especialmente desoladora para quien como Tolkien dedicó toda su vida a la invención de idiomas y a la investigación de la tradición poética medieval inglesa, mucho más fragmentaria que la clásica. Así como la creación de miles y miles de palabras, raíces, matices e historias de la Tierra Media, comparada con el proceso de una lengua real, sólo puede ser un bosquejo imperfecto, así también la paciente investigación de décadas sobre el Beowulf, su lengua y su mundo da sólo un atisbo de la composición y recepción del original, si el punto de comparación que tomamos es la lectura de un contemporáneo nuestro (leyendo los versos de mi vecino seguramente no me planteo la pérdida de la connotación). En la filología de la Saga Realidad, sólo tenemos la imaginación para suplir el vacío que la investigación no logra llenar, y en esto Tolkien fue especialista; en las lenguas inventadas, puede darse como mucho una ilusión de profundidad. ¿Cuántos matices percibe un elfo detrás del sindarin galadh "árbol"? Los lingüistas que hurgan entre los manuscritos de Tolkien pueden descubrir algunos: por ejemplo, que no es lo mismo que orn, y que entre las ramas del galadh se vislumbra la luz de galad (2). Pero creo que ninguno, al imaginarse a un elfo, se atrevería a decir que todo el conocimiento a que puede llegar como lingüista agota las simples intuiciones del supuesto elfo. Ya su autor había reconocido que su propia finitud privaría al vocablo de "la riqueza normal de las palabras humanas".

Sin embargo, inmediatamente después de esbozar este panorama, Tolkien volvió al adjetivo, que conserva su valor aun despojado de los contextos y desarrollos que enriquecen la lengua real y viva. El que se pueda recurrir a él incluso en las condiciones adversas de la subcreación más rudimentaria demuestra su poder primitivo:

Mas, sin embargo, tan pronto como hayan establecido aunque sea un sentido vago y general para sus palabras, muchos de los menos sutiles pero más conmovedores e importantes de los rasgos de la poesía estarán abiertos ante ustedes. Porque son ustedes los herederos de las edades. No habrán de buscar a tientas el deslumbrante brillo inventivo del adjetivo libre, algo que todo el lenguaje humano aún no ha conseguido (3). Ustedes pueden decir:

sol verde

o

vida muerta

y hacer que la imaginación salte.

El lenguaje ha fortalecido la imaginación y a la vez se ha liberado por medio de ella. ¿Quién dirá si el adjetivo libre ha creado imágenes raras y hermosas, o si el adjetivo ha sido liberado por extrañas y hermosas escenas de la mente?

¿Quién dirá si las imágenes raras y hermosas que "sol lunar" o "luna solar" pueden evocar en nosotros estuvieron en la mente del poeta y dieron lugar a una expresión perfecta, o si la simple yuxtaposición de las dos palabras está de hecho libre de las limitaciones de su autor? Creo que este pensamiento se ubica en el centro mismo de la poética de Tolkien, y que el "hechizo del adjetivo" lo resume tan bien como cualquier otra fórmula.

La cuestión se puede elevar todavía a un plano trascendente, que es el que Tumbaito señalaba en un comentario que también agradezco (lo mismo que su versión de los versos en que predominan adjetivos latinos): "Creo que nos está diciendo que Dios le dio a cada cosa el ser que le es propio". Eso queda acentuado en las dos palabras iniciales del fragmento, que prácticamente no mencioné en el análisis: God made the petreous rocks... No dice simplemente "las rocas son pétreas", sino "Dios hizo las pétreas rocas".

La métrica del poema puede ayudarnos a ver este énfasis. El Mythopoeia está compuesto en versos yámbicos, lo que a grandes rasgos significa que se repiten series de sílaba no acentuada / sílaba acentuada: tellURian EARTH, and STELLar STARS and THESE, etc. Pero en el primer verso la prosodia normal tiende a poner el acento en el sustantivo que oficia de sujeto, dándole al menos tanto énfasis como al verbo que sigue, o incluso más: GOD made the PETReous ROCKS, arBOReal TREES: el primer yambo está invertido (GOD made en vez de God MADE), vuelto en troqueo.

