domingo, 26 de agosto de 2007

El hechizo más poderoso (y 3)

Ille ego qui, magna cum minor, extrico nihil.

(Virgedro, poeta ladino)

1) Hipótesis en las tinieblas

Voy a intentar una respuesta, no digo cierta, pero al menos no descabellada, a aquella cuestión del sentido de los pares "adjetivo latino" vs. "sustantivo anglosajón" del Mythopoeia. Esta tercera (y espero que última) entrega de la serie llega con un par de semanas de retraso, no por haber tenido que atender a obligaciones ajenas a este estudio sino lisa y llanamente por no tener qué decir al respecto.

Aclaro que cualquiera que siga leyendo esto haría bien en ir antes al poema y repasarlo un par de veces por lo menos. No porque aquí vaya a intentar una exégesis (1): el Mythopoeia es demasiado complejo como para que la cuestión que abordé dé cuenta de él. ¿Hace falta la pesquisa etimológica para apreciar la riquísima reelaboración de las Bienaventuranzas, Blessed are the timid hearts that evil hate? Y sin embargo, la etimología parece jugar un papel. Y cuál pueda ser ese papel sólo debería afirmarlo la búsqueda del sentido global.

Decía uno el otro día: "no caigamos en la metafísica", en el peor sentido posible de la palabra "caer". Cuando tomo el volumen de Cartas de Tolkien, busco las reflexiones sobre el lenguaje, y leo (por ejemplo) la importantísima #209 a Murray, con afirmaciones del estilo de "Nos enfrentamos con infinitos paralelos minúsculos del misterio de la encarnación", tratando de la relación entre las formas de las palabras y sus significados (por no hablar de cosas como "El lógos es, en última instancia, independiente del verbum"), admito que me siento desamparado y corro a refugiarme entre las páginas del diccionario etimológico: su volumen, sus letras diminutas, sus referencias abreviadas a obras eruditas que probablemente no he de ver en mi vida, dan cierta impresión de solidez. Muy en el fondo sé que esa solidez es ilusoria, pero de todas las riquezas terrenas me parece la más preciada. Soy amigo de Platón, pero soy aun más amigo de las palabras de Platón.

Ejem, perdón. Partiré de la respuesta de J.R. Holmes, en la entrada "Mythopoeia" de la Tolkien Encyclopedia de M. Drout: no he hallado ningún otro crítico que reflexione específicamente sobre estos versos (a diferencia de los varios que tratan la cuestión del adjetivo en general, o de los que analizan el poema). Según Holmes,

En estas cinco parejas de adjetivo-y-sustantivo, Tolkien ilustra el proceso de abstracción que en su ensayo posterior "Sobre los cuentos de hadas" llamó "la invención del adjetivo". Los sustantivos, dado que son sólo nombres, están más cerca de las cosas que nombran: todos son palabras anglosajonas (rocks, trees, earth, stars, men). Pero los adjetivos (todos latinos y griegos: petreous, arboreal, tellurian, stellar, homuncular) están más alejados [removed] de las cosas que describen.

También Bungo me adelantó una opinión similar sobre el tema, que agradezco:

Tal vez sea interesante preguntarse por qué en esas parejas sustantivo-adjetivo, los términos "anglosajones" resultan ser los sustantivos, y los "cultismos latinos" los adjetivos. Si los sustantivos son "el nombre de la cosa", la palabra que más cerca está del referente, y los adjetivos un adorno, una visión parcial de la cosa, Tolkien nos manifiesta con esa elección su visión de las distintas herencias linguisticas del inglés, tradición-modernidad, etc.

