Para mi completo asombro, Bungo me ha dicho que uno puede averiguar qué buscaba en Google alguien que llegó a este blog, y entretenerse viendo las distintas inquietudes de la gente e imaginándose la decepción de alguna al ver de qué se trataba la cosa: "El hechizo más poderoso" quizás no era lo que esperaban, sino un comentario filológico. Sin embargo, en su proverbial sabiduría, Alejandro había adivinado que de tanto en tanto podía aparecer un alma afín, un interés común, y cuál no sería mi satisfacción al hallar entre tanta búsqueda una que decía "hechizos y conjugaciones". Uno advierte que la filología ha reivindicado una posición, ha recuperado "el alto sitial que en otro tiempo ocupó en este tribunal de investigación" (MC:149).
Chistes aparte, T.A. Shippey ha desarrollado algunas de las relaciones entre los términos y conceptos de gramática y magia en El Camino a la Tierra Media (págs. 73-6), a donde dirijo al lector curioso para que encuentre el parentesco entre grammar, glamour (recuérdese glamoury en la discusión sobre sigaldry) y supongo que también grimoire, que ya ha llegado al castellano como "grimorio". Aquí sólo voy a seguir tratando de algún modo el hechizo particular de los adjetivos en aquel pasaje de Mythopoeia.
Esta vez quiero anotar cuestiones de la traducción, para ajustar detalles y trabajar con un texto más adecuado. El original decía:
God made the petreous rocks, the arboreal trees,
tellurian earth, and stellar stars, and these
homuncular men, who walk upon the ground
with nerves that tingle touched by light and sound.
Y la traducción publicada en castellano:
Dios hizo las rocas pétreas, las plantas arbóreas,
la tierra telúrica, los astros estelares,
las criaturas homúnculas que andan por la tierra
con nervios que el sonido y la luz estremecen.
Ya hemos dejado establecido que los adjetivos del poema inglés significan lo mismo que los sustantivos: ¿por qué cambia entonces el traductor por "las plantas arbóreas", "las criaturas homúnculas", donde el significado no es el mismo? Probablemente, porque de otro modo se hubiese visto obligado a usar derivados de la misma palabra latina, lo que daría como resultado parejas redundantes no sólo en su significado, que es lo que Tolkien parece buscar, sino también en su etimología y fonética, cosa que Tolkien ha evitado: "árboles arbóreos", "hombres homúnculos". De hecho, decir "las plantas arbóreas" contiene cierta contradicción, porque muchos de nosotros entendemos que "plantas" son "aquellos vegetales que no son árboles".
Homuncular Man
Veíamos que Tolkien distingue en inglés moderno entre las palabras populares de raíz germánica, legadas de padres a hijos desde los tiempos anteriores a la conquista normanda, y las palabras cultas tomadas del latín. Nuestro idioma castellano, en cambio, está formado ante todo sobre una base histórica latina, en la que una palabra como hominem dio, en una tradición ininterrumpida y según cambios regulares, "hombre"; y otra base culta, tomada del latín sin más tradición fonética que la adaptación mínima de pronunciación, como "auxilio" < auxilium; y tenemos por añadidura multitud de derivados dobles, uno popular y otro culto, como el par "artejo" y "artículo", derivados ambos de articulum (1).
Este paralelismo entre los sistemas, en teoría, podría servir para construir la traducción; pero llevado a la práctica se revelan sus defectos. Los sustantivos populares no ofrecen problemas: "roca" (y más aun "piedra"), "árbol", "tierra", "estrella" y "hombre", comparados con sus orígenes, dan todos claras muestras regulares del desgaste de los siglos: rocca (simplificación de esa doble cc), arbor (disimilación r > l), terra (diptongación e > ie), stella (prótasis de e y epéntesis de r) y hominem (de todo: caída de m final, síncopa de la i postónica, disimilación n > r, epéntesis de b), aparte de otros que la escritura esconde (p.ej., ll geminada > ll palatal). Tanto tecnicismo para decir: tenemos como resultado cinco palabras completamente naturales y conocidas.