En castellano podría darse el mismo matiz poniendo igualmente el acento en "Dios", o comenzando "Fue Dios el que hizo las pétreas rocas". En otras palabras, las cosas suceden y el mundo está organizado at bidding of a will, para colocarlo en el contexto más amplio del poema. Misómito ha reconocido los entes y su variedad; ahora Filómito le propone mediante estos curiosos pares de adjetivo y sustantivo un cierto concepto cosmológico. Es característico de Tolkien conjugar poética y filosofía; pero es igualmente característico de estas entregas no intentarlo, de modo que dejamos esta puerta abierta para quien quiera acceder. Seguimos en la lengua.

2) El senescal y el sapo de otro pozo

Hay varias "figuras del filólogo" en la ficción tolkienana: Rúmil, Fëanor y Pengolodh; el inolvidable Gandalf del primer capítulo de El Hobbit (¿qué significa exactamente "buenos días"?) o el que dice a Pippin que "los Magos deberían tener uno o dos hobbits a su cuidado, para que les enseñaran el significado de las palabras" (SA:3:XI:9); o Michael Ramer y sus compañeros del Notion Club, o el párroco de Egidio (que "era hombre de letras y podía, qué duda cabe, ver en el futuro con mayor profundidad que los demás").

Uno de los filólogos de la Tierra Media es Faramir de Gondor, que también recibió de Tolkien el sueño de la Ola (SA:6:V:45-7, Cartas #263 y #180). Según se lee en La Guerra del Anillo, una parte importante de su diálogo con Frodo en Ithilien estaba dedicada a la historia de las lenguas; más tarde Tolkien decidió que el lector no podría digerir esa erudición en medio de la narrativa y pasó aquella información al Apéndice E (Cartas #66). Pero no por eso dejó de ser el Capitán de la Torre de la Guardia un hombre sensible a las sutilezas del idioma. Se deja ver en su primer regreso a Minas Tirith desde Ithilien: recién llegado de una misión de muchos días, rescatado in extremis de las garras de los Nazgûl, Pippin lo ve, "el rostro de alguien que asaltado por un miedo terrible o una inmensa angustia ha conseguido dominarse y recobrar la calma":

-¡Faramir! -gritó junto con los otros-. ¡Faramir! -y Faramir, advirtiendo el acento extraño del hobbit entre el clamor de los hombres de la Ciudad, se dio vuelta, y lo miró estupefacto.
-¿Y tú de dónde vienes? -le preguntó-. ¡Un mediano, y vestido con la librea de la Torre! ¿De dónde...?

Gandalf lo interrumpe (si no lo hubiese hecho, se habría enterado mucho antes del encuentro con Frodo; ¿hubiese cambiado entonces la historia?), pero lo que me interesa es la curiosidad de que Faramir, agotado y enervado, distingue sin proponérselo el acento extraño de un diminuto hobbit entre el griterío de una multitud. Uno se puede imaginar a Tolkien frente a arboreal: "¿Y tú de dónde vienes? ¡Un latinismo, y vestido de anglosajón! ¿De dónde...?" y nace una Tierra Media.

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(1) ¿O se dice exegesis, con acentuación llana/grave? La cuestión está discutida, y sería bueno hurgar en ella. Yo me quedo con la opción de Tolkien (hablando de otro tema) en Cartas #218, y que se resume en "Diga lo que le viniere en gana".

(2) Véase el profundo análisis lingüístico de esta relación en el artículo "Light and Tree", de mi amigo Helios de Rosario Martínez, en Tengwestië.

(3) Traduzco así dos frases difíciles del original. En la primera, the dazzling brilliance of invention of the free adjective, la traducción de Minotauro "la brillantez deslumbrante de la invención del adjetivo libre" puede dar una idea errónea, porque no se trata de que "se invente el adjetivo libre", sino de que "el adjetivo libre inventa (con brillantez deslumbrante)": para que el adjetivo fuese objeto y no sujeto de la invención, la expresión debería ser brilliance of the invention. Por "adjetivo libre", por supuesto, debe entenderse el adjetivo liberado de su sustantivo lógico y tautológico: es precisamente el adjetivo suelto y aplicado a sustantivos extraños del que quiere hablar el autor. La segunda frase es poco clara en el original mismo: to which all human language has not yet fully attained. En ella, el to que antecede al relativo which acompaña a attained en un régimen que no es el habitual de este verbo: attain to significa "alcanzar algo o llegar a algún sitio, especialmente con esfuerzo" y pertenece a un registro formal (Oxford). Minotauro traduce: "a la que todo idioma humano aún no se ha sujetado del todo", lo que no tiene sentido: ¿los idiomas humanos particulares pueden o deben sujetarse a aquella brillantez? Aparte de que attain no admite el significado "sujetarse a", la expresión all human language no puede referirse a los idiomas particulares (para lo que se usaría un plural, all human languages), sino al lenguaje como la capacidad universal que manifiestan esos idiomas. El sentido sigue siendo difícil, pero creo que no me equivoco al interpretar que el lenguaje humano, en cualquiera de sus manifestaciones, no ha logrado aún otro artificio de brillo tan deslumbrador como el del "adjetivo libre", que está al alcance de cualquier poeta que sea capaz de decir "vida muerta".

