Como prometimos no hace tanto, hoy seguiremos acompañando a Mr. Haddon en su pesquisa sobre los bull-roarers, por ahora sin salir de Europa y el resto de Occidente.
El primer sitio que visitamos es Alemania, sin más especificación. Según lee Haddon en una monografía del Dr. Schmeltz, director del Museo Etnográfico de Leiden, allí se conoció el Waldteufel (lit. "diablo del bosque"). Lo describe nuestro autor:
Es un pequeño cilindro de cartón, abierto en un extremo y cerrado en el otro; la parte central de este tambor está atada con un hilo de crin, al otro extremo del cual se ata un trozo de madera. Cuando se hace girar en torno, el instrumento produce un sonido horrible. Tengo un juguete prácticamente idéntico, comprado en las calles de Cambridge, salvo que la crin está reemplazada por cáñamo; éste tiene un lazo en el extremo libre, que gira libremente sobre una muesca en una de las puntas del trozo de madera. La madera en esa parte está impregnada con resina, de modo que produzca un chirrido, que es conducido por el cáñamo y el cilindro actúa como caja de resonancia. No he sido capaz de averiguar el nombre inglés de este "Diablo de los bosques". Mi amigo el Director Schmeltz sugiere que hay una conexión entre este juguete y el bull-roarer. No veo cómo la simple tablilla de madera pudo evolucionar hacia el más complejo cilindro. Lo único que se puede decir es que ambos producen un sonido desagradable. En cuanto al origen y significado del Waldteufel, no se sabe nada en absoluto, y no nos consta evidencia que relacione a este juguete con rito mágico o religioso alguno.
El problema para que el Waldteufel tenga en su origen a un pariente del bull-roarer no es sólo de grado sino de clase: éste es un aerófono, y aquél un cordófono. Es la diferencia entre revolear un clarinete y revolear una guitarra.
Waldteufel moderno, con cuerda de nylon.
Haddon salta ahora a América, donde habla del buzz: un trozo de madera pequeño, chato y rectangular en que se practican dos agujeros, pasando por éstos una cuerda larga y continua. Se sujetan los dos "extremos" (salvo que no existen, ya que la cuerda es continua) con las manos, y se hace girar la madera de modo que la cuerda se enrosque. Luego se separan las manos con fuerza: esto hace que la madera gire a gran velocidad, produciendo un zumbido. Si se hace correctamente, el momentum* es tan grande que la cuerda vuelve a enroscarse en el sentido contrario, y así indefinidamente.
Se trata, evidentemente, de un conocido nuestro: el runrún que había saltado en comentarios a la primera parte de este artículo. Claro que en nuestra infancia éramos más humildes, y nos conformábamos con un botón. Es fácil encontrar en la web ejemplos de buzz saw, whirligig o hummer, distintos nombres que tuvo este juguete, pero no de la forma rectangular que conoció Haddon. Con tono decepcionado dice otra vez el autor: "Este juguete no ha sido relacionado todavía con ningún uso ceremonial".
Un buzz saw más elegante, con manijas.
Pero lo que apasiona a Haddon es el bull-roarer clásico, de modo que sigue buscándolo por Alemania. Y lo encuentra:
Un amigo alemán me ha dicho que vio el bull-roarer en la Selva Negra, donde se le da el nombre de Schlagel; y también he oído que se lo encuentra a veces en las ferias de Basel, en Suiza. Tylor (Academy, 9 de abril de 1881, p. 265) dice que en Alemania se lo llama Brummer. En Prusia Occidental, cerca de Marienwerder, recuerda Siedel el verdadero bull-roarer (Schwirrholz). Se ata a un cordel un trozo alargado de madera liviana, de un palmo de longitud; el movimiento giratorio que se le imprime se denomina burren, y no todos los muchachos logran usarlo con la misma habilidad; el éxito, además, depende de la longitud y el peso del bull-roarer, así como de la naturaleza del cordel. El trozo de madera, por otra parte, debía ser cortado y pulido con cuidado para que funcionase bien. Habían pasado treinta años, y Siedel había olvidado cómo se unía la madera al cordel, junto con otros detalles. El juego era popular en su vecindario. Entre los años 1869 y 1870 una cierta cantidad de los alemanes puros de ese distrito emigró a América, y su lugar fue ocupado en parte por polacos: sería interesante averiguar si los niños polacos han adoptado el juguete o si está restringido a los alemanes.
