jueves, 21 de julio de 2011

Prefijos mal llevados

No solemos en este blog hacer comentarios de actualidad, ni postear respuestas a discusiones que tienen lugar en otros foros, ni tampoco tenemos por costumbre tratar cuestiones de normativa lingüística.

Hablando mal y pronto (o malhablando de prisa), no solemos hacer gran cosa.

Hace unos meses circuló por la red un descubrimiento muy curioso: la imposibilidad de representar por escrito el imperativo de segunda persona del singular del verbo "salir" con un pronombre de tercera persona enclítico; es decir "sal" + "le(s)". La cuestión, como se explica bien y discute en extenso aquí, está en que la unión de la "l" final de uno y la inicial de otro forma el dígrafo "ll", que representa regularmente un sonido propio (palatal) y no se presta a ser leído como "l" geminada, como el sonido de la doble "n" de "innato" por ejemplo. Dicho de otro modo: que al escribir "Salle al paso" (lo que en castellano voseante sería "salile al paso") lo representado parece más bien [sa.lle.al.pa.so] y no [sal.le.al.pa.so]. [1]

El tema causó alboroto porque lo recogió un periódico de amplia distribución aquí, de modo que todo el mundo [2] se lanzó a opinar. Hubo dos corrientes: los que entendían que se trataba de buscar una forma correcta ("sálele", "salile", "salidle", "sarle", "sadle", etc.) para reemplazar la que causaba inconvenientes [3], y los que vieron el verdadero problema, a saber, que es posible en el uso oral una forma para la que la ortografía no tiene una solución. En esta segunda corriente se propusieron varias alternativas: "sal•le", "sal-le", "sal'le" etc.

[Lo cual recuerda la dificultad con que se enfrentaron algunos traductores de griego cuando tuvieron que adaptar al castellano el nombre de Ὕλλος, hijo de Heracles, que naturalmente tendría que ser "Hilo", y así lo traducen muchos, como en la versión en nuestro idioma del Diccionario de P. Grimal; pero a algunos que tradujeron Las Traquinias de Sófocles evidentemente les sonó mal la coincidencia con el sustantivo "hilo", y recurrieron a cosas como "Hillo" (José Mª Aguado) o "Hil-lo" (Alemany y Bolufer).]

En este contexto, y sin tomar partido [4], me puse a pensar si no habría otras circunstancias en que la norma ortográfica de nuestra lengua no llega a resolver del todo algunos grupos consonánticos. Con esto me refiero a aquella ventaja de que los hispanohablantes siempre nos hemos mostrado orgullosos, especialmente cuando debemos tratar de aprender inglés: que en una palabra escrita la grafía siempre nos da una idea exacta de la pronunciación, aun cuando no conozcamos la palabra o no la hayamos oído en la oralidad.

Esta ventaja se diluye en dos casos bien conocidos, relacionados con la "r" vibrante múltiple:

a) Los compuestos de prefijo terminado en "r" (simple) y una palabra que empieza con "r" (múltiple), como "hiperrealismo". La nueva Ortografía de la RAE dice que en esas circunstancias el grupo "rr" puede comportarse como un dígrafo (la "rr" normal, [hi.pe.rre.a.lís.mo]), o puede existir de hecho "una frontera silábica entre las dos erres, de modo que la primera represente el el fonema vibrante simple y la segunda el vibrante múltiple: [hi.per.rre.a.lís.mo]" (p. 118). Según cómo se plantee la cuestión, entonces, puede haber una situación paralela a la de arriba, en el sentido de que la ortografía no hace explícita una u otra pronunciación. Pero en este caso y probablemente en todos los existentes de este tipo la ambigüedad es irrelevante, porque las dos posibilidades fónicas son igualmente válidas, sin que cambie esencialmente la palabra.

