martes, 16 de octubre de 2007

Jitanjáforas

El reciente post de Hláford Nuevos disparates me ha dado el pie que andaba buscando para hablar de las jitanjáforas. Sinsentidos, idiomas inventados, juegos de palabras... ¡aquí vamos!

En 1928 el poeta cubano Mariano Brull le envió a Alfonso Reyes un ejemplar de su último libro Poemas en menguante. Uno de los poemas decía así:

Verdehalago

Por el verde, verde
Verdería de verde mar
Erre con erre.

Viernes, vírgula, virgen
Enano verde
Verdulería cantárida
Erre con erre.

Verdor y verdín
Verdumbre y verdura.
Verde, doble verde
De col y lechuga.
Erre con erre
En mi verde limón
Pájara verde.

Por el verde, verde
Verdehalago húmedo
Extiéndome. Extiéndete.
Vengo de Mundodolido
Y en Verdehalago me estoy.
Reyes cuenta [1] que esa palabra inventada, verdehalago, le produjo una emoción parecida a aquella que había sentido cuando leyera, en Los cigarrales de Toledo, de Tirso de Molina, la descripción de Irene que iba de verdegay vestido y alma.
Mi encuentro con el verdegay me produjo tal embrujamiento, que suspendí la lectura y salí a contarlo a mis amigos, y anduve dos o tres meses queriendo fabricar y vender pastillas de verdegay, que se me figura una menta, pero todavía más fragante.
El poema de Brull, dice Reyes, no se dirige a la razón, sino más bien a la sensación y la fantasía. Las palabras no buscan un fin útil. Juegan solas, casi. Pero fueron otros versos, unos que Brull hacía recitar a sus hijas, los que llevaron al límite la revolución anunciada en Verdehalago:
Filiflama alabe cundre
ala olalúnea alífera
alveolea jitanjáfora
liris salumba salífera.

Olivia oleo olorife
alalai cánfora sandra
milingítara girófora
zumbra ulalindre calandra
Escogiendo la palabra más fragante de aquel racimo, di desde entonces en llamar las Jitanjáforas a las niñas de Mariano Brull. Y ahora se me ocurre extender el término a todo ese género de poema o fórmula verbal. Todos, a sabiendas o no, llevamos una jitanjáfora escondida como alondra en el pecho.
Alfonso Reyes se puso desde entonces a coleccionar jitanjáforas, y tras publicar algunos artículos sobre el tema, comenzó a recibir cartas de todas partes del mundo.

Alfonso Reyes
Recibí también confesiones de jitanjáforas vergonzantes, que algunos guardaban en secreto y, no encontrando el modo de justificarlo racionalmente, no se habían atrevido a sacarlas a la luz del día.
Las jitanjáforas se hicieron tan populares en los años treinta que la RAE incorporó el término en su diccionario oficial, como podemos comprobar echando un vistazo aquí.
Es interesante constatar que muchas de las expresiones de la jitanjáfora están asociadas con la infancia. Reyes menciona, por ejemplo, a Miguel Ángel Osorio, quien recordaba haber compuesto de niño, sin darse cuenta clara, este arreglo silábico que, en sus momentos de rebeldía o de iracundia contra las normas se sorprendía recitándose a solas:
La galindinjóndi júndi,
La járdi jándi jafó,
La farajija jija
La farajija fo.
Yáso déifo déiste húndio,
Dónei sópo don comiso,
¡Samalesita!
La fascinación que producen las jitanjáforas parece a primera vista exactamente opuesta a la que sentimos los hurgapalabras por las palabras reales. Los enamorados de las etimologías disfrutamos con la larga y ramificada historia que arrastra tras de sí cada palabra. En las jitanjáforas, en cambio, no hay historia, no hay siquiera significado, hay tan sólo el raro hechizo del sonido.

Sin embargo, yo adivino en la seducción de las jitanjáforas una raíz filológica. Lo más interesante de una palabra inventada es que dispara muchas asociaciones con familias de palabras existentes, y el lector disfruta buscándole a ese espécimen nuevo un lugar en la compleja red que hemos armado de sonidos y significados. La palabra jitanjáfora, por ejemplo, se nos presenta como una incógnita absoluta, pero su misterio es más intenso porque en ella hay algo de gitano, de jirafa, de metáfora, de desaforado, de ánfora, de tinaja…

Un indicio de esto lo tenemos en el hecho de que las jitanjáforas presentadas aquí, y las muchas otras que recopiló Reyes, están escritas… en español. Esto puede parecer paradójico dado que se trata de palabras que no existen, pero no me cabe la menor duda de que las jitanjáforas escritas por alemanes, rusos o chinos sonarían muy distintas, y serían casi inmediatamente identificables como alemanas, rusas y chinas. Las estructuras sintácticas, las reglas morfológicas, las conjunciones y los ritmos de las jitanjáforas son los de su idioma de origen, y en eso descansa gran parte de su fascinación.