Alejándose un poco, el autor sigue a F. Figura, hombre nacido en Galicia, o más bien en Galitzia, que no está en la Península Ibérica sino en Europa Central, al norte de los Cárpatos. Figura cuenta que nació junto a los márgenes del río San, que separaba a los polacos de los rutenos, y el bull-roarer se usaba a ambos lados del río. Sigue:
Como hijo de padres agricultores, a menudo regresaba al atardecer hacia el poblado a lomos de caballo, arreando el ganado. No siempre, pero sí a menudo, los jóvenes pastores usábamos el bull-roarer, si estábamos de buen humor. El bull-roarer era una pieza de madera más bien larga y delgada, con muescas a ambos lados en uno de los extremos, y atada a una cuerda mediante un nudo simple en el otro extremo. Al comenzar sus revoluciones, el bull-roarer produce una nota que corresponde a las letras b-s (muy sostenidas). Luego de girar un tiempo, y acelerando, se logra que la nota elevada se transforme en una nota baja como de órgano. Este efecto de afinación recibe en Galitzia, entre los polacos y los rutenos, el nombre de bzik. El objeto de madera en sí no tiene nombre. Este zumbido se usa para excitar al ganado. Apenas se comienza a usar el bull-roarer los terneros levantan las colas y patean el aire con los cuartos posteriores, a veces a la derecha, a veces a la izquierda, como si estuvieran bailando. Al cabo de unos minutos las bestias mayores siguen a las más jóvenes y se produce una estampida general hacia el poblado. De ahí que en Galitzia se diga, de un hombre cuyo cerebro no termina de funcionar bien, que tiene un bzik. Se supone que los animales son idiotizados por el zumbido del bull-roarer.
El modo curioso en que puede alterarse una idea se ilustra bien en lo siguiente. Es sabido que en el año 1831 miles de jóvenes polacos emigraron, especialmente a Francia, y que un gran número de ellos se alistó en la legión extranjera algeriana. Estos polacos solían jugar a las cartas, y su juego se llamaba bzik. A los franceses les gustó el juego; podían pronunciar la palabra, pero al escribirla según ortografía francesa se transformó ¡en bezique! Es decir, este favorito entre los juegos de salón franceses debe su nombre al bull-roarer.
No doy garantías por esta etimología: etymonline dice sólo que es de "origen desconocido", y en la Wikipedia francesa sólo se descarta la posibilidad de que haya sido inventado por un tal Charles Bézigue. Sí me pregunto, puesto que los pastores estando de buen humor provocaban una estampida hacia el poblado, ¿qué harían cuando estaban de mal humor?
El último lugar europeo que visita Haddon está un poco más al este: Grecia, pero no la contemporánea sino la antigua. Cita a nuestro amigo Andrew Lang sobre el tema, de modo que dejamos por hoy a Haddon y seguimos al autor de los Libros de Colores de las Hadas; quien dice en Custom and Myth, pp. 39-40:
Personalmente, he tenido la suerte de dar con el bull-roarer en el suelo de la antigua Grecia, y en relación con los misterios dionisíacos. Clemente de Alejandría, y Arnobio, y los primeros padres cristianos que siguieron a Clemente, describen ciertos juguetes de de Diónisos niño, usados en los misterios. Entre éstos se cuentan los turbines, los kônoi y los rhómboi. Los diccionarios comunes interpretan que todos éstos son trompos, añadiendo que el rhómbos es a veces "una rueda mágica". Sin embargo, el escoliasta a Clemente anota: "El kônos es un trozo pequeño de madera al que se ata una cuerda y que en los misterios se revolea para provocar un sonido de rugido". O sea, tenemos una descripción breve pero completa del bull-roarer, el turndun australiano. No se omite un solo punto. [...]
En la parte de los misterios dionisíacos en que se exhibían los juguetes de Diónisos niño, y durante la cual (según parece) se revoleaba el kônos o bull-roarer, los participantes se embadurnaban de pies a cabeza con barro. Esto lo sabemos por un pasaje de Demóstenes donde describe la juventud de su aborrecido adversario Esquines. La madre de Esquines, dice, era una especie de "mujer sabia", entendida en los misterios. Esquines solía ayudarla embadurnando a los iniciados con barro y afrecho. La palabra hapomátton, usada aquí por Demóstenes, está explicada por Harpocración como el término ritual para la acción de embadurnar a los iniciados. Como sucede a menudo, se contaba una historia para explicar el rito. Se dice que, cuando los Titanes atacaron a Diónisos y lo hicieron pedazos, se pintaron primero con barro o con yeso para no ser reconocidos. Nonno, en varios sitios, muestra que todavía en su tiempo los celebrantes de los misterios báquicos seguían usando este sucio truco. El mismo truco, precisamente, sobrevive en los misterios de los pueblos salvajes. [...]
Lang a continuación compara lo que se sabe del ritual griego con los de otros pueblos fuera de Europa, tema complejo que ha quedado para nuestra próxima entrega. Pero antes de abandonar el Viejo Continente no puede evitarse al menos una pregunta: ¿y qué pasa en España? ¿Existió algo similar, y qué nombre debe darse al objeto en nuestro idioma, ya que todavía no hemos usado ninguno?