b) Desde un punto de vista más amplio, las palabras con prefijo o primer elemento componente terminado en "b/c/d/f/g/k/p/t" y una palabra que empieza con "r" presentan el mismo problema, pues existe la mencionada frontera silábica que indica que la primera consonante pertenece a una sílaba y la "r" a otra, de modo que la última mantiene su pronunciación múltiple: "subrayar", "postromántico", etc. (se pronuncia [sub.rra.yar] y no [su.bra.yar]). La situación es también similar, pero con un agravante: uno no siempre es consciente de que se halla ante una palabra prefijada o compuesta, y como a veces uno está expuesto a una palabra principal o exclusivamente por medio de la escritura es posible que la haya incorporado según lo que su intuición le dictó al momento de leerla. Hice una pequeña encuesta entre conocidos, y resultó que los más creían que la pronunciación correcta de "subrepticio" era [su.brep.ti.cio] y no [sub.rrep.ti.cio]. El caso de "abrogar" presenta aun peor dificultad, porque para la mayoría de nosotros definitivamente no es una palabra de uso oral cotidiano. Pero "abrogo" se dice [ab.rro.go], por más que "abrojo" sea [a.bro.jo] [5].

Y ni siquiera alcanza con detectar la presencia de un prefijo para darse cuenta de que la vibrante debe pronunciarse múltiple como si fuese inicial, pero a veces el uso ha sancionado la pronunciación simple, perdida ya la conciencia del prefijo; tal es el caso de "abrupto", que se pronuncia siempre [a.brup.to].

Por supuesto, lo que ha unido el destino de la "l" y la "r" en este post, lo que emparenta sus situaciones respectivas, es el hecho de que nuestra lengua use la grafía doble para representar un sonido distinto del geminado. Esto tiene una razón histórica: en un momento de su evolución, el castellano transformó de algún modo prácticamente todas las consonantes geminadas del latín, simplificando mm, tt, cc y demás (p.ej. vitta > "veta"), palatalizando nn y ll (canna > "caña") y haciendo múltiple la vibración de rr (terra > "tierra"). En el caso de la "rr" y la "ll" las grafías dobles se mantuvieron con su nuevo valor. (Para "nn", en cambio, terminó imponiéndose la forma con virgulilla, que originalmente no era más que un símbolo de abreviación.) Esto fue posible porque con estos cambios fonéticos dejaron de existir las geminadas propiamente dichas, y con ello las grafías dobles quedaron libres para representar los sonidos nuevos, sin ambigüedad. Sin embargo, cuando reaparecieron las geminadas de modo secundario, en cultismos y sobre todo en palabras compuestas y afijadas (a lo que hay que incluir enclíticos como "déjennos"), nació la posibilidad latente de una confusión, que terminó aflorando en el tema que vamos tratando. Es decir, para que se diera el debate en torno a "salle" confluyeron la formación excepcional de imperativo apocopado "sal" (en vez de "sale") con la necesidad de distinguir entre la representacion de la "ll" palatal y la geminada.

La Ortografía, de paso, da en su página 174 el texto exacto con que la Academia respondió a la consulta de UAUC: "La interpretación forzosa...". Originalmente pensé que la Academia había elaborado la respuesta específicamente para esa consulta, pero evidentemente la duda ya había surgido antes.

Pero lo que yo quería encontrar era un caso similar al del choque de las "l". No podía venir por el lado de los verbos, porque el imperativo apocopado "sal" es el único existente terminado en "l" [6]. Pero tenemos algunos prefijos o componentes comunes terminados en "l", y es interesante observar qué les ha sucedido al encontrarse con palabras comenzadas en "l". Se trata de "mal-" y "mil-".

Voy a desechar el segundo, que aparece en compuestos como "milhojas", "milpiés", "milrayas", simplemente porque no encontré ningún caso con "l" inicial.

"mal-" a primera vista no parece de los prefijos más comunes, pero tiene muchísimos derivados, recientes o no, tanto verbos ("malvender", "malbaratar", "malherir"), como sustantivos ("malcaso", "malpaís"), adjetivos ("malsano"), locuciones ("amalaya") y un grupo grande de adjetivos deverbales y denominales ("malmaridada", "malparido", "malhumorado", "malmirado", "malcarado", "maloliente", "malparado" etc. etc.). Sigue siendo productivo en varias de estas categorías.

La Nueva Gramática de la RAE trata estas formaciones entre los compuestos (11.9f-h, 7.1b-c), pero creo que el único lugar donde ataca el problema fonológico/ortográfico de la composición con "l" inicial es en la sección de prefijos (10.3a): "Cuando coinciden la consonante final de un prefijo o una base compositiva y la inicial de una raíz, se da la reducción consonántica, como en "malograr" (no **mallograr), transiberiano (no **transsiberiano)".