Al estudioso de Tolkien le llamarán la atención dos matices de la jitanjáfora que mencionamos antes: el que a veces sea secreta, y que se remonte a la niñez. En su conferencia Un vicio secreto, Tolkien describe su propia pasión por los lenguajes inventados, y la remonta a precisamente a su niñez. Agrega que por lo que pudo comprobar, tal vicio secreto es bastante común, sólo que al crecer, muchos de sus cultores lo olvidan o se avergüenzan de él.

Me remito nuevamente al artículo de Hláford para lo referido a Tolkien y sus primeros intentos de lenguas inventadas. Hay por supuesto una diferencia crucial entre la actitud de Tolkien y la del jitanjaforista común y corriente. Este último se da por satisfecho con el embeleso de la sonoridad, mientras que el profesor seguía trabajando, construyendo pacientemente un sistema sobre aquel rapto de inspiración. Pero me atrevo a decir que el germen es el mismo.

¿Qué hubiese opinado Tolkien sobre las jitanjáforas? ¿Habría compartido el entusiasmo de Reyes? Conociendo su gusto por el castellano, me inclino a creer que sí. Me los imagino a ambos en una mesa del Eagle and Child, recitándose mutuamente versos incomprensibles. Nada me cuesta ver cómodamente instalado entre los inklings a Alfonso Reyes, ese hombre que, según dice Borges
Supo bien aquel arte que ninguno
Supo del todo, ni Simbad ni Ulises,
Que es pasar de un país a otros países
Y estar íntegramente en cada uno.
Se están por cumplir ochenta años de aquel episodio que desencadenó el verdehalago. ¡Salud, insigne Alfonso Reyes, y larga vida a la jitanjáfora!

[1] Alfonso Reyes, La experiencia literaria, Buenos Aires, Losada, 1942

24 comentarios:

  1. Muy ameno e interesante. Reyes tenía un finísimo sentido del humor. Me gusta tu bitácora.

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  2. ¿¿Se trata del mismo Alfonso Reyes que tradujo a Chesterton?? :O Creo que se avecina la llegada de un nuevo ídolo a la galaxia Elederiana...

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  3. Excelente material sobre las jitanjáforas.
    Yo he escrito varias y mi apego a ellas es tal que uso esa palabra como alias en las páginas donde navego.
    Voy a poner este blog entre mis preferidos.

    Un abrazo desde la prov. de Córdoba, Argentina.

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  4. Casualmente cayo en mis manos algo de las jitanjáforas, lo ignoraba completamente y resulta ser imperdonable para mi, pues aparte de escribir, doy clases de literatura. Gracias por esta información que enriquece algunas jitanjáforas que hoy intento hacer, como mera disciplina y el manejo fonético de las palabras inventadas.

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  5. Como mucho de los pasos q uno da en este medio virtual, "sin querer" me topé con este blog y de verdad me encantó. Muy interesante, muy entretenido...Grazzie!!

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  6. jjjajajajjjjjjj XD!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  7. La imaginación sin límites, ¡viva!

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  9. Piraguamonte,piragua...;)

    Anaa;Sheila (H)

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  10. macacuaire jejeje me encanto el blog sobre ttodo porque mi proyecto de innovación para egrasar de la normal sera de las jitanjaforas y me encantaria tener mas información sobre el mismo,gracias un beso. gloria

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  11. solo quiesrea saber vaios significados pero no los encuentro jjajajajajjaaaaaa ............
    6464@@)$·$%$·gfsgxrdewufañclkxz ouo9zxcvfv

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  12. JAJAJAJJA KE CHINBA JAJAJ LOS CHA,OS DE HOY EN DIA....

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  14. bos poner imagenes para sus jitanjaforas pavasas!

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  15. que lindos poemas muy creativos de verdad son muy inteligentes

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  16. me tiene xata esto
    es bueno y todo pero me carga escribir tantas en un ratooo todo sea porel 7

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  17. carlomiguelo@yahoo.es15 de mayo de 2014, 12:25

    Ya todo está retrodicho

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  18. quien me hace un poderoso??

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