Si vamos a los derivados cultos la cosa se complica. El ejemplo más bonito es "tierra telúrica", porque reúne dos palabras latinas diferentes (terra y tellus). Los casos de "rocas pétreas" y "astros estelares" son similares entre sí, porque aunque todos los elementos tienen fuente latina inmediata, en cada una de las parejas hay en realidad un préstamo griego: lat. astrum del gr. ástron, y el ya conocido lat. petra del gr. pétra (también habíamos visto que rocca era probablemente un préstamo, y que todas las voces usadas para "estrella" tenían en última instancia un antecesor indoeuropeo común). El cultismo latino para "hombre" puede ser también "homínido" (igualmente de homo, hominis), o mucho mejor "humano" (lat. humanus: aunque está relacionada con homo, el parentesco no es tan evidente). Pero el peor caso es el de "árbol": el cambio mínimo de r a l nos deja con "árbol arbóreo", volviendo al ejemplo indeseable del "metal metálico".
El griego es una alternativa para el cultismo. Nuestra lengua, por supuesto, ha recibido desde los tiempos más remotos elementos de la influyente cultura helénica, sea por medio del latín o incluso directamente, y con el auge de la jerga científica el mundo moderno adoptó vocabulario griego a granel. Es posible hallar cientificismos griegos (o incluso inventarlos: de esto se trata la lengua científica, al fin y al cabo) para todos los casos, aunque dudo que resulten siempre comprensibles:
El adjetivo "pétreo" (cuya fuente griega ya hemos visto) es sencillo y útil, sobre todo si se mantiene "roca" y no "piedra"; de otro modo, también podría servir "lítico" (de líthos, como en "megalítico", "monolítico", "litografía", etc.).
Para equivalentes de "arbóreo", tenemos el problema de que los términos griegos más conocidos hoy abarcan todo el reino vegetal, como los derivados de phutón ("fitología") y botáne ("botánica"); pero estos términos eran originalmente más adecuados para "planta" que para "árbol", con lo que volvemos a caer en aquella imprecisión de "las plantas arbóreas", o en la nueva vaguedad de "los árboles vegetales". Tal vez podrían rescatarse déndron o drûs, palabras que sí significan "árbol" (aunque la segunda se aplica sobre todo a la encina). Su desventaja obvia es que phutón y botáne las han desplazado casi del todo, y en general sólo las conocemos por términos como "rododendro" (ver foto); pero "dendrología" sigue vigente (lo mismo que "dendrón", "dendrímero", "dendrítico" y otras palabras que se usan en la jerga química, ya muy lejos de los árboles; también pueden hallarse "dendriforme" y "dendroide", y seguramente muchas otras). Su ventaja, no tan obvia, es que por ellas se llega a las figuras mitológicas de las (hama)dríades, espíritus ligados a la vida de los árboles.
Para la "tierra", el sinónimo griego más famoso es gê, y enumerar derivados está de más: "geografía", "geología", "geometría". Pero todos los que conocemos agregan sufijos y matices, y no hallamos ninguno que signifique exactamente "relativo a la tierra": para eso, la lengua se ha mantenido en el latín, con "telúrico" o "terrestre". Tal vez serviría "geoide", es decir, "con forma de tierra"; pero pienso proponer ese sufijo para otro término del grupo, y es indeseable tener dos terminaciones "-oide" juntas. Por otra parte, tenemos una palabra muy útil en "ctónico" (aunque el DRAE todavía no la registre), que suele usarse para "perteneciente o relativo a la tierra" o, aplicado a figuras mitológicas, "que habita bajo la tierra, sc. en el averno". Su fuente es griega: khthôn es una palabra poética para "la tierra". Como en antropología es prácticamente sinónimo de "telúrico", parece el mejor candidato.
En "los astros estelares", obviamente de la misma familia que vimos en inglés, el traductor ha invertido los términos: ahora es el sustantivo el que tiene origen griego (ástron, aunque con escala en el latín astrum), y el adjetivo es puramente latino, del ya visto stella. Personalmente, hubiese preferido mantener el esquema con "las estrellas astrales", aun haciéndome reo de enriquecimiento ilícito del texto con la introducción de la astrología.
