lunes, 24 de diciembre de 2007

Dragones para Navidad

Un verdadero frenesí consumista ha tenido los shoppings abiertos toda la noche estas navidades, para suplicio plantar de innumerables clones de Papá Noel. Paseándome por opulentas jugueterías en busca de obsequios para los pequeñuelos, he experimentado una vez más la desazón de no encontrar nada que pueda gustarles. Creo que los niños ya se han hartado de los juguetes; los hemos atiborrado de muñequitos con pilas. Dos metros de una buena soga para saltar, comprada en la ferretería, ¡eso es lo que quieren!

Cada vez que veo a uno de esos agobiados Santa Claus de centro comercial caigo presa de la pasión etimológica y me pregunto cómo pudo sucederle tamaña transformación al austero y recio San Nicolás, obispo de Myra, ese fervoroso seguidor de Cristo que abofeteara a Ario durante el Concilio el Nicea y regalara todos sus bienes a los pobres. Durante muchos siglos su memoria se ha venerado en los más diversos países de Asia y Europa, pero finalmente la apasionada persona de carne y hueso ha cedido popularidad ante su remedo edulcorado e insustancial, el Santa Claus de la Nochebuena, que aparece veinte días después de lo que corresponde (la noche de San Nicolás suele celebrarse el cinco o seis de diciembre).

Para completar la suplantación, leo que las autoridades de la ciudad natal de San Nicolás, la actual Dreme, en Turquía, han reemplazado recientemente una hermosa estatua del santo por una figura plástica del rojizo Papá Noel.

Sospecho que a San Nicolás le ha sucedido lo mismo que a la Cola de Dragón del Banquete de Navidad. En Egidio, el granjero de Ham –una de las joyas más queridas del tesoro literario que nos ha dejado Tolkien-, leemos que

Todavía se conservaba la costumbre de servir al rey Cola de Dragón en el banquete de Navidad, y cada año se elegía un caballero que se encargaba de la caza. Debía salir el día de Son Nicolás y regresar con una cola de dragón antes de la víspera de la celebración. Pero hacía ya muchos años que el cocinero real venía preparando un plato exquisito: una imitación de cola de dragón, hecha de hojaldre y pasta de almendras, con escamas bien simuladas de azúcar glaseado. El caballero elegido la presentaba luego en el salón de! banquete, en Nochebuena, mientras tocaban los violines y sonaban las trompetas. La cola se servía como postre el día de Navidad, y todo el mundo comentaba (para complacer al cocinero) que sabía mucho mejor que la auténtica.

Así estaban las cosas, cuando hizo su aparición un dragón de verdad

Tal vez los niños saturados de juguetes y videojuegos estén necesitando otra cosa que no acertamos a darles, una cosa de la que Nicolás de Myra nos puede dar la pista: hacer a un lado el azúcar glaseado y salir en busca de dragones de verdad.

1 comentario:

  1. Acabas de tirar por tierra algo que queria hacer: habia pensado en conocer turquia para visitar el templo de san nicolas (pero para ver al gordo mejor compro cocacola)

    Nunca mejor dicho, los niños ahora solo quieren oir hablar de regalos, cosa bastante natural (a todos nos gustan los regalos) pero a que se quedarian con la boca abierta con una cola de dragon en lugar del paneton?

    Espero que tu, Soledad y las niñas hayan tenido una muy feliz navidad :)

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