Hojeando el diccionario no encuentro otro caso de "mal + l" que "malograr", y eso me obliga a preguntarme si no se habrán evitado inconscientemente estas composiciones precisamente por la dificultad que entrañaban. Imposible saberlo con certeza.

Pero "malograr" es especialmente ilustrativo porque históricamente no fue ésa la primera solución: Bartolomé de Torres Naharro (siglo XVI) escribe "mallogrado". A simple vista no se sabe si pronunciaría [mal.logrado] o con palatal, pero como en este verbo el grupo evolucionó a una "l" simple se puede suponer que se usaba una geminada que no se palatalizó después, ya sea porque la época de la palatalización había terminado o por presión del prefijo todavía analizable.

Cuando falta la venerable tradición multisecular de la lengua para encontrar otros ejemplos, viene en nuestro auxilio internet, donde la virtual gratuidad de la comunicación ha dado lugar inexorablemente a una laxitud inconcebible treinta años atrás en materia de escritura. "En internet está todo", empezando por registros de los usos más extraños o idiosincráticos, traducidos casi sin intermediarios de la lengua oral, accesibles instantáneamente a cualquiera que tenga ojos para ver. Se encuentran, por ejemplo, usos esporádicos del prefijo "mal" en las circunstancias que nos interesan. Veamos algunos:

malleer (aparentemente "leer mal, por encima, al descuido"): "según he leido, o malleido en ingles en alguna página", "la naturaleza de mi curro me hacia malleer demasiado", "mas que malinterpretar malleer o maltomar", "le han criticado sin apenas malleer 1 ó 2 de sus obras"... Alguno de los ejemplos puede ser un error de tipeo, pero en general lo probable que quienes escriben no se detengan a pensar que la grafía implica una pronunciación distinta de la que están imaginando. Yo al menos no tendría problema en usar "malleer" (pronunciado [mal.le.er]) en la lengua hablada.

mallavar ("lavar mal, sin demasiado cuidado"): "Pues para malsellar y mallavar, segun tu dices, el coche tiene muy buena pinta".

mallimpiar (muy similar al anterior): "solo sirve para mallimpiar casas".

mallenguado (= "malhablado"): "tengo un lenguaje que hace enrojecer a cualquier 'mallenguado'", "el Adanero socarrón, mordaz, mal-lenguado" - en este último el que escribía probablemente percibió el problema y lo resolvió con un guión.

mallechismo (actitud propia del "mala leche"): "se le contagio el mallechismo de Rossi".

Lo que emparenta a todos estos términos es que la gente los identifica como palabras únicas, al mismo nivel que "malvender" o "malsellar"; sobre todo, que tienen un único acento ([mal.le.ér] y no [mál le.ér]), que es el criterio principal para escribirlo así. (La nueva Ortografía, p. 549, dice con respecto a "malhumor" en vez de "mal humor": "La grafía univerbal se justifica por la tendencia del primer elemento a perder su acento: [malumór], más que [mál umór]"). En todos los casos citados arriba no cabe duda que sus autores dirían [l.l]: [mal.la.vár], [mal.le.chís.mo], etc.

Por supuesto, en todo esto estamos pisando las periferias de la lengua y la ortografía. Pero aunque se trate de lexicalizaciones recientes o marginales, con todo son más frecuentes que el "salle" que hizo saltar el tema; en el sentido de que se encuentran casos de uso recurriendo a Google, mientras que "salle" sólo ha aparecido en aquella interesante discusión lingüística.

Y todavía queda un caso que en mi opinión representa el non plus ultra: el prefijo "mal-" antepuesto a una palabra que comienza con "ll" (palatal). En mi país (Argentina) al menos existe; es el mencionado aquí.