Por último, "antrópico" (de ánthropos) existe, para Wikipedia si no para el DRAE, y su sentido puede adivinarse, pero son más conocidos los compuestos "filántropo", "antropología", "antropófago", etc. Quizás sería mejor "antropoide", aunque estrictamente hablando no sea diminutivo como homuncular: pero "los hombres antropoides" es igualmente gracioso.
Resumamos una primera propuesta grecolatina de entre muchas combinaciones posibles:
Dios hizo las piedras líticas, los árboles botánicos,
la tierra ctónica, las estrellas astrales, y estos
hombres antropoides, que andan por el suelo
con nervios que vibran al ser tocados por la luz o el sonido.
El análisis anterior ¡ay! deja en claro varios de los defectos de esta traducción provisoria, a los que podemos agregar que el uso del mismo sufijo en los tres primeros pares no ayuda (lítico, botánico, geológico). También he hecho más literales los dos últimos versos, evitando repetir "tierra".
Arboreal Tree. Debajo, sentado, otro Homuncular Man.
Este post viene siendo verdaderamente árido. El esfuerzo por disimularlo con imágenes de los Cuentos de Navidad de Dickens ha sido lastimoso. Pero al menos deja el terreno arado para la próxima (y espero que última) entrega, con la búsqueda de una razón de ser para tanto juego etimológico. Antes de terminar, como para liquidar todos los aspectos gramaticales y liberar el cierre de esta carga, hay otro punto para tener en cuenta, ya no etimológico sino sintáctico.
Léase esta frase: "Dios hizo las rocas pétreas". Dicho así, pueden entenderse dos cosas: que "Dios hizo las rocas (que son pétreas, como todo el mundo sabe)", o que "Dios hizo pétreas las rocas, es decir, Dios dio a las rocas sus características pétreas" (sea que Él las haya hecho o no). Los efectos son muy similares, especialmente si se considera que Ilúvatar, autor de todo, hizo no sólo cada una de las piedras sino que les asignó cada una de sus características, creencia que bien podemos conceder a Tolkien. Pero también podríamos no conceder esa creencia, o al menos podemos distinguir el énfasis puesto en cada caso: aunque sepamos que Eru hizo a Melkor, y que Melkor era poderoso, y que lo era por voluntad de Eru, no diremos igualmente "Eru hizo al poderoso Melkor" y "Eru hizo a Melkor poderoso"; entre otros motivos, porque en el segundo caso tal vez deseemos destacar un fin determinado para el cual Melkor fue hecho poderoso (característica que no es inmanente). Pero esa cuestión queda para la próxima entrega.
La jerga gramatical distingue entre ambas construcciones con nombres específicos y que varían según el gramático de turno: usando terminología popular, la primera puede denominarse "atributiva", y la segunda "predicativa". El problema reside en que el verbo "hacer", como estamos viendo, admite ambas posibilidades, y es posible caer en una ambigüedad. Ello obliga a utilizar recursos (que los hay) para destruirla. Si en castellano una frase como "Pedro hizo su casa blanca" puede reflejar igualmente ambos sentidos, con situar el adjetivo entre el verbo y el sustantivo alcanza para indicar que el uso es predicativo ("Pedro hizo blanca su casa"); y ubicándolo entre el posesivo y el sustantivo ya no quedan dudas de que se trata de un atributivo ("Pedro hizo su blanca casa"). Por supuesto, hay otras posibilidades más eufónicas, y también hay tendencia a interpretar "Pedro hizo su casa blanca" con valor exclusivamente predicativo, de modo que se escapa de la ambigüedad la mayor parte de las veces; lamentablemente, si ése es el caso, la traducción "Dios hizo las rocas pétreas" escapa en la dirección equivocada.
¿Cuál de las dos funciones hay que entender en el pasaje? Sin duda, la función atributiva, si nos fijamos en el texto original. Para dar la idea predicativa, el inglés moderno necesariamente colocaría el adjetivo después: God made (the) rocks petreous. Pero God made the petreous rocks es literalmente "Dios hizo las pétreas rocas", y no puede entenderse de otro modo.