Tomamos la pista del sitio que recomendaba Hernán, donde se puede leer sobre el presente del bull-roarer europeo y sobre la arqueología del objeto; y, de paso, se comprar uno bien hecho. Quizás algún lector ya haya estado pensando en fabricárselo (no parece tan difícil, al fin y al cabo: una tablita y un cordel), pero parece que hace falta algo más para obtener un instrumento de sonido más o menos aceptable.
Saltamos aquí para enterarnos de que efectivamente se han encontrado ejemplares prehistóricos de estos implementos en la Península Ibérica y también en Francia:
Por razones obvias de conservación, los modelos que nos han llegado están fabricados en hueso, aunque no es descartable la realización de los mismos en madera.
En la Península Ibérica los ejemplos que tenemos están realizados sobre costilla. Han sido estudiados por Barandiarán quien duda que algunos de ellos sean instrumentos musicales. Han aparecido en la cueva del Pendo, cueva de Altamira, cueva de la Paloma y cueva de Aitzbitarte IV. Algunas presentan decoración esquemática y naturalista, como es el caso de la del Pendo.
¿Y qué nombre ha de darse, en definitiva, al instrumento? Se usan varios, entre los cuales los más comunes son "bramadera", "zumbador" y "zumbadera"; también se citan en la página mencionada "rombo" (probablemente en alguna traducción del griego), "zumba", "palo zumbador", "placa zumbadora", "zurrumbera", "zurrumbiador" (interesante familia), "bruñidera", "cemburio", "forrumbia" y "churinga" - aunque este último es inexacto, diga lo que dijere la Wikipedia.
De todos ellos "bramadera" es tal vez el más fructífero. De entre las definiciones que aporta el diccionario de la RAE nos interesan:
1. f. Pedazo de tabla delgada, en forma de rombo, con un agujero y una cuerda atada en él, que usan los muchachos como juguete. Cogida esta cuerda por el extremo libre, se agita con fuerza en el aire la tabla, de modo que forme un círculo cuyo centro sea la mano, y hace ruido semejante al del bramido del viento.
2. f. Instrumento que usan los pastores para llamar y guiar el ganado.
3. f. Instrumento que usaban los guardas de campo, viñas u olivares para espantar los ganados. Se hacía de un medio cántaro cubierto con una piel de cordero y atravesado con un cordel delgado, con dos pequeños agujeros, uno para arrimar los labios, y otro para que saliera la voz.
La segunda definición, aparentemente, designa lo mismo que la primera, pero atiende (en la mejor tradición escolástica) a la causa final de su objeto. Curioso que en la tercera el mismo nombre se aplique a un instrumento distinto, destinado al efecto contrario. No es lo mismo, por supuesto, un pastor que un guarda de campo; pero uno ha nacido en la ciudad y en su siglo y no distingue mayormente entre actividades rurales, de modo que le está permitido, diccionario en mano, suponer el gracioso accidente del guardia de campo que se confunde de bramadera y termina con el ganado comiéndose la cosecha.
(El chiste, de todos modos, no tendría sentido si la segunda definición fuese más explícita: el efecto comprobado del bull-roarer sobre el ganado, como hemos visto, es más bien el de espantarlo, provocarle el bzik, imitar al moscardón o cleg, causar la estampida, etc.)
Las tres definiciones no son sino una herencia secular y un tanto simplificada de las tres que dio la Academia en su primer Diccionario de Autoridades (1726). En las originales queda claro que los dos primeros instrumentos son semejantes o iguales:
Veamos dos citas inequívocas del colombiano Tomás Carrasquilla Naranjo, el primer (y único) registro de esta palabra "bramadera" en el CORDE:
La caravana de máscaras sale desde el alba despertando la ciudad con terrible cencerrada. ¡Qué tormenta aquella! Una banda de cuernos embocados por mozos de potente pulmón se acompaña con el maullido y el rebuzno de gran número de señores y señoritos que se han vuelto gatas y jumentos. Quiénes lloran a todo pecho con llanto de recién nacido; cuáles, metamorfoseados en arrieros, reniegan como unos condenados. Las bramaderas de sutil tablilla de pino fingen huracanes en el monte. Cosa diabólica parece el sonar de vidrios y guijarros entre tarros de hojalata, que ora arrastran por el empedrado, ya chocan contra puertas y ventanas; éstas se abren y asoman caras soñolientas, ávidas de recibir esa primicia de emociones festeriles. (Frutos de mi tierra, 1896)
El creó el cuerpo de sayones, capuchón al rostro, con el pico en alto; él creó el paso de San Pedro, calentándose en el brasero, junto al gallo ominoso; él creó "La Procesión Secreta", sin cura ni ciriales, con "La criada de Pilatos", muy fea, embozada y misteriosa; él creó "La Sentencia", en una esquina, con un muchacho encaramado en un andamio, en traje de procónsul, con percalinas de colorines; él creó el Cirineo de luenga túnica y birrete de plumaje. Pero sus creaciones enormes y el encanto de la rapacería fueron "El Calvario" y "La Pascua": tormenta hórrida, tras el velo tenebroso, entre las espesuras de sauce y de guaduas; huracán con bramaderas, tronamenta con golpes y tamboreo, relámpagos de pez griega inflamada por sopletes. Y el domingo, qué carreras las de Juan y Magdalena, calle arriba y calle abajo, y ¡qué reventazón la de Judas en su encumbrada horca! (Hace tiempos, 1935-6)
Ciertamente son muy posteriores al Diccionario de 1726; no hallo referencia alguna a la fuente del propio Autoridades.