En efecto, "mal llevado" (= "maleducado, de mal carácter") se pronuncia indistintamente [mál lle.vá.do] o [mal.lle.vá.do], de modo que debería poder aplicarse la misma regla y escribir "malllevado"... que aunque parezca increíble se lee en la web: "para los q piensan q soy una malllevada", "me pareces un chico muy malllevado", etc. [7]

Lo más común, por supuesto, es que se escriba "mal llevado", independientemente de la pronunciación, porque aun al más descuidado le suena raro tener tres "l" seguidas. Pero son demasiado comunes las grafías univerbales, con sólo dos "l": "voy a intentar no ser tan mallevado", "es medio engreído y bastante mallevado", "eso ya es como ser medio mallevado". En regiones lleístas (p.ej. el litoral argentino) es natural que esto represente una pérdida de la "l" [ma.lle.vá.do], pero en lugares como Buenos Aires definitivamente no: allí la (desagradable) norma es pronunciar "ll" como "sh", y el término en cuestión suena "malshevado". En Córdoba de Argentina, en cambio, la pronunciación corriente es "malievado", a todas luces mucho más eufónica.

* * *

A modo de cierre: habiendo sido puesta en evidencia una posible limitación del sistema ortográfico castellano, con un poco de fuerza hemos logrado llevarla más allá de la palabra individual ("salle") a una categoría mayor, la de los prefijos en "-l" ante núcleos en "l-" (y "ll-"). Esto podría ser importante, porque la regulación se justifica tanto más cuanto puede aplicarse no sólo a la forma fosilizada "sal(le)" sino a un grupo abierto, como será el de marras si se entiende que "mal-" es productivo hoy.

No creo, sin embargo, que la cuestión dé para tanto. Ya admitimos que los casos de "mal-" son marginales, y que "sal(le)" lo es aun más, como puede comprobar cualquiera que trate de explicar a quien no esté en tema dónde reside exactamente la dificultad. Para que la normativa no se convierta en un laberinto de reglas ad hoc y excepciones, se debe hacer sobre la observación de los hechos en un contexto amplio, tratando de capturar las tendencias y los patrones subyacentes a la casuística. Si de ello resulta que la ortografía necesita una regla para la representación de la "ll" geminada (en todos los casos producto de la afijación, según parece), bienvenida sea; mi voto, por ahora, está simplemente con "salle" y "malleer".

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[1] Creo que el lugar donde primero y con más gracia se planteó la cuestión en la web fue este post futbolero. La popularidad, sin embargo, la dio su aparición en UAUC, en cuya ristra de comentarios hay discusiones muy interesantes en torno a las alternativas "sarle", "sadle", "sálele".

[2] Es decir, la gente que tiene una conexión a internet y tiempo para estas cosas.

[3] Llegando a los extremos de dudar si la expresión en sí era correcta; por ejemplo, se argumentó en alguna ocasión que debería decirse "sal a su paso" porque "salir" es intransitivo y por lo tanto "no se construye con complemento directo" (citado de "Diccionario de los usos correctos del español" de Serrano Redonnet y Zorrilla de Rodríguez). De más está decir que en "salirle al paso" no hay ningún complemento directo.

[4] Aunque si tuviera que hacerlo escribiría simplemente "salle".

[5] "Abrogo" y no "abruego" porque, aun siendo derivado de "rogar", es cultismo. "Abrojo" con una pronunciación [ab.rro.jo] podría ser un compuesto de *"rojar" emparentado con "sonrojarse", pero no existe.

[6] En algún momento existió "val" como imperativo de "valer", pero hoy no creo que subsista. También hubo alguna vez "sobresal", aunque el DRAE hoy dé como única forma correcta "sobresale".

[7] Téngase en cuenta que el "mallevar" de 1530 que aparece en el CORDE significa "tomar en préstamo", y proviene aparentemente de manu levare; véase aquí (de donde, dicho sea de paso, Leo Spitzer sugiere que proviene nuestro "malevo").

3 comentarios:

  1. Antes de leer esto, no sospechaba que el tema diera para tanto. Gracias otra vez.

    No sabía lo de subrepticio, siempre creí que era cob ere, aunque me gustaba jugar a pronunciar mal "subrepción" que solamente había leído de Gandalf en "La búsqueda de Erebor" en los Cuentos inconclusos. Todos los caminos conducen a Hobbiton.

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  2. Muy buen post en un blog ya de por sí muy bueno. Gracias y felicitaciones.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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