viernes, 3 de agosto de 2007

El hechizo más poderoso (2)

Para mi completo asombro, Bungo me ha dicho que uno puede averiguar qué buscaba en Google alguien que llegó a este blog, y entretenerse viendo las distintas inquietudes de la gente e imaginándose la decepción de alguna al ver de qué se trataba la cosa: "El hechizo más poderoso" quizás no era lo que esperaban, sino un comentario filológico. Sin embargo, en su proverbial sabiduría, Alejandro había adivinado que de tanto en tanto podía aparecer un alma afín, un interés común, y cuál no sería mi satisfacción al hallar entre tanta búsqueda una que decía "hechizos y conjugaciones". Uno advierte que la filología ha reivindicado una posición, ha recuperado "el alto sitial que en otro tiempo ocupó en este tribunal de investigación" (MC:149).

Chistes aparte, T.A. Shippey ha desarrollado algunas de las relaciones entre los términos y conceptos de gramática y magia en El Camino a la Tierra Media (págs. 73-6), a donde dirijo al lector curioso para que encuentre el parentesco entre grammar, glamour (recuérdese glamoury en la discusión sobre sigaldry) y supongo que también grimoire, que ya ha llegado al castellano como "grimorio". Aquí sólo voy a seguir tratando de algún modo el hechizo particular de los adjetivos en aquel pasaje de Mythopoeia.

Esta vez quiero anotar cuestiones de la traducción, para ajustar detalles y trabajar con un texto más adecuado. El original decía:

God made the petreous rocks, the arboreal trees,
tellurian earth, and stellar stars, and these
homuncular men, who walk upon the ground
with nerves that tingle touched by light and sound.

Y la traducción publicada en castellano:

Dios hizo las rocas pétreas, las plantas arbóreas,
la tierra telúrica, los astros estelares,
las criaturas homúnculas que andan por la tierra
con nervios que el sonido y la luz estremecen.

Ya hemos dejado establecido que los adjetivos del poema inglés significan lo mismo que los sustantivos: ¿por qué cambia entonces el traductor por "las plantas arbóreas", "las criaturas homúnculas", donde el significado no es el mismo? Probablemente, porque de otro modo se hubiese visto obligado a usar derivados de la misma palabra latina, lo que daría como resultado parejas redundantes no sólo en su significado, que es lo que Tolkien parece buscar, sino también en su etimología y fonética, cosa que Tolkien ha evitado: "árboles arbóreos", "hombres homúnculos". De hecho, decir "las plantas arbóreas" contiene cierta contradicción, porque muchos de nosotros entendemos que "plantas" son "aquellos vegetales que no son árboles".

Homuncular Man

Veíamos que Tolkien distingue en inglés moderno entre las palabras populares de raíz germánica, legadas de padres a hijos desde los tiempos anteriores a la conquista normanda, y las palabras cultas tomadas del latín. Nuestro idioma castellano, en cambio, está formado ante todo sobre una base histórica latina, en la que una palabra como hominem dio, en una tradición ininterrumpida y según cambios regulares, "hombre"; y otra base culta, tomada del latín sin más tradición fonética que la adaptación mínima de pronunciación, como "auxilio" < auxilium; y tenemos por añadidura multitud de derivados dobles, uno popular y otro culto, como el par "artejo" y "artículo", derivados ambos de articulum (1).

Este paralelismo entre los sistemas, en teoría, podría servir para construir la traducción; pero llevado a la práctica se revelan sus defectos. Los sustantivos populares no ofrecen problemas: "roca" (y más aun "piedra"), "árbol", "tierra", "estrella" y "hombre", comparados con sus orígenes, dan todos claras muestras regulares del desgaste de los siglos: rocca (simplificación de esa doble cc), arbor (disimilación r > l), terra (diptongación e > ie), stella (prótasis de e y epéntesis de r) y hominem (de todo: caída de m final, síncopa de la i postónica, disimilación n > r, epéntesis de b), aparte de otros que la escritura esconde (p.ej., ll geminada > ll palatal). Tanto tecnicismo para decir: tenemos como resultado cinco palabras completamente naturales y conocidas.