Desconozco si esta sutileza sintáctica es pertinente o no para la lectura del poema. Eso sólo podrá verse en el análisis del sentido, cosa que hoy (hábilmente) he logrado evitar.
Stellar Stars
(1) Nuestros amigos de Filóblogos abogan a veces por un castellano del primer tipo, el padremoñal.
Muy interesante. Avanti.
ResponderEliminarCreo recordar que la traducción de Mythopoeia (la que yo tengo, al menos) era bastante desastrosa. Se sabe de alguna mejor (o alguna revisión/corrección?)
No sé que se haya publicado ninguna mejor; creo que en todas las ediciones de Árbol y Hoja se ha mantenido la misma. Sí sé que hay a medio hacer un artículo del DTI para consignar los desvíos, de cuya preparación derivaron estos posts. Y sé que C. Fernández hizo una traducción propia en prosa para su charla sobre el poema, y discutimos con ella cada pasaje, así que en mi apreciación al menos creo que es adecuada; pero queda entre sus notas.
ResponderEliminarAprovecho para expresar mi sorpresa por no recibir comentarios del tipo "pará de robar", "qué país generoso", "el gobierno tendría que restringir el acceso a Blogger", etc. por varias barrabasadas que contenía el post. Acabo de subsanar las más evidentes, como "los defectos de esta traducción provisoria, al que podemos agregar" o "el uso del mismo prefijo ... (lítico, botánico, geológico)" (las menciono para que quede constancia del efecto devastador que están teniendo ciertas nuevas técnicas de redacción, como el cut-and-paste).
El párrafo sobre los orígenes latinos de los cast. "roca", "árbol", etc. también es técnicamente muy defectuoso, simplista e inconsistente (p.ej., ¿por qué "roca" y no "rueca"? ¿por qué cita a veces nominativos y a veces acusativos?), pero desespero de arreglarlo, y aprendo que para ser informal en la mención de cambios fonéticos primero hay que haber hilado muy fino en cada ejemplo.
Dios hizo a las rocas petrinas, a los leños arbóreos,
ResponderEliminara la tierra terruña, a los astros sidereos,
y a los homínidos hombres que andan por la tierra
con nervios que el sonido y la luz estremecen.
Creo que nos está diciendo que Dios le dio a cada cosa el ser que le es propio.
si alguien me puede explicar Mythopoeia le estaria muy agradecido. y !si¡ se que es muy facil para algunos pero no para mí.
ResponderEliminarpor favor
Yo también agradecería que me lo explicaran. O más bien agradezco a quienes han ofrecido ya explicaciones, como los que mencionaba en alguna parte de estos artículos (Holmes, en la Tolkien Encyclopedia, o C. Fernández en su análisis).
ResponderEliminarPero si se pudiese reducir el poema a una explicación no valdría gran cosa, ¿no?
Como índice de lectura, yo propondría en cambio unas preguntas:
a) El poema dice ser "respuesta a alguien que dijo que los mitos eran mentiras". ¿En qué sentido(s) se puede decir que sean verdad?
b) Esta respuesta a nombre de Filómito "cita" la opinión de Misómito que refuta: "tú caminas por la tierra ... uno de los muchos globos menores del espacio"; "tus simios progresivos", etc. Es más o menos posible, entonces, reconstruir un punto de vista que le parece inaceptable, y en respuesta la propuesta del propio autor ("yo quisiera poder cantar con los juglares", etc.).
c) Hay elementos: el mundo, el poeta, la lengua que habla el poeta, la obra que hace el poeta con esa lengua. ¿Qué relación une a cada elemento con los demás?
Responder a cualquiera de las tres preguntas debería dar un sentido al poema. La tercera en especial es múltiple: decir qué relación une, por ejemplo, al poeta con el mundo seguramente implicaría dar cuenta de su poesía, ¿no?
Perdón si esto no es una explicación. Pero personalmente soy de los que piensan que los poemas deberían explicarse por sí mismos, y que lo mejor que podemos hacer es mirarlos, recitarlos (en voz alta si es posible) y atacarlos (con preguntas, civilizadamente) desde todos los puntos de vista que hallemos.