Podemos cerrar esta reseña sobre el nombre castellano volviendo al tema inicial de esta serie: la forma elegida para traducir Bullroarer como sobrenombre del personaje Bandobras Tuk. Se sabe que Minotauro, el traductor oficial, dudó entre "Toro Bramador" y "Bramidos", y la segunda opción, tal vez menos conocida, cumplía mejor con la consigna de Tolkien: a saber, que era conveniente mantener en la traducción la aliteración en B de Bandobras Bullroarer. Pero la editorial abandonó "Bramidos" en sucesivas ediciones de los Apéndices de El Señor de los Anillos.
Ahora bien, puesto que Tolkien estaba jugando con la falsa relación con el bull-roarer de los antropólogos, puede argumentarse que algo más parecido a "bramadera" es tal vez más adecuado. El sustantivo, por desgracia, no se presta para ser usado sin modificación, toda vez que es femenino y que su contraparte masculina significa otra cosa ("Sitio adonde acuden con preferencia los ciervos y otros animales salvajes cuando están en celo" o "Poste al cual amarran en el corral los animales para herrarlos, domesticarlos o matarlos", a elección). Tampoco pareció aconsejable perder al "toro" del original, y así quedó eternizado el "Toro Bramador", mal que le pese a la aliteración.
-----
* Hablando con terminología física, claro: "cantidad de movimiento".
Enhorabuena por tus dos artículos sobre "Bull-roarer". Gracias al primero de ellos descubrí el libro de Haddon y he podido ampliar mis conocimientos sobre este curioso artilugio. Te animo a seguir escribiendo sobre el tema y con tu permiso mencionaré tu trabajo en la futura actualización de mi web dedicada precisamente a la bramadera.
ResponderEliminarMuchas gracias atrasadas Alejandro. Espero publicar la tercera y última parte de la serie dentro de poco, siempre siguiendo el libro de Haddon - y por supuesto el permiso no hace falta siquiera.
ResponderEliminarPor si alguno habeis jugado de pequeño con los restos de obras. Hacíamos algo parecido con los tubos de plastico para pasar cables dentro de las paredes. Sin manufacturar nada: haces dar vueltas a un cacho de tubo de algo más de un metro para hacerlo zumbar.
ResponderEliminarSaludos
es muy interesante el artículo.¿como puedo encontrar la primera parte? gracias
ResponderEliminarRecuerdo que cuando era pequeño vendian algo asi como el "Waldteufel" en la calle, no se cual nombre le habran dado en Chile pero ando buscando esto porque me llama la atencion su aparicion en la pelicula de animacion japonesa "Kazee no tani no nausicaa" en donde la protagonista usa un tipo de instrumento parecido para llamar a los insectos.
ResponderEliminargracias no me sirvio una mierrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
ResponderEliminarHola. Me ha llamado la atención la foto de este Waldteufel. En Catalunya ha habido algo muy parecido a lo que llamábamos cigala o tocacigala, o sea cigarra y tocacigarra. Había de dos tipos: una construida con un trozo de caña común, con agujero en ambos lados. En uno de ellos se ataba un trozo de naipe a modo de tambor. Se practicaba un agujero en el centro de éste donde se insertaba un largo pelo de caballo, atado con un nudo para evitar que saliera. En el otro extremo del pelo es el mismo procedimiento que se describe aquí, atándolo a un trozo ramita con una muesca.
ResponderEliminarLo mismo se hacía en una media cáscara de nuez, con el naipe, el pelo, etc. En ambos casos, al voltearlo hacía un curioso ruido.
Segun Amades, cuando se tocaba por parte de los niños, servía para propiciar una buena cosecha de cereales.
Espero que haya servido para ampliar la información.