Si vamos a los derivados cultos la cosa se complica. El ejemplo más bonito es "tierra telúrica", porque reúne dos palabras latinas diferentes (terra y tellus). Los casos de "rocas pétreas" y "astros estelares" son similares entre sí, porque aunque todos los elementos tienen fuente latina inmediata, en cada una de las parejas hay en realidad un préstamo griego: lat. astrum del gr. ástron, y el ya conocido lat. petra del gr. pétra (también habíamos visto que rocca era probablemente un préstamo, y que todas las voces usadas para "estrella" tenían en última instancia un antecesor indoeuropeo común). El cultismo latino para "hombre" puede ser también "homínido" (igualmente de homo, hominis), o mucho mejor "humano" (lat. humanus: aunque está relacionada con homo, el parentesco no es tan evidente). Pero el peor caso es el de "árbol": el cambio mínimo de r a l nos deja con "árbol arbóreo", volviendo al ejemplo indeseable del "metal metálico".

El griego es una alternativa para el cultismo. Nuestra lengua, por supuesto, ha recibido desde los tiempos más remotos elementos de la influyente cultura helénica, sea por medio del latín o incluso directamente, y con el auge de la jerga científica el mundo moderno adoptó vocabulario griego a granel. Es posible hallar cientificismos griegos (o incluso inventarlos: de esto se trata la lengua científica, al fin y al cabo) para todos los casos, aunque dudo que resulten siempre comprensibles:

  • El adjetivo "pétreo" (cuya fuente griega ya hemos visto) es sencillo y útil, sobre todo si se mantiene "roca" y no "piedra"; de otro modo, también podría servir "lítico" (de líthos, como en "megalítico", "monolítico", "litografía", etc.).

  • Para equivalentes de "arbóreo", tenemos el problema de que los términos griegos más conocidos hoy abarcan todo el reino vegetal, como los derivados de phutón ("fitología") y botáne ("botánica"); pero estos términos eran originalmente más adecuados para "planta" que para "árbol", con lo que volvemos a caer en aquella imprecisión de "las plantas arbóreas", o en la nueva vaguedad de "los árboles vegetales". Tal vez podrían rescatarse déndron o drûs, palabras que sí significan "árbol" (aunque la segunda se aplica sobre todo a la encina). Su desventaja obvia es que phutón y botáne las han desplazado casi del todo, y en general sólo las conocemos por términos como "rododendro" (ver foto); pero "dendrología" sigue vigente (lo mismo que "dendrón", "dendrímero", "dendrítico" y otras palabras que se usan en la jerga química, ya muy lejos de los árboles; también pueden hallarse "dendriforme" y "dendroide", y seguramente muchas otras). Su ventaja, no tan obvia, es que por ellas se llega a las figuras mitológicas de las (hama)dríades, espíritus ligados a la vida de los árboles.

  • Para la "tierra", el sinónimo griego más famoso es , y enumerar derivados está de más: "geografía", "geología", "geometría". Pero todos los que conocemos agregan sufijos y matices, y no hallamos ninguno que signifique exactamente "relativo a la tierra": para eso, la lengua se ha mantenido en el latín, con "telúrico" o "terrestre". Tal vez serviría "geoide", es decir, "con forma de tierra"; pero pienso proponer ese sufijo para otro término del grupo, y es indeseable tener dos terminaciones "-oide" juntas. Por otra parte, tenemos una palabra muy útil en "ctónico" (aunque el DRAE todavía no la registre), que suele usarse para "perteneciente o relativo a la tierra" o, aplicado a figuras mitológicas, "que habita bajo la tierra, sc. en el averno". Su fuente es griega: khthôn es una palabra poética para "la tierra". Como en antropología es prácticamente sinónimo de "telúrico", parece el mejor candidato.

  • En "los astros estelares", obviamente de la misma familia que vimos en inglés, el traductor ha invertido los términos: ahora es el sustantivo el que tiene origen griego (ástron, aunque con escala en el latín astrum), y el adjetivo es puramente latino, del ya visto stella. Personalmente, hubiese preferido mantener el esquema con "las estrellas astrales", aun haciéndome reo de enriquecimiento ilícito del texto con la introducción de la astrología.