No dejo de estar de acuerdo con uno y otro, pero quisiera matizar y especificar. La palabra que destaco en la cita de Holmes, removed, corresponde a "alejado" en su significado más literal y morfemático: no algo que "está lejos", como la Argentina lo está físicamente de México (y siempre lo estuvo, que yo sepa), sino algo que "ha sido alejado", como un mexicano de paseo por la Argentina está (ha sido) "alejado" de México (digamos, por obra de un avión). Queda claro que si hay una cualidad que está cerca de la cosa "tierra", esa cualidad es la "teluricidad": la tierra es la única entidad telúrica per se. Pero a Tolkien le interesó sobre todo la capacidad de quien usa el lenguaje para desligar esa cualidad del sustantivo al que pertenece: "si de la hierba podemos abstraer lo verde, del cielo, lo azul y de la sangre, lo rojo, es que disponemos ya del poder del encantador" (MC:150). Reformulando lo de Holmes, yo diría que los adjetivos del fragmento no están en realidad alejados [removed] de las cosas, puesto que precisamente se hallan junto a sus sustantivos, y eso es lo que nos choca de una expresión redundante como "astro estelar"; pero, en tanto que adjetivos, son alejables [removable] de esas cosas. La tierra no puede alejarse de sí misma; pero sí puede apartarse de ella una cualidad suya, aun la más intrínseca, porque tiene una naturaleza distinta.

Si me preguntan qué indica en esos versos el cambio abrupto de regiones lingüísticas, el paso violento de lo anglosajón a lo latino, yo, con muchas dudas, respondo: esta íntima diferencia de naturaleza entre la cosa y la cualidad. Por más que "estrella" y "estelar" parezcan significar lo mismo, o evoquen en nosotros las mismas imágenes, se trata de dos fenómenos completamente distintos entre sí, al punto que se justifica designarlos con medios tan dispares como son las palabras latinas y las anglosajonas. Lo importante es que, en tanto que usuarios de la lengua, tenemos a nuestra disposición sustantivos y adjetivos, y podemos hacer de ellos el uso que queramos: pero por sí mismos se prestan para funciones muy distintas. En el hecho de que podamos tomar la cualidad, desgajarla de su sustantivo propio e injertarla (con arte) en otro, Tolkien vio el aporte más valioso de la gramática mítica: "no hay en Fantasía hechizo ni encantamiento más poderoso".

Se puede ilustrar la inmensidad de ese valor del adjetivo del siguiente modo. En su ensayo "Un vicio secreto" Tolkien confiesa su convicción de que en la composición poética en idiomas inventados (como el quenya) sucede lo mismo que al lector moderno en su apreciación de la poesía antigua:

las sutilezas de la connotación no pueden estar presentes: aunque usted dé a sus palabras significados, ellas no han tenido una auténtica experiencia del mundo en la que adquirir la riqueza normal de las palabras humanas. Incluso en casos como los que he citado (es decir, el inglés antiguo o el noruego antiguo), esta riqueza también está ausente, igualmente ausente o casi. Y creo que también en latín y griego, más de lo que muchos están dispuestos a reconocer.

Para el que suscribe, amante de las lenguas y literaturas clásicas, la última perspectiva es inquietante; pero debió resultar especialmente desoladora para quien como Tolkien dedicó toda su vida a la invención de idiomas y a la investigación de la tradición poética medieval inglesa, mucho más fragmentaria que la clásica. Así como la creación de miles y miles de palabras, raíces, matices e historias de la Tierra Media, comparada con el proceso de una lengua real, sólo puede ser un bosquejo imperfecto, así también la paciente investigación de décadas sobre el Beowulf, su lengua y su mundo da sólo un atisbo de la composición y recepción del original, si el punto de comparación que tomamos es la lectura de un contemporáneo nuestro (leyendo los versos de mi vecino seguramente no me planteo la pérdida de la connotación). En la filología de la Saga Realidad, sólo tenemos la imaginación para suplir el vacío que la investigación no logra llenar, y en esto Tolkien fue especialista; en las lenguas inventadas, puede darse como mucho una ilusión de profundidad. ¿Cuántos matices percibe un elfo detrás del sindarin galadh "árbol"? Los lingüistas que hurgan entre los manuscritos de Tolkien pueden descubrir algunos: por ejemplo, que no es lo mismo que orn, y que entre las ramas del galadh se vislumbra la luz de galad (2). Pero creo que ninguno, al imaginarse a un elfo, se atrevería a decir que todo el conocimiento a que puede llegar como lingüista agota las simples intuiciones del supuesto elfo. Ya su autor había reconocido que su propia finitud privaría al vocablo de "la riqueza normal de las palabras humanas".

