viernes, 19 de septiembre de 2008

Posturas

Tenía yo a la sazón nueve años. Estaba recostado -en posición decúbito dorsal- en mi cama con una revista, como solía hacer durante las siestas, cuando papá pasó, me observó, y opinó que ya estaba grande para limitar mis lecturas al Pato Donald. Según él, tenía que acometer la aventura de leer un libro.
Para mi desesperación, el que mamá escogió para tal iniciación (El pequeño Lord Flauntleroy) no tenía ilustraciones. «Las ilustraciones no sirven para nada» me dijo papá, cuando fui a hacerle presente mi congoja. «A tu edad odiaba que se desperdiciara espacio en los libros para insertar ilustraciones, y me esforzaba por no mirarlas siquiera. No se parecen nunca a lo que uno imagina».
Yo manifesté con firmeza una opinón exactamente contraria a la suya, aunque por dentro sus palabras ya me estaban ganando (así me ha pasado toda la vida), y luego bastaron pocas lecturas para que me pasara a sus filas.
El problema con aquel primer libro fue que yo intentaba avanzar pero -por algún motivo- no podía penetrar el sentido de lo que leía.

-Papá: no entiendo.
-¿Qué palabra no entendés?
-Casi ninguna.

Al principio él se armó de paciencia y trató de aclarar uno por uno los términos que me causaban dificultad. Pero comenzó a desesperarse cuando constató que incluso palabras tan comunes como éste y aquél requerían explicaciones. Examinemos, por ejemplo, frases como:

Pedro y Juan salieron juntos a pescar. Éste volvió a su casa al mediodía y aquél se quedó en la laguna hasta el atardecer.
Mi padre me reveló que éste y aquél estaban actuando como pronombres anafóricos cuyo referente que había que rastrear hacia atrás en el texto: era cuestión de encontrar un sustantivo del mismo género y número que el pronombre, con la proximidad indicada: éste, el más cercano, aquél, el más alejado en el flujo del texto. Así que éste era Juan, y aquél era Pedro.

Recuerdo que el asombro de descubrir tan complicado mecanismo, digno de códigos secretos y juegos de ingenio, me duró mucho tiempo. Estaba seguro de que mis compañeros de escuela jamás lo aprenderían.

La cuestión es que muy pronto papá se rindió ante la catarata de preguntas, y optó por una estrategia distinta. Decidió que lo mejor sería que yo leyera, y -aunque me topara con cosas que no entendiera- siguiera adelante, leyendo, que leyendo se va aprendiendo. Le hice caso. Continué leyendo durante años, adivinando más de lo que entendía.

El sentido de este largo proemio es subrayar el hecho de que muchas veces nos acostumbramos a leer una y otra vez expresiones que no terminamos de entender del todo. Hasta que un día la curiosidad puede más, levantamos el trasero del sillón, y vamos en busca de algún diccionario o enciclopedia que eche luz definitivamente sobre el tema.

Así me ha pasado con una familia de expresiones que indican "posturas del cuerpo". Las fui recolectando mentalmente durante años, y un buen día me puse a investigarlas. Adivinando que a más de un lector le habrá pasado lo mismo, me decido a compartir este humilde tesoro de curiosidades.

De bruces: siempre me ha gustado esta expresión, que es bastante frecuente en la literatura española de todos los tiempos. Uno adivina que equivale a boca abajo, pero en realidad se usa más con verbos de movimiento como echarse, o caer, y en ese caso sugiere de frente, dando la cara a. De bruces sobre la mesa parece indicar que la persona sentada inclina su cuerpo hacia abajo. Beber de bruces (por ejemplo de un arroyo) es otra construcción típica, que equivale a beber como hacen los animales.
El origen de la palabra bruces es incierto, pero todo parece indicar que proviene del latín bucca ("boca" y "parte del rostro que rodea la boca"), latín vulgar *buccĕus, que dio buces, y bozo. De hecho, hasta el 1700 de bruces alternó con de buces.