  • Por último, "antrópico" (de ánthropos) existe, para Wikipedia si no para el DRAE, y su sentido puede adivinarse, pero son más conocidos los compuestos "filántropo", "antropología", "antropófago", etc. Quizás sería mejor "antropoide", aunque estrictamente hablando no sea diminutivo como homuncular: pero "los hombres antropoides" es igualmente gracioso.

Resumamos una primera propuesta grecolatina de entre muchas combinaciones posibles:

Dios hizo las piedras líticas, los árboles botánicos,
la tierra ctónica, las estrellas astrales, y estos
hombres antropoides, que andan por el suelo
con nervios que vibran al ser tocados por la luz o el sonido.

El análisis anterior ¡ay! deja en claro varios de los defectos de esta traducción provisoria, a los que podemos agregar que el uso del mismo sufijo en los tres primeros pares no ayuda (lítico, botánico, geológico). También he hecho más literales los dos últimos versos, evitando repetir "tierra".

Arboreal Tree. Debajo, sentado, otro Homuncular Man.

Este post viene siendo verdaderamente árido. El esfuerzo por disimularlo con imágenes de los Cuentos de Navidad de Dickens ha sido lastimoso. Pero al menos deja el terreno arado para la próxima (y espero que última) entrega, con la búsqueda de una razón de ser para tanto juego etimológico. Antes de terminar, como para liquidar todos los aspectos gramaticales y liberar el cierre de esta carga, hay otro punto para tener en cuenta, ya no etimológico sino sintáctico.

Léase esta frase: "Dios hizo las rocas pétreas". Dicho así, pueden entenderse dos cosas: que "Dios hizo las rocas (que son pétreas, como todo el mundo sabe)", o que "Dios hizo pétreas las rocas, es decir, Dios dio a las rocas sus características pétreas" (sea que Él las haya hecho o no). Los efectos son muy similares, especialmente si se considera que Ilúvatar, autor de todo, hizo no sólo cada una de las piedras sino que les asignó cada una de sus características, creencia que bien podemos conceder a Tolkien. Pero también podríamos no conceder esa creencia, o al menos podemos distinguir el énfasis puesto en cada caso: aunque sepamos que Eru hizo a Melkor, y que Melkor era poderoso, y que lo era por voluntad de Eru, no diremos igualmente "Eru hizo al poderoso Melkor" y "Eru hizo a Melkor poderoso"; entre otros motivos, porque en el segundo caso tal vez deseemos destacar un fin determinado para el cual Melkor fue hecho poderoso (característica que no es inmanente). Pero esa cuestión queda para la próxima entrega.

La jerga gramatical distingue entre ambas construcciones con nombres específicos y que varían según el gramático de turno: usando terminología popular, la primera puede denominarse "atributiva", y la segunda "predicativa". El problema reside en que el verbo "hacer", como estamos viendo, admite ambas posibilidades, y es posible caer en una ambigüedad. Ello obliga a utilizar recursos (que los hay) para destruirla. Si en castellano una frase como "Pedro hizo su casa blanca" puede reflejar igualmente ambos sentidos, con situar el adjetivo entre el verbo y el sustantivo alcanza para indicar que el uso es predicativo ("Pedro hizo blanca su casa"); y ubicándolo entre el posesivo y el sustantivo ya no quedan dudas de que se trata de un atributivo ("Pedro hizo su blanca casa"). Por supuesto, hay otras posibilidades más eufónicas, y también hay tendencia a interpretar "Pedro hizo su casa blanca" con valor exclusivamente predicativo, de modo que se escapa de la ambigüedad la mayor parte de las veces; lamentablemente, si ése es el caso, la traducción "Dios hizo las rocas pétreas" escapa en la dirección equivocada.

¿Cuál de las dos funciones hay que entender en el pasaje? Sin duda, la función atributiva, si nos fijamos en el texto original. Para dar la idea predicativa, el inglés moderno necesariamente colocaría el adjetivo después: God made (the) rocks petreous. Pero God made the petreous rocks es literalmente "Dios hizo las pétreas rocas", y no puede entenderse de otro modo.

Desconozco si esta sutileza sintáctica es pertinente o no para la lectura del poema. Eso sólo podrá verse en el análisis del sentido, cosa que hoy (hábilmente) he logrado evitar.

Stellar Stars

(1) Nuestros amigos de Filóblogos abogan a veces por un castellano del primer tipo, el padremoñal.