Sin embargo, inmediatamente después de esbozar este panorama, Tolkien volvió al adjetivo, que conserva su valor aun despojado de los contextos y desarrollos que enriquecen la lengua real y viva. El que se pueda recurrir a él incluso en las condiciones adversas de la subcreación más rudimentaria demuestra su poder primitivo:

Mas, sin embargo, tan pronto como hayan establecido aunque sea un sentido vago y general para sus palabras, muchos de los menos sutiles pero más conmovedores e importantes de los rasgos de la poesía estarán abiertos ante ustedes. Porque son ustedes los herederos de las edades. No habrán de buscar a tientas el deslumbrante brillo inventivo del adjetivo libre, algo que todo el lenguaje humano aún no ha conseguido (3). Ustedes pueden decir:

sol verde

o

vida muerta

y hacer que la imaginación salte.

El lenguaje ha fortalecido la imaginación y a la vez se ha liberado por medio de ella. ¿Quién dirá si el adjetivo libre ha creado imágenes raras y hermosas, o si el adjetivo ha sido liberado por extrañas y hermosas escenas de la mente?

¿Quién dirá si las imágenes raras y hermosas que "sol lunar" o "luna solar" pueden evocar en nosotros estuvieron en la mente del poeta y dieron lugar a una expresión perfecta, o si la simple yuxtaposición de las dos palabras está de hecho libre de las limitaciones de su autor? Creo que este pensamiento se ubica en el centro mismo de la poética de Tolkien, y que el "hechizo del adjetivo" lo resume tan bien como cualquier otra fórmula.

La cuestión se puede elevar todavía a un plano trascendente, que es el que Tumbaito señalaba en un comentario que también agradezco (lo mismo que su versión de los versos en que predominan adjetivos latinos): "Creo que nos está diciendo que Dios le dio a cada cosa el ser que le es propio". Eso queda acentuado en las dos palabras iniciales del fragmento, que prácticamente no mencioné en el análisis: God made the petreous rocks... No dice simplemente "las rocas son pétreas", sino "Dios hizo las pétreas rocas".

La métrica del poema puede ayudarnos a ver este énfasis. El Mythopoeia está compuesto en versos yámbicos, lo que a grandes rasgos significa que se repiten series de sílaba no acentuada / sílaba acentuada: tellURian EARTH, and STELLar STARS and THESE, etc. Pero en el primer verso la prosodia normal tiende a poner el acento en el sustantivo que oficia de sujeto, dándole al menos tanto énfasis como al verbo que sigue, o incluso más: GOD made the PETReous ROCKS, arBOReal TREES: el primer yambo está invertido (GOD made en vez de God MADE), vuelto en troqueo.

En castellano podría darse el mismo matiz poniendo igualmente el acento en "Dios", o comenzando "Fue Dios el que hizo las pétreas rocas". En otras palabras, las cosas suceden y el mundo está organizado at bidding of a will, para colocarlo en el contexto más amplio del poema. Misómito ha reconocido los entes y su variedad; ahora Filómito le propone mediante estos curiosos pares de adjetivo y sustantivo un cierto concepto cosmológico. Es característico de Tolkien conjugar poética y filosofía; pero es igualmente característico de estas entregas no intentarlo, de modo que dejamos esta puerta abierta para quien quiera acceder. Seguimos en la lengua.

2) El senescal y el sapo de otro pozo

Hay varias "figuras del filólogo" en la ficción tolkienana: Rúmil, Fëanor y Pengolodh; el inolvidable Gandalf del primer capítulo de El Hobbit (¿qué significa exactamente "buenos días"?) o el que dice a Pippin que "los Magos deberían tener uno o dos hobbits a su cuidado, para que les enseñaran el significado de las palabras" (SA:3:XI:9); o Michael Ramer y sus compañeros del Notion Club, o el párroco de Egidio (que "era hombre de letras y podía, qué duda cabe, ver en el futuro con mayor profundidad que los demás").