Sobre ella se echó de buces,
que por su furia infernal
se le saltaron los sesos *
en los pelos del zaguán

Quevedo, Jácaras

Acodado: Aunque se usa sobre todo para hablar de tubos y cañerías en ángulo, es también un término adecuado para mencionar la postura en que se hace descansar el peso del cuerpo sobre los codos. Cuando estamos de pie y apoyados en una baranda, o nos sentamos con los brazos sobre la mesa, estamos acodados.

El duquecito de la Azucena, de vuelta de la habitación de la Bruja, estaba en su gabinete sentado en cómodo sillón junto a una lujosa mesa de despacho, sobre la cual habíase acodado en ademán pensativo, apoyando su frente en la zurda y con la pluma en la diestra mano.

Había dado comienzo a su carta con estas tiernísimas expresiones:

"Mi adorada Enriqueta":

Ayguals de Izco, La Bruja de Madrid, 1850


El pato Donald acodado en un muro bajo

Codo se decía cobdo en el español antiguo, que era una deformación del latín cubitum ("codo"). El codo era llamado cubitum por ser la parte que sostiene el torso cuando un romano se reclina (verbo latino cubare) probablemente a comer uvas en un triclinium. Y de allí vienen dos expresiones del léxico clínico y forense: decúbito dorsal ("acostado boca arriba"), y decúbito ventral ("acostado boca abajo"), además de palabras como cubil (la cueva donde se echan las fieras), y cubículo.
Rico McPato en posición decúbito dorsal

En vilo: Cuando nos tienen en vilo nos sentimos en suspenso, llenos de incertidumbre. Pero hay un sentido más concreto para la expresión: estamos en vilo cuando algo nos sostiene en el aire, sin tocar el suelo.
Dos arroyos de llanto y el anhelar de un pecho fueron la respuesta. Artegui subió a Lucía en vilo al diván y se sentó a su lado.
Pardo Bazán, Un viaje de novios, 1881
Tío Rico en vilo y a horcajadas

A horcajadas: Ésta es una expresión que en mis años mozos leí a menudo en las novelas sin entenderla. Ahora que las nieves del tiempo platearon mi sien sé que viene de horca, palabra que hemos hurgado en un artículo reciente. A horcajadas significa con un pierna de cada lado, tal como se monta un caballo (a no ser que se lo haga a mujeriegas, con ambas piernas de un mismo lado).

Entró a la sazón el padre Zorraquín muerto de frío y se sentó a horcajadas en una silla, frente a la chimenea, extendiendo sus pies hacia el fuego.
Perez Galdós, Un faccioso más y algunos frailes menos, 1879

De hinojos: La pista de que el anticuado término hinojos se refería a "rodillas" me la dio el italiano, donde esa articulación se llama ginocchio. El orgien es el latín genuculum, diminutivo de genu "rodilla". La misma raíz indoeuropea la encontramos en la rodilla sánscrita: janu, la griega: γόνυ, y la inglesa knee. La forma griega nos sugiere una relación con gonía "ángulo", que parece muy apropiada.
Marchó el músico a su orquesta; y yo apenas toqué la alfombra, hincado de hinojos, besé con las voces que me ha enseñado la práctica de las cortesanías y el envión de los apetitos los pies a las señoras mujeres que florecían el estrado.

Torres Villarroel, Visiones y visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo por la corte
En la cita anterior se menciona hincado, que es otro término interesante, derivado del latín figere, "clavar, fijar". Corominas hace notar en su diccionario que en América latina la locución hincarse de hinojos se simplificó en hincarse. Recuerdo las viejas fotografías de equipos de fútbol, cuyo epígrafe dividía a los presentes en parados, hincados, y sentados. Los hincados estaban en cuclillas, expresión esta última que también es curiosa porque alude a la postura de una gallina clueca (está documentada la forma etimológica en cluquillas).

En jarra: La expresión tener los brazos en jarra no requiere demasiada explicación, aunque recuerdo que a mí en un primer encuentro en mi niñez me desorientó. Se trata de llevarse las manos a la cintura de modo que los brazos parezcan las asas de una jarra, y no de meter los brazos en una jarra, incidente que solía ocurrirle a Curly Howard.

Tercera postura de lanza.

Hay otra postura de lanza desta manera: que al tiempo del comenzar la carrera, tomando la lanza por la orden que en el capítulo precedente he dicho, se ha de poner la mano en la cintura y el brazo hueco, que parezca asa, como cuando dicen puesto en jarra y el hierro al hocico del caballo, y comenzar así la carrera.

Arias Dávila Puertocarrero, Discurso para estar a la gineta con gracia y hermosura
Donald, Daisy y Tío Rico con los brazos en jarra

Desusadas pero útiles me parecen las expresiones de pescuecete, que según leo usan en Chile para designar la forma de andar juntas dos personas con los brazos colgando del cuello del otro, y de medio anqueta para describir el modo de sentarse apoyando sólo una nalga en la silla.

Como eterno aspirante a escritor, a la hora de contar algo trato de tener presente las expresiones que indican posturas del cuerpo. Es uno de los detalles difíciles de poner por escrito (otro es la disposición espacial de los ambiente de una casa; suelo enredarme sin remedio al leer esas novelas policiales donde es fundamental saber si el pasillo desemboca en la biblioteca o en el jardín).
Hay que reconocer que -aunque la literatura es hermosa y no requiere el apoyo de imágenes- con las historietas del Pato Donald todo era más sencillo.

6 comentarios:

  1. Hola. No se conocen por aquí de pescuecete ni de media anqueta, es la primera vez que las veo. Quedé confundido con lo de los jugadores hincados, ¿estaban hincados (=de rodillas), medio sentados en el aire (=en cuclillas) o hincados a la japonesa (=de rodillas y sentados sobre sus canillas y pies)?

    Una de Chiloé es hacer pundillo, que es caer de espaldas en un surco profundo en una posición en que es muy difícil levantarse, porque el cuerpo queda doblado, con las piernas cerca de la cara.

    Saludos.

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  2. Roberto:
    Seguramente "de pescuecete" se usó en alguna época y en alguna región de Chile. Lo tomé del artículo "Adverbial Expressions Signifying Bodily Movements and Postures in Hispano-Romance", de David Pharies, en la Hispanic Review, y probablemente la fuente de Pharies sea el Diccionario de Americanismos de Neves, que no tengo a mano.

    Los jugadores hincados solían estar en cuclillas. En esta foto (http://www.informeargentina.com.ar/copa_america_1941.htm)
    tenemos distintos hincados: Pedernera y Sastre están en perfectas cuclillas. Moreno está hincado de hinojos, mientras que Marvezi y García están de cuclillas con una rodilla más arriba que la otra, posición muy común que merecería un nombre, si es que no lo tiene ya.
    Aquí con Hláford estamos asombrados por lo específico de esa expresión "hacer pundillo". ¿Cuántas veces puede alguien encontrarse de espaldas ante un surco profundo, caerse hacia atrás en esa posición, y acordarse de usar la palabra "pundillo"?
    Sería interesante rastrear el origen de la expresión.

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  3. Gracias por las aclaraciones. Yo diría que solamente moreno es el hincado y todos los otros están en cuclillas. ¿Se sigue anotando así en las fotos de los equipos?

    Cuando uno es niño y anda metido en los papales (cuando había muchos papales...) es fácil hacer pundillo y ser causa de risa. A los adultos no suele pasarles, pero he visto a alguno, para más risas. De acuerdo al Diccionario Etimológico Chilote de Nicasio Tangol, pundillo es el espacio entre dos melgas de papas; Renato Cárdenas en su Diccionario Lingüístico de Chiloé lo hace descender del mapudungun puñma,[?] "enfrente" y dillu, "melga" y dice que hacer pundillo es "caer sentado, tendido o de espaldas" [¿en un surco?]. Saludos.

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  4. Tu padre era un hombre sabio, te enseño a leer de la manera mas inteligente. Pero es que explicarle a un niño el juego de los pronombres (yo/tu, éste/aquel) es muy dificil... y solo resulta divertido si los quieres molestar un poco.

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  5. ¿Es verdad que la expresión recostado/apoyado sobre los codos no es idiomática?

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    1. Yo diría que no lo es, a no ser que me esté perdiendo otro sentido que el literal. "Apoyado sobre los codos" es una frase que puede traducirse palabra por palabra en otro idioma sin perder su significado. De modo que no la llamaría una "expresión idiomática".

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