Uno de los filólogos de la Tierra Media es Faramir de Gondor, que también recibió de Tolkien el sueño de la Ola (SA:6:V:45-7, Cartas #263 y #180). Según se lee en La Guerra del Anillo, una parte importante de su diálogo con Frodo en Ithilien estaba dedicada a la historia de las lenguas; más tarde Tolkien decidió que el lector no podría digerir esa erudición en medio de la narrativa y pasó aquella información al Apéndice E (Cartas #66). Pero no por eso dejó de ser el Capitán de la Torre de la Guardia un hombre sensible a las sutilezas del idioma. Se deja ver en su primer regreso a Minas Tirith desde Ithilien: recién llegado de una misión de muchos días, rescatado in extremis de las garras de los Nazgûl, Pippin lo ve, "el rostro de alguien que asaltado por un miedo terrible o una inmensa angustia ha conseguido dominarse y recobrar la calma":

-¡Faramir! -gritó junto con los otros-. ¡Faramir! -y Faramir, advirtiendo el acento extraño del hobbit entre el clamor de los hombres de la Ciudad, se dio vuelta, y lo miró estupefacto.
-¿Y tú de dónde vienes? -le preguntó-. ¡Un mediano, y vestido con la librea de la Torre! ¿De dónde...?

Gandalf lo interrumpe (si no lo hubiese hecho, se habría enterado mucho antes del encuentro con Frodo; ¿hubiese cambiado entonces la historia?), pero lo que me interesa es la curiosidad de que Faramir, agotado y enervado, distingue sin proponérselo el acento extraño de un diminuto hobbit entre el griterío de una multitud. Uno se puede imaginar a Tolkien frente a arboreal: "¿Y tú de dónde vienes? ¡Un latinismo, y vestido de anglosajón! ¿De dónde...?" y nace una Tierra Media.

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(1) ¿O se dice exegesis, con acentuación llana/grave? La cuestión está discutida, y sería bueno hurgar en ella. Yo me quedo con la opción de Tolkien (hablando de otro tema) en Cartas #218, y que se resume en "Diga lo que le viniere en gana".

(2) Véase el profundo análisis lingüístico de esta relación en el artículo "Light and Tree", de mi amigo Helios de Rosario Martínez, en Tengwestië.

(3) Traduzco así dos frases difíciles del original. En la primera, the dazzling brilliance of invention of the free adjective, la traducción de Minotauro "la brillantez deslumbrante de la invención del adjetivo libre" puede dar una idea errónea, porque no se trata de que "se invente el adjetivo libre", sino de que "el adjetivo libre inventa (con brillantez deslumbrante)": para que el adjetivo fuese objeto y no sujeto de la invención, la expresión debería ser brilliance of the invention. Por "adjetivo libre", por supuesto, debe entenderse el adjetivo liberado de su sustantivo lógico y tautológico: es precisamente el adjetivo suelto y aplicado a sustantivos extraños del que quiere hablar el autor. La segunda frase es poco clara en el original mismo: to which all human language has not yet fully attained. En ella, el to que antecede al relativo which acompaña a attained en un régimen que no es el habitual de este verbo: attain to significa "alcanzar algo o llegar a algún sitio, especialmente con esfuerzo" y pertenece a un registro formal (Oxford). Minotauro traduce: "a la que todo idioma humano aún no se ha sujetado del todo", lo que no tiene sentido: ¿los idiomas humanos particulares pueden o deben sujetarse a aquella brillantez? Aparte de que attain no admite el significado "sujetarse a", la expresión all human language no puede referirse a los idiomas particulares (para lo que se usaría un plural, all human languages), sino al lenguaje como la capacidad universal que manifiestan esos idiomas. El sentido sigue siendo difícil, pero creo que no me equivoco al interpretar que el lenguaje humano, en cualquiera de sus manifestaciones, no ha logrado aún otro artificio de brillo tan deslumbrador como el del "adjetivo libre", que está al alcance de cualquier poeta que sea capaz de decir "vida muerta".

1 comentario:

  1. Casi que convendría que pegue la traducción en vez de la dirección del post... pero bueno. Acá está la traducción que se hizo para el trabajo de Cecilia Fernandez sobre el poema.

    http://www.tolkien.org.ar/foro/viewtopic.php?p=95005&sid=7a351c5b3fd56b37865cb013d8e96297

    Tengan paciencia, que es el post de Menendil, que está abajo de todo en la página.

    Gaeren

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